El telescopio en Samarcanda: de la Ruta de la Seda a la modernidad
Desde que leí hace muchos años sobre las conquistas de Genghis Khan, he querido conocer Samarcanda.

A menudo me tropezaba con esa ciudad leyendo sobre historia, religión, hombres valientes a caballo. Finalmente se me dio la oportunidad y acá estamos en esta fascinante ciudad de más 2700 años la que sin embargo se conserva vibrante y vigente
En su momento fue una de las ciudades más importantes del mundo, punto de encuentro entre oriente y occidente, corazón de la antigua ruta de la seda, crisol de culturas, por donde las caravanas cargadas de seda, especias, porcelana, artesanías, oro, vidrio, camellos, pieles, telas, frutas exóticas y una larga serie de bienes transitaban sin fin entre este y oeste, entre los confines de las antiguas civilizaciones de China e India, Medio Oriente y Europa
Además de intercambio de mercancías, la ruta de la seda sirvió de vaso comunicante de filosofías, ciencias y conocimiento. Samarcanda, junto con Bujara, se constituyó en el centro de esta gigantesca geografía humana y paso obligado en esta ruta de movimiento económico y cultural. En la plaza Registán en el centro de la antigua ciudad, había hospedajes, casas de té, hospicios y posteriormente mezquitas y Madrazas –centros de estudio-
Durante los siglos XIV y XV, Samarcanda funcionó como capital del primer gran imperio islámico de Asia, el Imperio Timurí fundado por uno de los grandes conquistadores de la historia, Timur, alias Tamerlán –el cojo-. Tamerlan, nació en una pequeña aldea en lo que hoy es Uzbekistán, guerrero valiente y despiadado como todos los de estas estepas donde en invierno las temperaturas caen por debajo de los 20 grados bajo cero y las montañas se cubren de nieve y en verano el termómetro marca 45 grados a la sombra. Tierra de frontera donde sólo sobrevivían los más fuertes. Tamerlán, musulmán devoto, destruyó el imperio que dos siglos antes había amasado Genghis Khan y se hizo a uno más extenso que llegaba hasta la misma Constantinopla
En el saqueo y destrucción de Bagdad por las fuerzas timuríes en 1401, Tamerlán se llevó a Samarcanda la versión original del Corán, escrita por Utman, el tercer califa del Islam, la cual en la actualidad reposa en un museo especial en Tashkent, capital uzbeka. Es realmente sobrecogedor ver la versión original de este libro sagrado que siguen más de mil 500 millones de seres humanos en el planeta
Samarcanda fue centro de desarrollo de las artes y la arquitectura y ostentó el más importante observatorio astronómico de la época, desarrollado por Ulugh Begh con el sextante de piedra más grande del mundo, que aún se mantiene intacto
Samarcanda es actualmente una moderna ciudad atravesada por amplias avenidas donde circulan carros blancos y taxis amarillos, se levantan grandes edificios de vidrio que colindan con los infaltables bloques soviéticos de apartamentos de 40 metros para familias de 4 y sobresalen los grandes monumentos del imperio del Emir Timur, hoy el más importante personaje de la historia de Uzbekistán
Su tataranieto, Babur, partió en el siglo XIV al mando de unos 10 mil soldados a la India, fundó el Imperio Mogol, que nos legó el ajedrez y el Taj Mahal y consolidó la presencia musulmana en el subcontinente, hasta su final en manos de los británicos
Uzbekistán es un país islámico donde la gente lleva una práctica liberal de la fe, las mujeres se visten según su propia elección, la mayoría con los coloridos trajes típicos, pocas con velo o Hijab, y los hombres con barba al estilo yihadista corren serio riesgo de ser arrestados y encarcelados
Samarcanda, una de las más antiguas ciudadelas habitadas del planeta, es hoy una boyante ciudad uzbeka con industrias ensambladoras, fábricas de maquinaria, ascensores, cemento y textiles. Llegar hasta acá fue la realización de un sueño, poder ver con ojos propios esta versión moderna de la Ruta de la Seda, donde por doquier quedan las huellas de su glorioso pasado.



