La misteriosa desaparición de hombres en Bolívar: tenían rasguños y moretones en su cuerpo
La Policía Nacional confirmó que ya investiga y tiene conocimiento sobre lo ocurrido

Departamento de Policía Bolívar
Cartagena
En La Ventura, Sucre, donde el calor sofoca hasta los pensamientos, los pescadores cuentan historias de luces danzantes en la Ciénaga Grande. Pero últimamente, las historias son más oscuras: hombres desaparecen, solo para regresar con la mirada perdida y la piel marcada como si hubieran sido víctimas de un ritual.
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Una noche, el esposo de la señora Aguas, un hombre recio que siempre había desafiado a la noche, se levantó para orinar. Nunca volvió a ser el mismo. Tres días después, lo encontraron cerca del cementerio, temblando como un niño, con los ojos inyectados en sangre y extrañas marcas en el cuello. ‘Eran ellas’, murmuraba, ‘me robaron el aliento y me dejaron vacío’.
En Zambrano, Bolívar, Francisco Contreras, un campesino conocido por su amor al vallenato y al ñeque, también sintió el llamado de la noche. Su esposa, Doña Rocío, lo buscó por todo el pueblo, preguntando a los vecinos y al cura. Lo encontró días después, en el monte, con el alma carcomida por el miedo. ‘Vi sus rostros’, balbuceaba, ‘bailaban a la luz de la luna y me ofrecieron un brebaje amargo’.
Pero no son solo los hombres quienes sufren. En las noches de luna llena, se oyen lamentos cerca de las casas, como si alguien llorara la pérdida de un amor imposible. Los más ancianos susurran que son las ánimas en pena, buscando venganza por las injusticias cometidas en vida. Algunos aseguran haber visto sombras moverse entre los árboles, figuras vestidas de blanco que desaparecen al instante.
Y así, el terror se extiende como una plaga silenciosa, alimentándose del miedo y la superstición. Los hombres se encierran temprano en sus casas, rezando para que la noche los perdone. Las mujeres encienden velas a los santos, pidiendo protección contra las fuerzas oscuras. En el Caribe colombiano, la realidad y la leyenda se entrelazan en un abrazo mortal, donde el misterio nunca descansa.
Historia escrita por el subintendente Emilio Gutiérrez, jefe de comunicaciones estratégicas del Departamento de Policía Bolívar



