El municipio de Silvia impulsa sostenibilidad indígena con el programa Territorio, comida y vida
En el Cauca, las comunidades Misak y Ampiuile transforman su alimentación y protegen la biodiversidad.

Mujeres Misak intercambian semillas nativas durante la feria “Cero comida chatarra”. I Foto: cortesía - Programa: Territorio, comida y vida
Por: Juan Camilo Paiba
En el municipio de Silvia, el 84,2% de la población es indígena, principalmente de los pueblos Misak y Ampiuile. No obstante, sus resguardos, ubicados en zonas de alto valor ecológico, presentan restricciones productivas que superan el 90% de la extensión total del territorio disponible.
Esta limitación complica la producción de alimentos y pone en riesgo la seguridad alimentaria, pues la agricultura sigue siendo la principal fuente de sustento en el territorio.
Eso, a su vez, desemboca en múltiples desafíos ambientales, como pérdida de biodiversidad, deforestación y contaminación hídrica por malas prácticas de manejo de residuos.
Es tanto así que, en Silvia, el impacto negativo a los ecosistemas se ha agudizado en las últimas décadas. Global Forest Watch, reportó que entre 2001 y 2024 se perdieron 2.060 hectáreas de bosque, equivalentes a unas 1.06 millones de toneladas de CO₂ emitidas, y solo entre 2021 y 2024 la deforestación por incremento de la frontera agrícola sumó otras 74 hectáreas.
A ello se suma la contaminación del río Piendamó y la quebrada Manchay por vertimientos domésticos y actividades pecuarias sin manejo adecuado, situación evidenciada en el Plan Básico de Ordenamiento Territorial de la región.
Frente a este panorama, nació el proyecto Territorio, comida y vida, financiado por el Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo (IDRC) de Canadá, en alianza con la Universidad Nacional de Colombia y la Universidad del Cauca.
Recuperar semillas y saberes

Comunidad del municipio de Silvia en reunión compartiendo saberes asociados al correcto uso de la tierra. | Foto: Cortesía - Territorio, comida y vida
Esta iniciativa busca transitar hacia sistemas agroalimentarios sostenibles, saludables y culturalmente pertinentes, combinando saberes académicos y ancestrales.
Según la profesora Teresa Mosquera, líder del proyecto por la UNAL, el trabajo parte de “un diálogo horizontal que reconoce el valor de los conocimientos milenarios y los articula con la investigación científica para enfrentar los grandes retos de la humanidad”.
Para iniciar, el equipo identificó los puntos críticos que amenazan la sostenibilidad de los sistemas alimentarios locales: pérdida de biodiversidad, desplazamiento de cultivos tradicionales y entrada masiva de productos ultra procesados. “El arroz, los refrescos y la comida chatarra no solo dañan la salud, sino que generan basura y erosionan la cultura ancestral”, advierte Mosquera.
A partir de este diagnóstico, se priorizó la recuperación de semillas nativas —papas, hortalizas, maíz— y la revitalización de recetas tradicionales. Este trabajo incluyó la identificación de custodios de semillas, la multiplicación de variedades y la difusión de saberes culinarios propios.
Luis Alfredo Londoño, líder del proyecto por la UNICAUCA, advierte que la diversificación de cultivos no solo preserva la biodiversidad, sino que fortalece la capacidad de adaptación al cambio climático: “Combinar especies resistentes y sensibles permite enfrentar heladas o sequías, y asegura ingresos cuando una cosecha falla”.
“Cocineritos ancestrales”: sembrando cultura desde la niñez

Los niños de la comunidad no solo aprenden el cuidado de la tierra, también el uso adecuado y sostenible de los recursos naturales mediante charlas con líderes. | Foto: Cortesía - Territorio, comida y vida
Uno de los componentes más inspiradores es “Cocineritos ancestrales”, donde los niños aprenden a cultivar, preparar y valorar los alimentos que sus abuelos y abuelas han transmitido por generaciones.
La estrategia busca rescatar recetas como el café de habas, las empanadas de pipián o las gomitas de hoyuco y a su vez devolver el protagonismo a las mujeres como guardianas de la memoria culinaria. “Los niños comprenden que el alimento nutre el cuerpo, pero también el alma y el espíritu”, destaca la profesora Teresa.
Es por ello que, este enfoque fomenta prácticas responsables, como llevar recipientes reutilizables para evitar uso de envases desechables, y promueve la conciencia sobre la relación entre alimentación, salud y cuidado del medio ambiente, con el objetivo de formar una nueva generación que valora sus raíces y entiende la importancia de la sostenibilidad.
Feria “Cero comida chatarra”: economía y cultura en acción

Autoridades Misak y Ampiuile lideran el mandato de territorio libre de comida chatarra. | Foto: Cortesía - Territorio, comida y vida
Este proceso tuvo su máxima expresión en la feria “Cero comida chatarra” organizada por el pueblo Misak. Durante una semana, se prohibió el ingreso de productos ultra procesados al territorio, y únicamente se comercializaron preparaciones locales y saludables, servidas en envases reutilizables para evitar la generación de residuos.
“El pueblo Misak decretó su territorio libre de comida chatarra, y en la feria ganamos más de 60 millones de pesos que se quedaron en la comunidad”, aclara la líder la UNAL. Además, las ventas se convirtieron en ingresos para jóvenes y familias que, por primera vez, vieron una oportunidad económica ligada a la producción sostenible.
Otro resultado relevante en materia ambiental, según reportaron los gestores, es que no se registró basura, asociada a los alimentos, en hogares o calles durante la semana en que se realizó el evento.
Para Juan Pablo Ulchurt, líder indígena de Ambaló, esta decisión tiene un alcance profundo: “Queremos mejorar la salud y reducir la basura que contamina ríos y suelos. También buscamos que el agua vuelva a nuestras lagunas y cuidar los sitios sagrados que nos dan vida”.
La feria también impulsó la creación de tiendas escolares saludables, donde madres y padres preparan alimentos del territorio para sus hijos.
Los hallazgos finales de todo el proyecto aún se encuentran en consolidación para ser presentados al público en general, con el fin de extender la experiencia a otras zonas del país y estimular la adopción de prácticas sostenibles en zonas donde también se requiere este tipo de intervenciones.



