El conteo de cuerpos en Jamundí

Los cinco cadáveres encontrados en Jamundí son un patrón de comportamiento despreciable que retrata los alcances del crimen organizado en su lucha territorial por conquistar rutas, espacios y mercados para el narcotráfico.

Allanar el camino para apoderarse de las rentas criminales en Cali, hoy día fragmentada por decenas de pequeñas organizaciones, o las rentas de Buenaventura, bastión exportador que permite controlar el tráfico ilícito hacia América Central y los Estados Unidos, es un logro delictivo sembrado con el miedo y terror ciudadano.

Para Pelusos, Eln, grupos residuales de las Farc, clan del Golfo, los Contadores o la Oliver Sinisterra, ya no son suficientes las intimidaciones y amenazas. Algunas fuentes de inteligencia consideran que el conteo de cuerpos es una estrategia macabra orquestada por esos grupos delictivos, que están dispuestos a sostenerla como un ajuste de cuentas por el control de las rentas criminales.

Los esfuerzos del Estado frente a este infame conteo de cuerpos demandan la formulación de una estrategia de política pública que recoja las lecciones aprendidas de las experiencias exitosas del pasado y las integre con nuevos enfoques de seguridad, más científicos y tecnológicos, antes de declarar a algunas regiones del pacífico colombiano como repúblicas independientes gobernadas por las rentas criminales.

El conteo de cuerpos es un índice de gestión devastador para las fuerzas militares. Las guerras del pasado y los escándalos institucionales de los últimos meses son una muestra de ello. Lamentablemente, lo que se conoció como falsos positivos, ha sido reciclado por las organizaciones criminales. En los dos casos, las comunidades más vulnerables del país ponen las víctimas. Ahora el reto consiste en detener el conteo de cuerpos como mecanismo de fuerza del crimen organizado para apoderarse de las rentas criminales.