¿Cómo se moldea la personalidad de los perros? Esto dice la ciencia
A través del campo de la neurociencia canina, los investigadores buscan determinar cuáles son los factores que influyen en el comportamiento del “mejor amigo del hombre”.
La estrecha relación entre los perros y los seres humanos ha llegado al punto en el que, según World Population Review, el 30% de los hogares del mundo tienen un perro. Este vínculo ha llevado a que cada vez haya mayores avances en la comprensión del comportamiento de estos animales.
Así las cosas, la ciencia no ha sido ajena a preguntarse por la asociación entre la raza de estos animales, y la manera en la que estos se desenvuelven actitudinalmente.
Tradicionalmente, se le ha adjudicado una actitud robusta y fiera a perros adaptados a la caza y al pastoreo; así como una disposición más retraída y conservadora para animales más acostumbrados a la vida en el hogar.
Sin embargo, estos estereotipos suelen ser objeto de discusión por la evidencia que sostienen quienes conviven con estos animales. No resulta extraño que alguien considere que tiene un pitbull que actúa como un Chihuahua.
Esta idea podría estar sustentada en el trabajo de un grupo de investigadores, en una rama emergente de la neurociencia, como reseña la universidad de Harvard, quienes consideran que la personalidad de los perros no está determinada por su raza, sino por una combinación de factores genéticos, relacionados con el desarrollo del cerebro.
¿Qué factores influyen, a nivel cerebral, en la personalidad de un perro?
La profesora asistente de biología evolutiva humana de Harvard, Erin Hecht, ha estado investigando sobre la personalidad de los perros a través de The Canine Brains Project, donde se intenta desarrollar el campo emergente de la “neurociencia canina”.
Hecht y su equipo han realizado resonancias magnéticas en los cerebros de casi 100 perros al año y han llevado a cabo encuestas a los dueños de los perros para comparar la forma del cráneo, el tamaño del cuerpo y la raza con las habilidades de los perros para la caza, la protección del hogar o el pastoreo.
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Según Hecht, los perros modernos tienen un neocórtex más grande, lo que les ayuda a tener una mejor percepción, capacidad de razonamiento y función motora. Esto les hace tener conductas más flexibles y les facilita la adaptación a nuevos entornos.
“Alrededor del 80% de los perros que viven hoy en el planeta son lo que se conoce como perros de aldea. Son animales en libertad que viven como comensales del hombre. Viven en la sociedad humana, pero no son animales de compañía”, de acuerdo a la autora.
Además, el equipo de Hecht ha conectado las diferencias de personalidad y habilidades en los perros a seis partes diferentes del cerebro: las regiones que controlan la motivación y la recompensa, el olfato y el gusto, la navegación espacial, la comunicación y coordinación social, la lucha o huida, y el olfato y la visión.
Más que la raza en sí, el comportamiento se ve impactado por la forma y el tamaño de la cabeza del perro. Por ejemplo, el laboratorio de Hecht ha descubierto que los perros más grandes tienen neocórtex más grandes que los más pequeños y, lo que les produce una mayor disposición al adiestramiento y menor ansiedad.
Esto, enfatiza la científica, se aplica especialmente a las habilidades durante el trabajo y entrenamiento, puesto que estos resultados no necesariamente implican que los perros con una determinada constitución cerebral estén predeterminados para comportarse de cierta manera.
“El adiestramiento es casi siempre necesario. Aún no he oído hablar de ninguna raza de perro de trabajo, en particular, que haya nacido sabiendo qué hacer”, sentencia Hecht.