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Real regulación virtual

No puede alguien escudarse en ser influencer, y sugerir el uso de medicamentos y productos que no tengan registro del Invima.

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La opinión es libre. Y ya, acabó el editorial de hoy. ¿Qué más va uno a decir frente a una frase tan sencilla como contundente? La opinión no conoce de barrotes, pero como en Colombia, además de barrotes, hay Barretos, es necesario hacer un par de consideraciones.

Uno de esos Barretos, Andrés Barreto, Superintendente de Industria y Comercio, está hablando de quienes opinan en el mundo digital, pero cobrando por lo que recomiendan. Un mundo en el que algunos creen no operan las leyes de la ética, el respeto, la prudencia y el decoro. Como si las redes estuvieran no aquí sino en un planeta cercano a Alfa Centauri.

El Superintendente está diciendo cosas muy juiciosas, y no deben ser entendidas como restricción o censura. Está planteando, y hay que oírlo, que es necesario un autocontrol, una autorregulación de quienes en redes parecen opinar y recomendar, pero realmente están ejerciendo una actividad comercial, esto es, remunerada.

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Barreto tiene una obligación legal: defender al consumidor. A usted y a mí, a su mamá, a su vecino, a su jefe, a su hermano y a su compañero de trabajo. A todos. Y esa obligación se ejerce en el mundo real, el cual, aunque algunos digan que no, incluye el mundo virtual. El mundo virtual no es otra dimensión; es un aspecto técnico de nuestra humanidad.

Barreto parte de un presupuesto fundamental: una cosa es recomendar de manera libre y espontánea, y otra enviar el mensaje de que es así, pero en realidad hay un pago de por medio. Y el que quiera cobrar por trinar, que cobre, pero que lo diga y que, además, se atenga a las reglas del consumo y del comercio, porque su actividad está apuntalada en el cobro de unos dineros.

Barreto no quiere ahogarnos en normatividades, sino proponer una especie de código de conducta que libremente acepten y respeten los que ejerzan esta actividad en redes. Quien cobra por recomendar, está entrando en los terrenos de la publicidad y ahí hay restricciones en aspectos como el del tabaco y licores, que deben respetar unos horarios. De igual manera, por citar solo otro ejemplo, no puede alguien escudarse en ser influencer, y sugerir el uso de medicamentos y productos que no tengan registro del Invima.

Sensata y positiva la posición del Superintendente, que ha dicho estar trabajando en ese documento de autorregulación después de muchas conversaciones con quienes se dedican a influir comercialmente en redes. Antes de tres meses conoceremos los resultados de este proceso sano de concertación que redundará en beneficio de todos los que estamos expuestos al bombardeo digital.

No será una frase muy del mundo digital, pero “las cuentas claras y el chocolate espeso”. Y que, si hay nata, no se quede en el fondo de la chocolatera y la veamos flotar todos.

 

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