El <strong>papa Francisco</strong> ofició hoy la misa del Gallo más solitaria, ante pocos fieles y adelantada para respetar el toque de queda debido a la pandemia, y llamó a servir a los demás huyendo de la conducta de los <strong>"analfabetos de bondad".</strong>"Tú que me salvas, enséñame a servir. Tú que no me dejas solo,<strong> ayúdame a consolar a tus hermanos,</strong> porque desde esta noche todos son mis hermanos" fueron las palabras con las que el pontífice concluyó <strong>su homilía de Nochebuena</strong>, en una <strong>basílica de San Pedro</strong> enrarecida.Y es que el templo vaticano poco o nada se pareció al del pasado en una fecha festiva tan señalada como esta, en la que se conmemora el nacimiento de Jesús de Nazaret, <strong>una de las misas más importantes del año litúrgico</strong>, si no la que más.En esta ocasión <strong>el papa estuvo acompañado por sus concelebrantes</strong> y por unos ciento cincuenta fieles, religiosos, religiosas y residentes del Estado pontificio, <strong>todos separados y con mascarillas.</strong>En su homilía el pontífice explicó que<strong> la Navidad es un periodo que permite a los fieles "nacer interiormente de nuevo"</strong> y por eso lanzó un mensaje de fraternidad y religiosidad, citando incluso a la poetisa estadounidense Emily Dickinson."Hoy Dios asombra y nos dice a cada uno: 'Tú eres una maravilla'. Hermana, hermano, no te desanimes ¿Estás tentado de sentirte fuera de lugar? Dios te dice: 'No, ¡tú eres mi hijo!", animó, <strong>a pesar de "la ingratitud" del hombre y de las injusticias.</strong>Francisco se preguntó por qué el mesías nació de noche, pobre y rechazado, sin un alojamiento digno: "Para hacernos entende<strong>r hasta qué punto ama nuestra condición humana:</strong> hasta el punto de tocar con su amor concreto nuestra peor miseria", sostuvo.Por esa razón este periodo de renovación espiritual<strong> se antepone a la conducta de los hombres de nuestro tiempo</strong> que "hambrientos de entretenimiento, éxito y mundanidad" alimentan sus vidas "con comidas que no sacian y <strong>dejan un vacío dentro".</strong>Porque las personas, dijo, "hablamos mucho, pero a menudo <strong>somos analfabetos de bondad".</strong>"Es verdad: <strong>insaciables de poseer,</strong> nos lanzamos a tantos pesebres de vanidad, olvidando el pesebre de Belén. Ese pesebre, <strong>pobre en todo y rico de amor,</strong> nos enseña que el alimento de la vida es dejarse amar por Dios y<strong> amar a los demás",</strong> apuntó.Así, llamó a atender a las necesidades del prójimo: "Su amor indefenso, que nos desarma, nos recuerda que el tiempo que tenemos <strong>no es para autocompadecernos, sino para consolar las lágrimas de los que sufren".</strong>