Liga Italiana

John Lucumí fue titular en el empate de Bolonia ante la Juventus

El colombiano jugó de inicio a fin en la segunda fecha de la liga italiana.

John Lucumi con el Bologna (Photo by Gianluca Ricci/LiveMedia/NurPhoto via Getty Images)

John Lucumi con el Bologna (Photo by Gianluca Ricci/LiveMedia/NurPhoto via Getty Images) / NurPhoto

En la segunda fecha de la Serie A, el colombiano Jhon Locumí fue uno de los elegidos en el once inicial del Bolonia y jugó los 90 minutos por decisión de Thiago Motta. Desbordado de forma expresiva en la primera media hora, salvado en el segundo tiempo por una decisión más que discutible del árbitro Marco Di Bello, que obvió un penalti para el Bolonia con 0-1 a su favor, y rescatado por un cabezazo de Dusan Vlahovic en el minuto 80.

La pena máxima pareció muy clara. No la vio ni el colegiado ni el VAR. Ni siquiera fue a verla al monitor a pie de campo. Una decisión definitiva para el desarrollo y el desenlace. No era lo mismo entonces el 0-1 que el 0-2, de haber transformado el penalti cometido por Illing-Júnior, que derribó a Ndoye simplemente para evitar que empujara el gol a portería vacía tras un rechace.

Después, llegó el 1-1 de Vlahovic para el Juventus, más insistente entonces que brillante, pero ganador indudable de un punto. Y hasta apurado. Con el 1-1, el Bolonia tampoco se conformó. Terminó el partido en el área del Juventus. A la ofensiva.

Un empate más que valioso para el Juventus. No sólo por la polémica del penalti, sino porque la primera media hora sufrió un repaso del Bolonia. En la defensa, en el medio y en el ataque. En los regates de Ndoye, en la profundidad de Orsolini, en el recorrido imparable de Ferguson, en el control de Moro, en la firmeza de Beukema o en el espléndido manejo del balón de espaldas de Zirkee, que bajó la pelota, la controló, la jugó, que por alto se lo llevó todo y que fue un jeroglífico irresoluble para los centrales rivales.

El Juventus fue desbordado. Siempre llegó a destiempo. Táctica y técnicamente fue un fantasma detrás del plan del Bolonia que diseñó Thiago Motta. Un entrenador. El resultado al descanso lo decía todo. No sólo el 0-1 marcado por Ferguson en una imponente jugada colectiva a la que dio más vuelo el control, el giro y el pase de Zirzkee para el derechazo de su compañero escocés, con sus llegadas insistentes desde la segunda línea, sino por la nulidad con la que se desplegó el Juventus, devorado por la presión de los visitantes.

A nadie le extrañó el gol. Ya había avisado el Bolonia, apenas un minuto antes con un disparo de Ndoye. Y lo hizo después, con otro zapatazo de Ferguson.

La bronca surgió en la grada hacia su equipo, que despertó instante a instante, sin alardes, más expresiva en la intensidad, en el ímpetu, que en el fútbol. Colapsado en ataque, imponente Beukema en el centro de la zaga del Bolonia, ni cuando se replegó sufrió daños el gran bloque de Motta.

Ni Chiesa ni Vlahovic. Ni una sola ocasión contó el Juventus al descanso. Nada más un barullo dentro del área que fue lo más cerca que percibió el gol en el primer tiempo.

La historia cambió en la segunda parte, cuando el Juventus imprimió más intensidad, puso más ambición, empujó hacia su campo al Bolonia, como había hecho en el cuarto de hora final del primer acto, e incluso anotó rápidamente un gol por medio de Vlahovic, bien anulado después tras la revisión del VAR y del propio árbitro por la posición ilegal de Rabiot, clave para dificultar la visión del portero Skorupski.

Pero ya fue una advertencia clara para la resistencia visitante. Timothy Weah la incrementó, con la volea que golpeó desde fuera del área. La respuesta de Skorupski fue magnífica.

También fue una demostración de que el partido había virado. Sólo fue un rato. Atrincherado, el Bolonia defendía. Rebelado, el Juventus atacaba. La cuestión era cuánto tiempo aguantaría uno o cuándo sería capaz de empatar el otro. Fagioli alimentó más tiempo la duda. Su tiro con la izquierda sin oposición fue un despropósito.

Motta intervino con tres cambios. Su decisión frenó de nuevo al Juventus, en el que Massimiliano Allegri recurrió a Paul Pogba. No surtió tampoco efecto.

El partido era de nuevo del Bolonia, que tuvo más que motivos para quejarse instantes después, cuando otra salida perfecta de balón terminó con el remate de Zirkzee.

La parada de Perin dejó el balón suelto. El remate era para Ndoye a portería vacía, a un metro de la línea. No lo hizo porque fue derribado por Illing-Junior. Un penalti clamoroso, que le pareció a todo el mundo... Menos al árbitro y al VAR. No lo señaló el colegiado. Ni siquiera fue a verlo por el monitor.

Entre la risa irónica, incrédula de Motta, y entre el alivio para el Juventus, que sobrevivía de momento, nadie comprendió porque tal acción no fue castigada con una pena máxima. Una decisión definitiva. No en ese instante, pero sí después, cuando Vlahovic cabeceó precisamente el centro de Illing-Júnior, en el minuto 80, para el empate del Juventus, en su única ocasión en media hora.

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