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Un salvavidas para el cóndor de los Andes en el páramo de Almorzadero

Quince familias campesinas trabajan para proteger el ave insignia de las cumbres de los Andes y cambiar las actividades que ponen en riesgo el agua.

El censo realizado por diversas entidades en febrero de este año esperaba encontrar al menos 150 cóndores en el territorio nacional. Pero la cuenta no llegó a la mitad.

El censo realizado por diversas entidades en febrero de este año esperaba encontrar al menos 150 cóndores en el territorio nacional. Pero la cuenta no llegó a la mitad. / Foto: Felipe Villegas

El cóndor de los Andes (Vultur gryphus), un ave de gran porte que sobrevuela con elegancia en las cumbres más altas de las montañas de Sudamérica, está cada vez más cercano a desaparecer de las tierras colombianas, una tragedia ambiental que lo reduciría a solo estar presente en el escudo nacional.

El primer censo nacional de esta ave carroñera con el plumaje negro, un cuello decorado por un peluche de plumas blancas y una mirada penetrante, realizado entre el 15 y el 17 de febrero de este año arrojó la presencia de 63 cóndores a lo largo y ancho del territorio nacional, una cifra menor a la esperada por los expertos.

El Libro Rojo de las aves de Colombia, documento de la Universidad Javeriana y el Instituto Humboldt publicado en 2017, estimaba la presencia de por lo menos 150 cóndor en el país, un número bastante superior a lo registrado por las 207 personas voluntarias que participaron en el censo de 2021.

Este ejercicio ciudadano, que contó con el apoyo de organizaciones como la Fundación Neotropical, Parques Nacionales Naturales, WCS y WWF, también determinó que hay más cóndores adultos que inmaduros, un dato que alerta por la aparente baja presencia de juveniles y la afectación de los ciclos reproductivos.

Según WWF, el censo también mostró una probable disminución de los cerca de 71 cóndores que han sido reintroducidos en Colombia desde finales de los años 80, ya que solo fueron avistadas nueve aves en dos Parques Nacionales. “Sin embargo, se cree que muchos de estos cóndores han perdido la marquilla que los identificaba”.

La preocupación nacional por la escasa población de cóndores de los Andes en Colombia no es reciente. Desde hace varios años, esta ave que alcanza a medir hasta 142 centímetros de longitud y más de un metro de estatura, hace parte de las especies catalogadas como en peligro crítico de extinción en el país.

El Instituto Humboldt asegura que el cóndor enfrenta diversas amenazas que tienen al hombre como el protagonista indiscutible. La primera de ellas es el deterioro y la transformación de los bosques andinos y los páramos, debido a la expansión de la frontera agrícola.

“A esto se suma la pérdida directa de aves por la cacería, ya que algunos campesinos les disparan por atacar al ganado. Algunos también mueren al consumir restos de animales envenenados por la ciudadanía”, revela la entidad.

Este año, tres cóndores fueron encontrados sin vida en inmediaciones del páramo de Almorzadero en Santander (municipio de Cerrito). La necropsia determinó que la causa de la muerte fue el envenenamiento.

En el país también se han registrado muertes de cóndores jóvenes cuando están aprendiendo a volar. Esto se da por choques con líneas de transmisión eléctrica y torres de comunicación. “Una creencia que los perjudica es que algunas comunidades piensan que el cóndor cuenta con propiedades curativas, lo que ha conducido a la captura de individuos”, cita el Libro Rojo de las aves.

Rayo de esperanza en Almorzadero

Desde hace cuatro años, la Fundación Parque Jaime Duque y la Asociación Campesina Coexistiendo con el Cóndor (ACAMCO) trabajan para mitigar el conflicto humano con esta ave en el páramo de Almorzadero, ubicado en Santander y Norte de Santander.

“Nuestro proyecto se desarrolla en San Andrés y Cerrito, dos municipios de Santander ubicados dentro del páramo. Allí trabajamos con cerca de 15 familias campesinas impulsando la transformación de los sistemas productivos tradicionales extensivos, como la cría de ovejas, cabras y vacas, actividades que ponen en riesgo la disponibilidad de agua en la zona”, dijo Fernando Castro, curador de aves del Jaime Duque.

Esta iniciativa empezó en 2017 con la tarea más difícil: generar aprecio de los campesinos del páramo hacia el cóndor, ave que no consideraban ni emblemática y de la cual desconocían su rol en el ecosistema: por ser carroñero, acelera el proceso de descomposición de los animales muertos y disminuye el riesgo de enfermedades asociadas a la putrefacción.

“No fue fácil llegarle a las comunidades con un proyecto para proteger al cóndor porque aseguraban que las aves atacaban a las ovejas y cabras que dejaban pastando por el páramo. Los científicos llevan años desvirtuando esto, ya que es una especie carroñera poco hábil para cazar”, mencionó Castro.

El Jaime Duque y ACAMCO instalaron varias cámaras trampa por Almorzadero para que los campesinos vieran con sus propios ojos el comportamiento del cóndor. Castro recuerda una imagen donde se ve a una docena de aves tratando de atacar a un cabro juvenil, un cuadro que evidenció que la especie no tiene instintos de caza.

Sin embargo, los campesinos seguían incrédulos porque para ellos la prioridad es la ganadería, su principal actividad económica. “La ganadería en Almorzadero es extensiva, es decir pocos animales en amplias zonas. En promedio tenemos registrado 50 ovejas en 300 hectáreas, las cuales afectan los frailejones y compactan los suelos”, anotó el zootecnista.

El objetivo del proyecto era que las familias accedieran a transformar sus actividades pecuarias, en especial tener a las ovejas y cabras en corrales de manera controlada y no libres en las zonas paramunas donde habitan el cóndor.

Al comienzo, 10 familias de Almorzadero aceptaron firmar acuerdos voluntarios de conservación del cóndor a cambio de ayudas para la construcción de nuevas infraestructuras ganaderas en sus predios.

“Empezamos a construir corrales con techos cerca de las casas de los campesinos, esto con el fin de evitar que los cóndores se acercaran. Con ayuda del SENA, las familias aprendieron a realizar un manejo adecuado de sus animales de corral, lo cual ha disminuido bastante el conflicto con el cóndor”, recuerda Castro.

En 2019, los expertos construyeron plataformas de cinco metros de altura en el páramo para ponerle carroña a los cóndores y así evitar aún más que lleguen a las fincas campesinas. “Por medio de cámaras trampa evaluamos su comportamiento: a veces llegan hasta 20 cóndores a estos sitios”.

Actualmente, el proyecto cuenta con la participación de 15 familias de Almorzadero, las cuales además de proteger al cóndor, conservan y producen de una forma sostenible en cerca de 1.200 hectáreas del páramo.

Además, ambas entidades, con el apoyo de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), lograron consolidar la Reserva Natural de la Sociedad Civil Piedra del Cóndor, la primera en Almorzadero, 271 hectáreas en el municipio de San Andrés.

“En esta reserva podemos observar las cuevas donde anidan y duermen los cóndores. El predio fue adquirido por el Jaime Duque y la Asociación Campesina Coexistiendo con el Cóndor, tras una convocatoria de la UICN, y el ideal es consolidar acciones de conservación y producción sostenible con las comunidades”, puntualizó Castro.

Futuros polluelos

El Parque Jaime Duque cuenta con una robusta estrategia para salvar de la extinción al cóndor de los Andes. Además del proyecto con los campesinos en Santurbán, la fundación trabaja en la reproducción de una pareja y colabora en la liberación de algunas aves que se han visto impactadas por el hombre.

Desde 2015, en el Bioparque Wakatá (antiguo zoológico) están Xue y Chie, una de las tres parejas que Colombia recibió del Centro de Rehabilitación de Aves Rapaces en Talagante en Chile para dar marcha al programa de reproducción in situ. La otras dos están en el Aviario Nacional de Colombia (Cartagena) y zoológico de Santa Fé en Medellín.

El proceso de adaptación de esta pareja no fue fácil. Según Castro, la especie se caracteriza por ser bastante nerviosa, por lo cual, cuando llegaron al Jaime Duque, su primera reacción fue vomitar. “Luego rechazaron la comida, hasta que poco a poco aceptaron las partes de pollo, conejo a diario”.

En 2019, Xue y Chie empezaron a demostrar que querían aparearse. Castro lo notó al ver que el macho extendía sus alas negras y se dirigía lentamente hacia la hembra, una actitud que la hembra empezó a aceptar.

“Aunque aún no han logrado poner un huevo, estos comportamientos nos llenan de esperanza. En su hábitat natural, los cóndores de los Andes se reproducen cada dos años y ponen un solo huevo, por lo cual su reproducción es todo un reto”.

En el caso de que lleguen a poner un huevo y el polluelo pueda desarrollarse, el ideal es liberarlo cuando crezca en alguna de las zonas paramunas del país, para así contribuir a la repoblación de esta especie en peligro crítico de extinción.

Salvados de la muerte

A finales de 2018, una pareja de cóndores fue encontrada por los campesinos de Almorzadero al borde la muerte: fueron envenenados por los habitantes que rechazan la presencia de esta ave.

“Los campesinos que hacen parte de nuestro proyecto los llevaron al casco urbano, donde pudimos valorarlas con la Fundación Neotropical. La Fuerza Aérea prestó uno de sus aviones para poder llevarlas hasta las instalaciones del Jaime Duque; su estado era bastante crítico”, indicó Castro.

Los cóndores recibieron medicamentos para sacar el veneno de sus cuerpos y poco a poco fueron recobrando su vitalidad. Los ciudadanos escogieron sus nombres: Dasan (el macho) e Illika (la hembra).

“A Dasan e Illika les instalamos transmisores satelitales para poder monitorear sus movimientos cuando fueran liberados, actividad que realizamos a finales de enero en el páramo del Almorzadero”, recuerda el zootecnista.

Los monitoreos digitales indicaron que Illika recorrió inicialmente zonas de Santander, Norte de Santander, Cesar y la Sierra Nevada de Santa Marta. “También la hemos registrado en Venezuela y La Guajira. Por su parte, Dasan, que es juvenil, ha estado por Almorzadero y el nevado del Cocuy”.

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