UNA HISTORIA DE VIENA COMO CAPITAL MUNDIAL DE LA MUSICA
Ninguna otra ciudad del mundo está tan identificada con la música como Viena, ninguna ha producido, mimado, pero también muchas veces despreciado a tantos genios. <BR>Para comprender la importancia de esta ciudad en la historia de la música occ...
Ninguna otra ciudad del mundo está tan identificada con la música como Viena, ninguna ha producido, mimado, pero también muchas veces despreciado a tantos genios.
Para comprender la importancia de esta ciudad en la historia de la música occidental basta darse un paseo por su Cementerio Central, donde yacen los restos de Beethoven, Schubert, los Strauss, Hugo Wolff, Schoenberg, aunque al mismo tiempo falten los de otros grandes como Mahler, Alban Berg o Webern.
El musicólogo francés Henri-Louis de La Grange, presidente del Centro de Documentación Musical de París, recorre en el libro "Viena, una historia musical" (Fayard) el camino hasta nuestros días desde los famosos "minnesaenger" o trovadores medievales.
Trata de los primeros intentos de algunos compositores austriacos, sobre todo de Johann Joseph Fux y sus discípulos, de encontrar un estilo musical propio que desbrozará la vía para los Gluck, Haydn, Mozart, Beethoven y Schubert, con quienes Viena se convertirá definitivamente en capital musical del mundo.
Describe con abundancia de detalles la vida en la corte vienesa de los grandes músicos desde el clasicismo, pasando por el tardorromanticismo de Brahms, Bruckner, Wolf o Mahler, hasta llegar a la revolucionaria Segunda Escuela de Viena de los Schoenberg, Berg y Webern, y otros compositores posteriores como Gottfried von Einem, Ligeti o Cerha.
La obra deleitará a los melómanos con sus anécdotas sobre los emperadores compositores como Leopoldo I, que gustaba de dirigir y hasta de bailar en los ballets, y del que sus generales se quejaban de que no tenía dinero para el Ejército, pero sí para montar una buena ópera.
Tal vez por eso, en 1683 estuvo a punto de perder Viena ante el empuje de las fuerzas turcas y si la ciudad se salvó fue porque acudió en su ayuda otro príncipe cristiano, el polaco Juan III Sobieski.
Leopoldo I compuso nada menos que 170 obras de cámara, 9 oratorios, 4 "sepolcri", 2 misas, 103 danzas y 6 partituras de ópera.
En 1668, con motivo de su boda con la infanta Margarita Teresa de España, se representó el "Pomo d'Oro", de Antonio Cesti, el más magnífico espectáculo del barroco italiano: cinco actos ofrecidos en dos funciones de cuatro horas cada una.
El autor informa de algo tan poco conocido como la admiración que los hermanos Strauss sintieron por Richard Wagner: Johann Strauss llegó incluso a dirigir en mayo de 1861 el estreno del "Preludio y muerte de amor" del "Tristán". Y agradecido el compositor alemán dirigiría en 1876 el vals de Strauss "Wein, Weib und Gesang (Vino, Mujer y Canción) durante una fiesta de cumpleaños propia.
A propósito de los Strauss cuenta que en 1907, el tercero y menos conocido de ellos, Eduard, llevado por los celos y un deseo de venganza, hizo una auténtica pira con los manuscritos, partituras y cartas de sus dos hermanos en un horno de Viena y permaneció cinco horas en un sillón contemplando cómo el material se reducía a cenizas.
De Joseph Haydn, refiere que en 1805 un periódico inglés anunció erróneamente su muerte, tras lo cual en París se organizó un concierto con el "Réquiem" de Mozart, lo que motivó un mensaje irónico del supuesto finado: "Estoy muy agradecido por ese honor. De haberlo sabido antes, habría ido a dirigir personalmente la misa".
También narra un suceso ocurrido al músico en 1809 cuando los franceses bombardearon Viena, y un oficial del Ejército ocupante llamó a su casa no para detenerle, sino para confesarle su admiración cantando una cantanta de su oratorio "La Creación" con una hermosa voz de tenor que hizo llorar al músico.
Más cerca de nosotros, el autor se refiere a los problemas del pobre Anton Bruckner con la crítica de Viena, y al hecho de que al estrenarse su tercera sinfonía, parece que algunos músicos de la Filarmónica escribieron falsas notas en la partitura para confundir al público, que abandonó en masa la sala



