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Indígenas de Altos del Tigre sufren confinamiento

Los asesinatos de jóvenes padres indígenas obligan a la comunidad a acoger y criar a sus huérfanos.

Indígenas de Altos del Tigre sufren confinamiento

Indígenas de Altos del Tigre sufren confinamiento / CARACOL RADIO

Medellín

Don José Cruz Nisperuza tiene que caminar durante seis horas desde su casa en un resguardo indígena de Cáceres hasta la cabecera urbana municipal a exponer cualquier inquietud, hacer una diligencia, buscar soluciones para su comunidad o simplemente abastecerse.

Don José Cruz Nisperuza no se cansa de hacer esas vueltas ni de implorar por una mayor presencia de los gobernantes, de las autoridades del Estado en su vereda Altos del Tigre.

Y lo hace como cabeza, como líder de esta población nativa que lo tiene como su gobernador

Las comunidades indígenas tampoco ha sido ajenas al conflicto armado del bajo Cauca, donde hoy la fuerza pública tiene más de cinco mil uniformados en una Fuerza de Tarea que se propone mantener la tranquilidad y la protección en las áreas urbanas, rurales y en los resguardos indígenas.-

A pesar de esta nutrida presencia estatal de fuerza y trabajo con las comunidades, sigue siendo notorio y temerario el control de los ilegales en algunos sectores, según denuncia la población.

Indígenas victimas

En el municipio de Cáceres hay un pequeño resguardo de la comunidad indígena Senú que se asentó en la vereda Altos del Tigre hace poco menos de medio siglo. 50 años atrás, esta comunidad de nativos estaba afincada en el sur de Córdoba. Viven de la actividad agrícola y sus costumbres ancestrales son defendidas hasta el cansancio. Carecen de una adecuada comunicación directa, inmediata con la cabecera urbana porque la señal de celular no llega. El caserío tiene una escuela en precarias condiciones porque se está hundiendo el piso de las dos únicas aulas de clases.

Viajes a pie

Este territorio queda a seis horas de camino, a pie, desde el pueblo. Este recorrido tienen que hacerlo con frecuencia para abastecerse de víveres que la tierra, en su resguardo, no produce, o para buscar ayuda, o para desplazarse a protestar o a buscar refugio ante las agresiones de los criminales.

Aunque el conflicto es el mismo, esta comunidad vive algo muy particular: los miembros de esta población indígenas se protegen entre sí. Cuando un padre o madre es asesinado por grupos armados, los huérfanos, hijos menores de edad, son acogidos en la comunidad mientras logran instalarlos con sus parientes más cercanos o se quedan en el lugar, y allí con sus mayores, aprenden a resistir los embates de la violencia, a los grupos delincuenciales que tienen al bajo Cauca en una cruenta guerra entre el Clan del Golfo y los Caparros, entre otros.

Nos ha tocado recoger a las familias que se quedan: unos se han ido para otras partes donde tienen la familia, o se van a otros departamentos. Nosotros hemos visto muchos asesinatos y desplazados, mucha gente”, le confesó a Caracol Radio, don José Cruz Nisperuza, gobernador indígena.

Don José Cruz carga una zozobra que le carcome día y noche: los desplazamientos de los campesinos por la presión de las fuerzas irregulares, y el abandono del Estado.

Las familias huyen desesperadas por las agresiones de los irregulares con sus miembros, por las exigencias económicas extorsivas, o el reclutamiento de sus muchachos. Y les duele, y sufren y claman protección y esperan.

Pero también sienten la ausencia del Estado cuando saben, miran, lamentan que la escuela de primaria tiene dos salones y los pisos se están hundiendo. Y, al mismo tiempo se consuelan: "las condiciones son precarias pero los niños tienen un lugar para asistir a clase y recibir las primeras clases”.-

 

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