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SIN NORTE

A Trump no le importan los venezolanos

Trump está manipulando el problema de Venezuela a su favor con fines electorales.

“Por primera vez realmente ven que esto se acerca al final porque Estados Unidos, una verdadera gran nación, está detrás de ustedes”, dijo Donald Trump aclamado por la multitud venezolana en Miami.

Cuidado con Estados Unidos y su interés de ayudarle a Venezuela en su búsqueda por la libertad y la democracia. Después de casi 20 años de régimen chavista, de opresión, desapariciones, hambre y tortura, Trump ha convertido a la dictadura de Venezuela en un tema de interés nacional en su país. De un mes para acá, tras reconocer a Juan Guaidó como presidente interino, Venezuela, que muchos estadounidenses no saben ubicar en el mapa, está en las primeras páginas de los medios y pocos entienden por qué.

Con obsesión, Trump adoptó la bandera de la libertad y la democracia para hacerse del lado del pueblo y mostrarse como el salvador de la dictadura de Maduro cuando hace apenas un mes prefería mantener la distancia argumentando que no quería afectar a los venezolanos con sanciones más severas. Un cambio de prioridades contra intuitivo teniendo en cuenta que en los intereses geopolíticos de Estados Unidos, Venezuela está lejos de ser una prioridad. Maduro y su combo de corruptos, no representan un riesgo de seguridad para Washington y están lejos de ser un problema de la talla de la guerra comercial con China, del proceso de desnuclearización con Corea del Norte o de las alianzas militares y estratégicas con Arabia Saudita. Países que también tienen regímenes autoritarios, criminales y represivos iguales o peores que el de Maduro, pero frente a los cuales Trump prefiere hacerse del lado de los dictadores y no del pueblo.

Así, mientras el vicepresidente Mike Pence viaja a Bogotá para anunciar “medidas contundentes” contra el régimen de Maduro, Trump viaja a Vietnam para reunirse con el dictador Kim Jong-un, estrecharse la mano y solucionar problemas entre los dos países. Contradicciones que dejan muchas dudas sobre la verdadera preocupación humanitaria de la administración de Trump y de su cuestionado equipo de líderes que ‘buscan’ la libertad y la democracia en Venezuela.

Venezuela tiene un valor más electoral que cualquier otra cosa. La dictadura de Maduro le cae muy bien a Trump que agranda el problema y se posiciona como salvador y único líder que puede lograr el cambio de régimen. Por eso mantiene todas las opciones sobre la mesa, incluyendo la intervención militar, aunque sea la más hipotética. Por eso el problema lo tiene que mantener vivo, en suspenso, como en una serie, para seguir aprovechándose de él y ganarse la fidelidad de los votantes latinos y venezolanos que le pueden asegurar la victoria electoral en la Florida y de paso su reelección en las presidenciales del 2020. Y es que frente a una población latina en Estados Unidos tan diversa no hay un tema que genere más consenso que la oposición frente a la dictadura de Maduro. Cubanos conservadores en Miami, mexicanos en Los Ángeles, colombianos en Nueva York, boricuas en Orlando y centroamericanos en Washington se unen en rechazo a Maduro y por inercia en apoyo a Trump como salvador y dueño de una salida creíble al problema que vive Venezuela.

El problema de Venezuela es un regalo caído del cielo para Trump que ha sabido manipularlo a su favor. De hecho, como lo dice el New York Times, otra de las formas como lo está usando es para mostrarle a su base electoral de extrema derecha que es un gran opositor del socialismo. “América nunca será un país socialista”, gritaba en su discurso de la Florida aplaudido por la multitud latina. Sí, otra vez el socialismo, un fantasma que Trump ha rescatado del imaginario histórico de los estadounidenses reencarnándolo en Maduro y en sus potenciales contrincantes demócratas a la presidencia que prometen más oportunidades y redistribución de la riqueza. En otras palabras, con el problema de Venezuela, Trump asegura el apoyo electoral de la mayoría de los latinos y de la derecha atemorizada por la amenaza del resurgimiento del socialismo. Maduro termina siendo un gran vehículo electoral.

La ayuda internacional no puede politizarse, si el objetivo es ayudarle al pueblo venezolano a deshacerse de Maduro, la profundización de una guerra ideológica no tiene lugar porque el dictador en Venezuela es más corrupto y déspota que socialista y el socialismo no es una amenaza real en Estados Unidos.