Sobrevivir en un campo de refugiados palestinos
Jalazon es uno de los 19 campos en West Bank, queda frente a una colonia judía con la que mantienen enfrentamientos.
Sobrevivir en un campo de refugiados palestinos
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Por Andrea Aguilar El Campo de Jalazon es uno de los 19 campos en West Bank, fue creado en 1949 cuando los palestinos de Jaiffa y lugares cercanos fueron desplazados por los colonos israelís y la Cruz Roja empezó a construir el lugar para darles un hogar
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Está ubicado frente a varios asentamientos judíos y a pocos minutos de Ramala, hay problemas con la infraestructura, pero el gobierno palestino no tiene fondos para subsanarlo, la electricidad es muy vieja y necesita mantenimiento, hay una altísima tasa de desempleo debido a que es muy difícil conseguir permisos para trabajar en territorios ocupados
Mahmud Mubarak es uno de los líderes sociales, conocido por todos los habitantes del lugar que lo saludan a su paso, su hijo Ahmed de 20 años murió tiroteado por un soldado israelí cuando llegaba del trabajo y los afiches con su rostro inundan las calles
“El campo sufre constantemente de violaciones de derechos humanos, hay decenas de mártires, somos gente ocupada y tenemos derecho a resistir,” dice Mubarak mientras se fuma un cigarrillo en el cuarto de madera decorado con afiches de Yasser Arafat y la foto de su hijo que ahora es considerado un mártir
Mahmud afirma que es una cuestión de vivir con dignidad, porque ellos están a pocos minutos de la ciudad en donde la gente tiene sus casas, sus trabajos y sus carros, pero en el campo son 50 mil personas que viven en menos de un kilómetro cuadrado , más de 3 mil familias subsistiendo por debajo del nivel de pobreza con apenas un médico y dos colegios “Ellos no tiene dinero, ningún miembro de la familia trabaja, no creen que haya ninguna solución en el futuro creen que el problema seguirá creciendo y los servicios decayendo”, señala Ala una mujer que logro salir de Gaza y que nos acompaña como traductora
Nivine, otra de las traductoras que usa burka pero afirma que no lo hace por convicción sino por presión familiar, cuenta que los soldados israelíes patrullan la zona constantemente
La tarde termina en una casa en la que viven cinco familias, los hombres toman la palabra y piden no fotografiar a sus mujeres que ofrecen té y café árabe para la visita, cada una tiene cinco y seis niños que juegan en las escaleras. Ya es hora de la oración que acompaña la puesta de sol