Ciencia y medio ambiente

Los monjes de la Edad Media y su descubrimiento con los eclipses y los volcanes

En su observación de los eclipses lunares, los monjes de la Edad Media descubrieron algo sorprendente sobre las erupciones volcánicas

Eclipse Lunar - Getty Images

Eclipse Lunar - Getty Images / Darrian Traynor

Los eclipses lunares se producen cuando el satélite es oscurecido por la sombra de la Tierra, que impide que sea iluminado por el Sol. La Luna pierde su brillo blanco y se convierte en un delgado círculo de color rojizo.

En 1884, el astrónomo francés Camille Flammarion constató un color rojizo más oscuro de lo habitual y su vínculo con la erupción del volcán Krakatoa en Indonesia. Esa explosión fue una de las más fuertes jamás registradas y lanzó una inmensa cantidad de polvo al cielo.

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Con la erupción del volcán Pinatubo, en Filipinas, en 1991, este vínculo fue demostrado, explicó a AFP Sébastien Guillet, de la universidad de Ginebra, autor principal del estudio publicado el miércoles en Nature. Este era un paleoclimatólogo que estudiaba los archivos medievales, y se dio cuenta de que los monjes medievales registraban juiciosamente los fenómenos astronómicos, como los eclipses lunares.

“Le prestaban una atención particular a su color, por el Apocalipsis, que menciona una luna roja sangrienta”, explicó.

Hay registros de los siglos XII y XIII en donde se evidencia una actividad volcánica, así lo demuestra la erupción del Salamas, en Indonesia, en 1527. Estas erupciones al dejar su rastro en las regiones heladas fueron clave para detectar las partículas de ceniza volcánica.

En el caso de la erupción del volcán Samalas, al haber sido un momento importante pudieron afinar la cronología, que en este momento no era exacta. Así lo confirman los registros monásticos que ayudaron a establecer la cronología.

Los registros de los monjes relatan que de 51 eclipses lunares entre 1100 y 1300, al menos cinco parecían más oscuros de lo normal. “Realmente daba miedo”, escribió un monje japonés el 2 de diciembre de 1229.

Los registros de los monjes concuerdan con la información de las zonas glaciares.

Gracias a esa combinación de fuentes pudieron detallar las fechas de las explosiones, que los monjes no podían conocer porque se produjeron en lugares demasiado alejados.

Anne Lawrence-Mathers, historiadora de la universidad británica de Reading, en un comentario adjunto al estudio asegura que “Este método innovador logró detallar el año, a veces incluso el mes, de la erupción”.

“Los monjes veían una Luna oscura porque estaba obstruida por aerosoles propulsados a la estratosfera”, a más de 10 km de altura, según el paleoclimatólogo, Sébastien Guillet. Solamente las erupciones más poderosas provocan columnas de humo y cenizas tan altas.

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