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El codito

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Gustavo Gómez

Arrancando semana, mientras el gobierno nos ponía a volar por las nubes con la rimbombancia y el eufemismo de la ley de solidaridad sostenible… y nos despistaba con promesas de subsidios, extensiones del ingreso solidario, gratuidad de la educación y otras hierbas, aquí les contamos cómo iba a ser el asunto.

No solo en materia de montos por recaudar: tuvimos la primicia de lo que iba a pasar con la renta, con el IVA, con la canasta familiar, con el impuesto a dividendos de personas naturales, con el apretón a los empresarios… Les cantamos el golpe. Un golpe alrededor del cual gira esta mañana un certero editorial del diario La República.

El editorialista coincide con nosotros en que no puede “pasar desapercibida la idea del Ministerio de Hacienda de elevar el impuesto al patrimonio del 1% a 3% y hacer saltar un recaudo cercano a $1,5 billones a la cifra de $3 billones”. La frase es contundente y la entiende cualquier colombiano: no se puede borrar con el codo lo que se está haciendo bien con la mano. Y el borrador es de un tamaño descomunal: 25 billones.

Como adelantamos en 6AM, los empresarios quedaron de una pieza: el Iván Duque de campaña, que les prometió a los empresarios solo mano fuerte contra la delincuencia, pero a ellos alivio tributario, se esfumó, como “Mi bella genio” regresando a la lámpara que encontró el mayor Nelson cuando cayó del espacio.

Después de dos fracasos en materia de reforma, le cuaja la tercera al gobierno Duque, y la enrolla como un látigo húmedo en los cuellos de quienes lo apoyaron en campaña y ahora se han quedado viendo el chispero.

Tras esa confianza de gesta electoral llegaron muchos capitales al país de los visos naranja, pero la naranjada se está convirtiendo en ácido jugo de toronja. Como bien dice La República, “dichos capitales serán castigados con más impuestos; desatando toda suerte de calificativos de inseguridad tributaria. Y si este impuesto al patrimonio de 3% sigue su curso sin medir las consecuencias para los empresarios e inversionistas, generará sin duda una diáspora inevitable para 2022”.

Capitales que generan empleo y que ayudan a que más colombianos jóvenes se ubiquen de manera formal. Esos mismos jóvenes, ahora desencantados, de los que ayer hablaban Pascual Gaviria y Vanessa de la Torre. Jóvenes a los que les dieron en la torre, y, en cambio de ayudarlos en momentos de difícil consecución de empleo y oportunidades, el gobierno los premia con la invitación a tributar.

Poco a poco iremos teniendo que asimilar el tamaño de un despropósito parido en años de crisis y necesidad, de desempleo y preocupación. Tributar, dirán, es una obligación cívica. Claro que sí. Pero tributar respeto al gobierno no se logra a punta de aplanadora y pupitrazos. Entró el presidente a Palacio en hombros del empresariado. No será así su salida.

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