¡Fuera túnicas y adiós celibato! Una monja y un cura renuncian a sus votos para casarse
Conozca la historia de dos religiosos que lucharon contra todo para estar juntos
Una conmovedora historia de amor, como muy pocas. A diferencia de lo que solemos escuchar por las calles y ver en el cine el drama que tuvieron que vivir dos religiosos luego de enamorarse, es un relato inédito entre los acostumbrados.
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Tan solo bastó un ligero roce de túnicas para que estos dos devotos decidieran renunciar a sus órdenes y poder formar una unión marital. Mary Elizabeth vivía congregada a la Orden de las Carmelitas en el norte de Inglaterra, era una monja de clausura, es decir que se le pasaba la mayoría del tiempo encerrada en su cuarto y solo tenía unos cuantos minutos al día en los que podía salir.
Después de 24 años de permanecer fiel a sus votos como religiosa Mary Elizabeth vivió una de las experiencias más extrañas que le cambiaría la vida para siempre. Tal y como ella misma lo comentó en la BBC, el roce de las mangas a la túnica de un monje en el convento de Preston, fue la revelación que la hizo cuestionar su destino como monja.
El fraile Robert visitó la congregación de monjas donde Mary Elizabeth vivía recluida, fue precisamente en esta visita que la actual pareja de esposos se conoció. La exreligiosa contó que durante aquel día la madre superiora acompaño al monje; sin embargo, en un momento debió atender una llamada por lo que fue ella la encargada de despedir al monje.
En la salida del convento, y como por obra divina, la priora tocó la túnica del fraile lo que le provocó una chispa interna:
“Sentí una química allí, algo, y estaba un poco avergonzada. Y pensé, Dios, él también sintió eso. Y cuando lo dejé salir por la puerta, fue bastante incómodo”, narró Mary Elizabeth.
Tras más de dos décadas entregada a su servicio religioso la monja sintió por primera vez que su fe se quebrantaba. Aunque en su formación como religiosa le habían educado para tratar con sentimientos que se consideran mundanos, el amor que experimentó en ese momento fue tan abrumador que no podía diferenciar si se trataba de una tentación o una revelación.
Luego de esto y de manera sorpresiva recibió el mensaje que le cambiaría para siempre su vida, el monje le había enviado una correspondencia en la que le preguntaba abiertamente si ella estaría dispuesta a dejar su orden para casarse con él. Ante el asombro Mary Elizabeth pesó que lo mejor era consultar con la superiora, pero la respuesta que obtuvo la decepcionó, la monja mencionó que lejos de recibir la guía que necesitaba, la manera en la que la superiora atendió sus inquietudes fue brusca y poco bondadosa.
El monje volvió a escribirle avisando que estaría cerca al convento y que se encontraría con un amigo suyo. En la versión de Robert, él dice que necesitaba que alguien lo aconsejara sobre los sentimientos que había despertado hacia Mary Elizabeth.
Ella meditó por un largo rato su presentarse frente al fraile, pero al final se decidió a ir por el amor de su vida, pese a la fuerte lluvia que azotaba ese día. El cura aseguró que para el momento en que la tuvo en frente sintió como su cuerpo quedó perplejo y su corazón se paralizó. Ella por su parte aseguró que no sabía muy bien cómo actuar o qué decir, ya que el haber pasado tanto tiempo como monja de clausura había limitado sus habilidades para socializar.
Cabe resaltar que hasta aquel instante ambos eran desconocidos, pues lo poco que Mary Elizabeth sabía de la vida del fraile era por las anécdotas que contó durante la celebración eucarística en el convento. Sin embargo, ella tenía ventaja sobre el monje, ya que este, por el contrario, no tenía ni la más mínima idea de quien era Mary Elizabeth, ni tan siquiera su nombre de pila.
Antes de consagrar su vida a las Carmelitas, Mary Elizabeth se llamaba Lisa Tinkler. Para Robert el hecho de haberse enamorado de la monja y haberle hecho tal propuesta de matrimonio significaba el fin de su servicio como fraile. Pero, a pesar del conflicto interno que le significaba, también sabía las repercusiones que tendría en el exterior, pues tendría que poner fin a su trabajo como catedrático para dedicar su vida a su matrimonio.
Sin embargo, el amor entre estos dos pudo más que cualquier duda y contrajeron matrimonio. Ella pasó de monja a trabajar en una funeraria mientras que Robert fue nombrado vicario de la iglesia de Hutton Rugby. Pese a que su matrimonio les obligó a deshacerse de sus túnicas, ninguno de los dos se alejó por completo de la religión, por el contrario, en la actualidad la pareja sigue prestando sus servicios a la iglesia ya no como religiosos consagrados, sino como esposos.
“Cristo está en el centro y viene antes que todo. Si lo sacáramos de la ecuación, creo que realmente no habría durado”, enfatizó Lisa.