Marcial Alegría, un cordobés estandarte del arte primitivista de Colombia
En medio del polvo de un humilde corregimiento de Lorica, vive el emblema más grande del arte primitivista de Colombia
Nació y creció en el campo, como jornalero y vendiendo frutas en las calles se ganaba su sustento. A sus 35 años vio una película mexicana en un maltrecho teatro de Lorica, Córdoba, y allí se originó su amor por la pintura. Hablamos de Marcial Alegría, el pintor primitivista más representativo de Colombia. Hoy, a sus 82 años, vive en la pobreza en su natal San Sebastián, corregimiento de Lorica, y cuenta con orgullo hasta dónde lo llevó su arte, que aún lo acompaña.
Marcial vio en el teatro Colombia de Lorica por allá en 1970 una película mexicana de nombre “Mi barrio es quinto patio”, en ella, un niño se gana el respeto y sale adelante gracias a pintar hermosos murales con carbón. Nuestro protagonista, al terminar de ver la película, no tuvo otra expresión sino decirle a su mujer “vaya a comprarme 10 cartulinas y 6 tarritos de pintura que me voy a poner a pintar, no pude dormir esa noche de pensar cómo el niño de la película logro todo solo pintando”.
Marcial inició pintando figuras representativas de su vereda, las peleas de gallos, la corraleja, las matronas rumbo a misa y rasgos autóctonos que posteriormente serían reconocidos por un turista gringo, “el tipo apellido Royce si mal no recuerdo, hablaba difícil el español, cuando llegó a la casa dijo ¡oh, pintura primitivista!, y le preguntó a mi mamá que quién era el maestro”, cuenta Marcial. “Yo en ese momento no sabía ná’, si era primitivista o costumbrista, yo sólo pintaba y ya”.
El gringo le pidió a Marcial que le vendiera varias obras, y este accedió por 50 pesos de la época cada una. Cuenta nuestro pintor que unas palabras del gringo calaron en él tan fuertemente como aquella película mexicana, y lo motivaron a seguir pintando. “El gringo me dijo: maestro usted tiene un arte muy bueno, siga pintando que eso lo llevará a ser reconocido en Colombia e internacionalmente”, dice Marcial.
Y allí empezaron los resultados. A las polvorientas calles de San Sebastián empezaron a llegar turistas, europeos y gringos principalmente, a preguntar por el maestro Marcial Alegría. De a poquito fueron llegando y no tardó en hacerse conocido en Córdoba y parte de la región Caribe. “Ahí sí empezaron a llegar funcionarios del gobierno de la época y algunos interesados en esto. Me llevaron a exposiciones en Montería, Cartagena, Barranquilla y Bogotá”, relata.
Y ahí se fue formando la bulla, como dice Marcial. Los contratos llegaban y los compradores también, por fin dejó de vivir arrendado para hacerse una casita de material en 1971, como la que soñaba después de ver la que compró el niño mexicano en aquella película. “Me costó 6.000 pesos, y hoy está igualita a como la construí. Está toda descuadernada, pero no la voy a romper porque es una reliquia, es un regalo que Dios me dio”.
Tal vez el mejor momento para Marcial llegó en los 80, vendió desde entonces cuadros a personas de países como Francia, Hong Kong, Estados Unidos, Canadá, España y Alemania. Recuerda con felicidad que recorrió 18 países exponiendo su arte primitivista. “De poco me sirvió en dinero eso, porque la plata se me fue en pasajes, hoteles y necesidades”, dice.
Marcial recuerda su último viaje al exterior, en 2015 a Miami. “Allí me invitaron a otra exposición en París, pero yo tengo que buscar mi pasaje. Acudí a entidades estatales pero qué va, aquí no hay apoyo para el artista. Medio pasaje es lo que necesito para mi otra exposición”, se lamenta. Marcial sigue en su humilde vivienda, rodeado de cuadros primitivistas a la espera de amantes del arte que lleguen a comprarlos. Los vende desde 20.000 hasta 2 millones de pesos, dependiendo del tamaño y las figuras.