Telescopio en El Vaticano: El papa Francisco es tal cual lo describen
En septiembre tuve oportunidad de hacer parte de una delegación de líderes judíos de América Latina que visitó al papa.

El encuentro con el papa Francisco ocurrió en su residencia privada en El Vaticano
Aunque los más de 40 que componíamos la delegación éramos adultos, profesionales o empresarios, la anticipación por la visita no era diferente a la que sienten niños cuando van a su primer campamento de verano. Ataviados estábamos como manda el protocolo papal: los hombres de vestido negro, camisa blanca, corbata y zapatos negros y las mujeres de vestido largo, tacones medios, pocas joyas y maquillaje sobrio
Hace un par de años en circunstancias similares habíamos visitado a Benedicto XVI. Los contrastes entre ambos encuentros no pueden ser mayores. Con Benedicto nos reunimos en el Palacio Apostólico, el protocolo fue absolutamente rígido, sentados en salón estilo auditorio, hubo sólo dos discursos en inglés, una fila para estrechar la mano, tomarse la foto, dar un saludo no mayor a 15 segundos y sanseacabó
Francisco por otra parte nos recibió en lo que ha seleccionado desde el comienzo de su pontificado como su residencia, la Casa de Santa Marta, la cual no es más que un hotel donde visitantes del clero pernoctan y los cardenales pasan las noches durante los cónclaves. La entrada en una plazoleta adyacente a la catedral de San Pedro está custodiada por un solo guardia suizo, con el que varios de nosotros nos tomamos una foto. Una vez adentro nos dirigimos al lobby, un amplio y bien iluminado recinto con poca decoración, un par de bibliotecas con puertas de vidrio y unos cuadros de arte religioso en las paredes
Parados en un semicírculo mirando hacia la puerta de entrada esperamos ansiosos a Francisco, algunos en silencio ceremonial, otros susurrando con su vecino de fila, otros viendo a ver cómo ocultaban su teléfono móvil para tomar fotos prohibidas.Después de algunos minutos de espera pero antes de la hora acordada, hizo su entrada el papa, sin comitiva, sin cardenales acompañantes con su conocida sonrisa y comenzó a saludar uno a uno a los asistentes, mientras que el fotógrafo oficial disparaba incesantemente su flash.Posteriormente, el papa se dirigió a un lugar del salón donde había unas sillas y un sofá, como cualquier sala de lobby de hotel austero y sin sentarse nos invitó a acercarnos, nos brindó su saludo por el año nuevo judío: “Shana Tova u metuka”, feliz y dulce año, en hebreo, nos relató el evento de la “oración por la paz” que sostuvo en los jardines del Vaticano semanas atrás con Shimon Peres y Mahmud Abbas y procedió a hacer una disertación sobre la situación mundial, pintando un muy oscuro panorama de lo que siente el Pontífice ocurre actualmente en el planeta, la cual remató con la lapidaria expresión “estamos en una tercera guerra mundial, no es toda de una vez sino por capítulos, uno peor que el otro”. El Santo Padre concluyó “¿tienen alguna pregunta?”. Sobre el destino que enfrentan los cristianos en medio oriente, respondiendo a la primera pregunta, se mostró absolutamente pesimista. A la siguiente, sobre el diálogo interreligioso afirmó que es “buena la fraternidad entre los credos pero siempre hay extremistas, cristianos, judíos y musulmanes que no permiten avances en el acercamiento”. A la tercera de “qué hacer cuando la contraparte no quiere oír” dijo el papa subiendo el tono de su voz “pues lo dejo hablando solo y me voy”. Al término del encuentro el papa se paró en la puerta del salón y se despidió uno a uno de los asistentes, como lo haría cualquier buen anfitrión
Cuando nos tocó el turno de la despedida, le reiteramos la invitación a visitar Colombia que ha hecho el presidente Santos a lo que respondió: “depende de la agenda”, una gran sonrisa y todo terminó
Tras el encuentro nos quedó la sensación de un papa tal cual lo describen: cálido, informal, cercano a la gente, humano, desprovisto del “blindaje de la dignidad”, tradicional en los máximos jerarcas de la Iglesia Católica.



