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Latinobarómetro: ¿para dónde va la democracia en América Latina?

Expertos analizaron el papel de las élites, el inconformismo y los riesgos que representa para varios países la crisis de la democracia.

Latinobarómetro: ¿para dónde va la democracia en América Latina?

Latinobarómetro: ¿para dónde va la democracia en América Latina?

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Primer debate de candidatos y Polimétrica

Hora20 un debate para analizar a fondo los resultados de la última edición del Latinobarómetro, una medición que le toma la temperatura a la democracia a nivel regional y local. Se analizó la insatisfacción de los ciudadanos; los errores que se han cometido desde los gobiernos y la manera como estos resultados se ven reflejados en las elecciones presidenciales que vivirá la región el próximo año, así como la ola de protestas que se vivido también en varios países.

"Se acabó el tiempo cíclico donde todo comienza de nuevo en el mismo punto de partida. Ahora solo queda avanzar mejorando estas democracias que funcionan mal", es la principal conclusión y a la vez recomendación del último informe del Latinobarómetro titulado "Adiós a Macondo" en el que en 104 páginas recogen 20 mil encuestas en 18 países de la región entre el 26 de octubre y el 15 de diciembre del 2020 con un margen de error del 1%. Este informe, el primero desde 2018, hace una radiografía del estado de la democracia en América Latina después de haber pasado al menos la primera y la segunda ola del coronavirus.

Dentro de los resultados más notables está una leve mejoría entre quienes apoyan la democracia pues es del 49 por ciento; mientras que al 27 por ciento les da igual el tipo de régimen que tengamos, dejando solo a un 13 por ciento que consideraría sistemas de autocracia o dictaduras.

De otro lado, hay un amplio espectro, un 51 por ciento que cree que vale la pena perderle terreno a la democracia con tal de que los políticos le resuelvan los problemas a los ciudadanos, una tendencia en aumento ante los problemas develados por la pandemia y la ineficiencia de algunos gobiernos. Para el caso particular de Colombia, el indicador demuestra que hay un 57 por ciento de no demócratas, pues solo el 17 por ciento está satisfecho con ese sistema; el 76 cree que los gobernantes lideran en su propio beneficio, mientras que hoy solo el 43 por ciento apoya la democracia como sistema, lo que representa una caída de 11 puntos desde 2018, mientras que al 30 por ciento le da igual si vivimos o no en democracia... recordando así lo plasmado por Steve Kevistky y Daniel Ziblatt en el libro Cómo mueren las democracias al plantear que "las democracias se erosionan lentamente, en pasos apenas apreciables".

Lo que dicen los panelistas

Andrei Gómez, cofundador de Rodeemos el diálogo, investigador principal en la Universidad de Winchester, planteó que la conclusión del informe resulta contradictoria entre el apoyo a un autoritarismo difuso y las posiciones de los jóvenes, "me parece que después de que todo lo que muestra, decir que los ciudadanos apoyan una salida a un mundo más racional, equiparando mundo racional con lo globalizado y otras sociedades, realmente se revela la falta de comprensión del momento emocional que vive Latinoamérica", pues sostiene que se cae en la simplificación de las emociones como algo negativo.

Destacó que hay una profunda insatisfacción emocional con la realidad que vive la gente, por eso, cree que el pedido de las ciudadanías en América Latina consiste en tener gobiernos que sean empáticos y resuelvan las desigualdades, "algo más allá de pensar en una apuesta racional en un mundo globalizado".

Juan Carlos Flórez, historiador, exconcejal de Bogotá y autor del libro Los que sobran, afirmó que la encuesta para el caso colombiano es una campanada de alerta, "habla de un desencuentro de las élites y de una insatisfacción tal con la democracia que se acentúa", agregando que, ante la fragilidad del sistema, el cual se ha profundizado en los últimos cuatro años, "se agrava ante la actitud de las élites ante la democracia". Sobre ese asunto, dijo que le preocupa la posición de las élites, "el respaldo mayor hacia la democracia viene de clases medias hacia abajo y el desprecio y desdén está desde clases medias altas hacia arriba".

Por último, rescató que, al haber desconfianza y desplome de la credibilidad de las instituciones, se abre el terreno para liderazgos personalistas, un fenómeno, el cual se podría ver reflejado en las condiciones políticas que hoy tiene El Salvador.

María José Urzua, internacionalista, estudiante de doctorado en la Universidad de Princeton, explicó que parte del descontento actual y del descenso que se ve después de tener en 2010 el año cumbre en apoyo a la democracia, estaría relacionado con el fin de la bonanza económica hacia el año 2012 y el desencanto de la ciudadanía por los gobiernos de izquierda que estaban en el poder hace un par de años; factores, que comenta, van mucho más allá de los efectos actuales de la pandemia.

Frente a la situación en México, su país de origen comentó que se está ante una democracia limitada por el poder que ha ejercido AMLO en el recorte a algunas instituciones, recortes que cree, terminan afectando la capacidad en la lucha contra la corrupción y debilitando las capacidades estatales.

Para Ricardo Ávila, analista senior del diario El Tiempo y consultor, la encuesta es la demostración de que las personas no quieren volver a la vieja normalidad, "el mensaje sobre todo es que se espera que esta reapertura traiga cambios reales en la manera como funcionan los países de Latinoamérica, en la creciente intolerancia en la falla de las instituciones y el problema de legitimidad en instituciones", pues afirma que la gente está dispuesta a ensayar personas que arreglan los problemas independiente del tipo de gobierno y, "eso abre la puerta a autocracias y populistas".

De otro lado, afirmó que hay contradicciones como las que se reflejan en la "cultura de la trampa", pues recuerda que la gente le exige más al Estado, pero al tiempo hay actitudes de la ciudadanía como buscar la forma de pagar menos impuestos o inventar excusas para no ir a trabajar. "Esto devela comportamientos individuales que demuestran actitudes colectivas contradictorias", concluyó.

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