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La Nochebuena llegó al asilo Nuestra Señora de La Candelaria en Magangué

La Policía Nacional sorprendió a los abuelos

Policía de Bolívar

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La Nochebuena suele oler a hogar, a mesa compartida y a voces que se buscan. Pero para muchos adultos mayores del Asilo Nuestra Señora de La Candelaria, en Magangué, la Navidad había llegado otras veces en silencio. Este año fue diferente.

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En el marco de la estrategia Navidad con Propósito, la Policía Nacional de Colombia decidió tocar esa puerta donde viven los abuelos que el tiempo y la vida fueron dejando atrás. El asilo, acompañado por la Arquidiócesis de Magangué, las monjas que los cuidan con paciencia infinita y el sacerdote del recinto, fue escenario de una jornada que no llevó uniformes fríos, sino manos abiertas y corazones dispuestos a escuchar.

Hubo una cena sencilla pero cargada de sentido, regalos envueltos con cariño, música que despertó recuerdos dormidos y bailes tímidos que poco a poco se volvieron sonrisas. Algunos rieron fuerte; otros lloraron bajito. En medio de la celebración, un adulto mayor se acercó a un uniformado y, con la voz quebrada, confesó que estaba solo, que su hijo ya no volvía. Ese momento, breve y profundo, recordó que la Navidad también duele… y que acompañar es una forma de sanar.

“El mayor regalo que podemos dar esta Navidad es nuestra presencia. Escuchar a nuestros abuelos, mirarlos a los ojos y decirles que no están solos también es servir a la patria”, manifestó el coronel Alejandro Reyes Ramírez, comandante del Departamento de Policía Bolívar.

Para muchos de los abuelos, esa visita fue más que una actividad institucional: fue un reencuentro con la esperanza. Algunos tomaron la mano del uniformado sin decir palabra; otros contaron historias de su juventud, de hijos lejanos y de navidades que aún guardan en la memoria. En cada relato hubo nostalgia, pero también alivio, porque alguien se quedó a escuchar hasta el final.

Mientras avanzaba la tarde, el asilo se llenó de una calma distinta. Las luces, los villancicos y las risas dejaron una huella que no se apaga con el paso de las horas. Fue la certeza de que todavía hay gestos capaces de iluminar la soledad y de que la Navidad cobra verdadero sentido cuando se comparte con quienes más la necesitan.

La actividad no fue solo una visita. Fue un abrazo colectivo, un mensaje de dignidad y una promesa silenciosa: la Policía Nacional también está para cuidar a quienes ya caminaron toda una vida. Porque la seguridad empieza cuando alguien se siente visto, escuchado y amado.

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