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Dónde está la bolita

La toxicidad de Santrich

Sería grave que Santrich, que lleva un año copando la agenda judicial y política, ahora paralice la agenda del Congreso.

Donde está la bolita

La llegada de Jesús Santrich puso al Congreso en un complejo dilema frente al manejo que le deberá dar a la presencia este ex guerrillero, ahora congresista, pedido en extradición por EE.UU. por presuntos delitos de narcotráfico, pero amparado por la justicia colombiana que es la que deberá determinar su responsabilidad penal.

Santrich fue rechazado en la Comisión Séptima donde tendrá curul permanente –va a ser difícil que se pueda pasar para la Primera—y luego en la plenaria. En ambos casos su presencia acabó con las sesiones, en un momento clave del fin de periodo legislativo cuando hay premura por la aprobación de proyectos.

El rechazo se lo ha ganado a Santrich por su arrogancia, su estilo provocador y por las sospechas de estar involucrado en negocios de narcotráfico, pero, a pesar de eso, el Congreso al darle posesión acata la decisión de la Corte de reconocerle fuero y en esa medida tendrá que soportarlo hasta tanto la Corte Suprema avance en la investigación y decida su captura. Mientras no se decida lo contrario tiene derecho a voz y voto.

Políticamente el nuevo congresista está recibiendo una sanción social de sus colegas, unos de manera oportunista y otros por convencimiento ético, pero sería grave para el Congreso que Santrich, que lleva un año copando la agenda judicial y política, ahora paralice al Congreso. Pero más grave sería aun que su presencia en las curules termine por hacerle creer a la gente que el rechazo a Santrich es un rechazo del Congreso a la paz. Santrich no es la paz, como no lo son sus camaradas Márquez y el Paisa que han rehuido al llamado de la JEP. Pero mientras sea congresista el Congreso tendrá que buscar unos mínimos de convivencia.