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Del trauma a la esperanza; lo que esperan en La Paz, Cesar, de la zona de ubicación

Sus habitantes esperan que la localidad sea visibilizada, para que lleguen las obras que desde hace mucho tiempo reclaman.

Del trauma a la esperanza; lo que esperan en La Paz, Cesar, de la zona de ubicación

Del trauma a la esperanza; lo que esperan en La Paz, Cesar, de la zona de ubicación(Caracol Radio)

A los pacíficos, como se conoce a los habitantes del municipio de La Paz, Cesar, no les sorprende que su tierra haya sido escogida como zona veredal de transición para la implementación del acuerdo de cese al fuego de las Farc, porque históricamente la vereda de Los Encantos en cercanías al corregimiento de San José de Oriente ha estado dominada por esa guerrilla.

Además es la zona más fronteriza del Cesar con Venezuela a través de Serranía del Perijá y son conocidas por todos las denuncias sobre extorsiones de las que eran víctimas campesinos de algunas veredas donde el frente 41 de las Farc cobraba una cuota de hasta 500 mil pesos a cada finca.

Cuando se llega a La Paz se nota la gran expectativa que la noticia ha despertado entre la gente, los transportadores aspiran a hacer más viajes desde Valledupar y hacia los corregimientos, las tradicionales almojabaneras aspiran vender más sus productos con la llegada de turistas y las víctimas de la violencia esperan que se les tome muy en cuenta.

El municipio de La Paz es una tierra de tradición ganadera y agrícola, fue fundado en 1775 por Simón Torres, Leonardo del Castillo, Arcisclo Arzuaga y Juan Oñate, miembros de familias ganaderas de Valledupar, que optaron por establecer sus hatos en ese territorio en ese entonces conocido como Cerro de La Paz.

Es un extenso territorio localizado al noreste del departamento del Cesar a tan solo 12 km de Valledupar y a unos minutos de La Guajira. Al noreste limita con el municipio de Manaure, al este con Venezuela, con quien comparte la Serranía de Perijá; al sur con el municipio de Agustín Codazzi, al suroeste con El Paso y al oeste con San Diego.

Sus principales sitios de atracción turística son el balneario El Chorro y el río Mocho.

Está conformado por seis corregimientos: San José de Oriente, Varas Blancas, Los Encantos, Guaimaral, Laguna de los Indios y Minguillo, y tiene 108 veredas. También cuenta con población indígena de las etnias Yukpa y Wayuu, y asentada en la Serranía del Perijá en tres grandes resguardos: El Rosario-Bellavista, Yucatán y Caño Padilla.

Quienes habitan en La Paz, no solos se quejan de las altas temperaturas que pueden llegar hasta los 42 grados bajo la sombra y de la escasez de agua agravada por el Fenómeno del Niño que viene afectando los cultivos y la cría de ganado.

También se quejan de la falta de ingresos y de problemas de salud derivados especialmente de los innumerables virus que atacan a la población, y cuando no es el dengue, es el chikungunya o el zika.

Es que el servicio de salud en La Paz es muy regular, dado que solo hay tres hospitales; dos en el área rural y uno en la urbana, todos de primer nivel y ninguno se encuentra acreditado.

De igual forma, el municipio no cuenta con ninguna infraestructura dedicada al transporte de carga o de pasajeros, y el lugar destinado al abastecimiento de la plaza de mercado se encuentra en condiciones deficientes.

Asimismo, carece de mataderos y de sitios de vertimiento de residuos sólidos.

La gente considera que la cobertura de los servicios públicos domiciliarios es medianamente aceptable, aunque su calidad sea deficiente, principalmente el agua potable. Esta situación se recrudece en los corregimientos donde solamente tiene acceso el 13.2% de la población, y el agua no recibe ningún tipo de tratamiento por la falta de plantas e insumos.

En cuanto a comunicaciones, el transporte por tierra también es deficiente, son 343 km de vías terciarias, de las cuales el 53% están distribuidas entre los corregimientos Minguillo y Los Encantos.

Según el diagnóstico realizado por la Alcaldía Municipal se requiere intervenir el 50% de las vías del municipio, es decir, 175,5 km.

El municipio cuenta con todos los operadores de telefonía móvil, hay una buena cobertura en el área urbana; sin embargo, en la zona rural, principalmente en las veredas colindantes con la Serranía del Perijá, la incomunicación es casi total. Ahí sí queda uno aislado del mundo.

También faltan viviendas, empleos y apoyo a proyectos de unidades de negocios productivos y sostenibles.

Los pacíficos esperan

Los habitantes de La Paz ven la escogencia de su municipio como una oportunidad de visibilizarse ante el resto del país y el mundo, y a cambio de prestar su territorio esperan recibir muchos beneficios como garantías de seguridad por haber sido golpeados no solo por la guerra sino por el flagelo del contrabando de combustible manejado por las bandas criminales.

“Bueno, ya estamos como acostumbrados a los guerrilleros que andan por ahí cerca, lo diferente ahora es que van a tener un zona restringida, bien arriba en la serranía; y en pos de la tan anhelada paz hay que sacrificar cualquier cosa. Creo que a los transportadores eso nos beneficiará porque seguramente vendrá más gente a visitar La Paz, a ver cómo marcha la cosa, cómo funciona el asunto”, dice el chofer de un vehículo que cubre diariamente el trayecto de 20 minutos entre Valledupar y La Paz a 3.500 pesos el pasaje.

Los pacíficos quieren ayuda para resolver el conflicto por la venta ilegal del combustible venezolano, pues un alto porcentaje de la población dependía de eso, pero ese fenómeno dejó unas secuelas socioeconómicas grandísimas en la comunidad, víctimas, muertos, y deserción de los jóvenes de sus aulas estudiantiles para irse a ganar unos pesos vendiendo gasolina de contrabando. Ahora esos jóvenes quieren empleos y capacitación.

La nueva administración municipal está tratando de responder a ese clamor. “Queremos llevarles una voz de esperanza a quienes se dedicaban a ese flagelo, que los jóvenes que desertaron de la vida estudiantil retornen a sus estudios, llevarlos a otros niveles profesionales, y para eso estamos promoviendo iniciativas a través de la oficina de Paz-Emprende en convenio firmado con la Caja de Compensación Familiar, Comfacesar”, señala con entusiasmo la alcaldesa Andrea Ovalle.

Optimista también se muestra Eduard Pineda, miembro de la junta de acción comunal del barrio La Florida de La Paz: “Temor podemos tener todos de manera natural ante un hecho nuevo, pero al mismo tiempo me da alegría saber que se va a acabar la violencia contra muchos hermanos campesinos que bajan desplazados de las veredas; además esta será una zona transitoria, y una vez que la paz se firme esos desplazamientos masivos se van a acabar y el campo va a florecer de nuevo porque ya no habrá temor, esperamos grandes inversiones por parte del Estado y hasta imagino que las multinacionales van a venir a invertir acá”.

Las víctimas, entre la superación del trauma y la esperanza

Entre tanto, a uno de sus corregimientos a donde se están dirigiendo todas las miradas, es San José de Oriente, ubicado en las estribaciones de la Serranía del Perijá, al cual se llega desde La Paz, por una carretera en placa huella en buenas condiciones.

Esto es un paraíso, no solo por los extensos paisajes verdes enmarcados por sus imponentes montañas que deslumbran al visitante, la variedad de sus flores y su delicioso clima frío, sino por la tranquilidad que se respira en su ambiente.

Queda a unos 20 kilómetros de la frontera con Venezuela, y en la década de los ochenta y noventa fue víctima de incursiones de la guardia venezolana en varias ocasiones.

Las familias, casi todas de origen santandereano que fundaron este pueblo hace 60 años, conservan aún sus fincas donde cultivan principalmente café y cacao, muy cerca de la línea que divide a Colombia y Venezuela.

“Aquí nosotros siempre hemos sido víctimas de la guerrilla; los muertos que dejaron los paramilitares fueron pocos en comparación con lo que hicieron los guerrilleros”, recuerdan algunos campesinos.

A pesar de la violencia que han sufrido, prefirieron quedarse en su tierra, como Deivis Montaño Rincón, un joven coordinador de la Mesa de Víctimas del corregimiento y delegado ante la mesa departamental, quien se muestra muy esperanzado ante el nuevo panorama. “Lo tomamos con agrado porque entendemos que el Gobierno debe brindar también unas garantías a las víctimas y debe brindarnos espacios de seguridad y deben venir muchos proyectos para esta zona que ha aportado más de diez mil víctimas”.

En otro lado, con la manera pausada que le confieren los años, Jorge Eliécer Pérez, un curtido agricultor presidente de la Junta de Acción Comunal, piensa que este proceso tiene más seriedad que otros anteriores.

“Es como más transparente, los guerrilleros van a estar como más monitoreados, van a tener más control, no va a hacer lo que quieran, van a estar vigilados, y esperamos no volver a sufrir los mismos problemas que padecimos en la época de los 80 y los 90. Vamos a esperar cuáles son los pro y los contras del proceso, todavía no podemos anticiparnos a los acontecimientos”.

En la parte más alta de San José de Oriente en una espaciosa y fresca casa encontramos a uno de los fundadores de San José de Oriente, el señor Luis Jaime Jácome, de grueso bigote blanco, ojos muy azules y estirpe liberal, quien a sus 85 años de edad, y blandiendo su bastón, se muestra enérgico y muy contento, sin temores y hasta orgulloso, porque dice que ahora con la noticia de que el pueblo fue escogido como zona veredal están llegando mucha gente a conocer el pueblo y periodistas a entrevistarlo como antes no venían, y los turistas puede subir a visitar su finca donde cultiva maíz, tomate, fríjol, yuca, cacao y frutas tropicales.

Llegó a este paraíso con otros jóvenes santandereanos en 1953 procedentes de Abrego, huyendo de la violencia, y a punta de hachas, rulas, picos, palas y azadones, construyeron este pueblo.

“A mí me alegra mucho que haya paz, creo que cuando hay un trato se debe ser serio y respetarlo. Las Farc y el Gobierno tienen que ser serios y si escogieron a nuestro pueblo es porque creen que es un sitio bueno para ellos y para todos nosotros”, dice sonriendo.

“Llevo viviendo acá 60 años y no le tengo miedo a nadie. Si no les tuvimos miedo a los conservadores cuando andaban matando liberales, y si no les tuvimos miedo a los guerrilleros cuando llegaban armados a San José, menos ahora que se van a desarmar”, afirma don Luis con su conservado acento santandereano.

Mientras aún no se sabe con exactitud cuál será la vereda de San José de Oriente donde se concentrarán los guerrilleros de las Farc, los habitantes de este pedacito del Cesar esperan que el Gobierno les dé mayor información sobre cómo va a funcionar lo de la zona de concentración y de qué manera se van a beneficiar.

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