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René Guerrero y la nueva mentalidad que está redefiniendo al empresario latino

En el ecosistema empresarial de Latinoamérica, hay un patrón que se repite en voz baja: dueños exhaustos, atrapados en la operación, sosteniendo con las manos un negocio que depende por completo de ellos

En el ecosistema empresarial de Latinoamérica, hay un patrón que se repite en voz baja: dueños exhaustos, atrapados en la operación, sosteniendo con las manos un negocio que depende por completo de ellos

En el ecosistema empresarial de Latinoamérica, hay un patrón que se repite en voz baja: dueños exhaustos, atrapados en la operación, sosteniendo con las manos un negocio que depende por completo de ellos

El típico “héroe empresarial” que hace de todo —vende, produce, resuelve, cobra y apaga incendios— sigue siendo la norma. Lo extraordinario es lo contrario: encontrar a quienes rompen ese modelo y construyen empresas que funcionan sin su presencia permanente. René Guerrero pertenece a esta minoría que decidió dejar de ser operario para convertirse en arquitecto de sistemas empresariales capaces de escalar con orden y libertad.

Ingeniero de sistemas de formación, con maestría en ingeniería y computación, René aprendió desde joven a mirar el mundo con lógica de procesos. Antes de hablar de negocios, antes de convertirse en mentor, su vida giraba en torno a estructuras, arquitecturas y métodos. Esa visión, que entonces parecía puramente técnica, se transformaría años después en la base de un modelo que hoy impulsa a dueños de empresas en Latinoamérica y Estados Unidos a liberarse de su propio negocio.

Su historia profesional comenzó como emprenden tantos: con una primera empresa que parecía prometedora en papel, pero que lo convirtió en su propio empleado. Esa compañía de ingeniería lo enfrentó a una verdad incómoda: él era el dueño, sí, pero también el programador, el vendedor, el soporte, el gestor de clientes y la persona que resolvía todo lo que se rompía. “No tenía una empresa —resume—, tenía un trabajo exigente disfrazado de emprendimiento”. Si él no trabajaba, nada avanzaba.

Buscando un cambio, abrió una panadería artesanal. Pero la realidad se repitió con precisión quirúrgica. Cambió el giro; no cambió el sistema. Seguía siendo él quien abría, cerraba, producía, vendía y cuidaba cada detalle. El negocio era suyo, pero su vida también era del negocio. Esa contradicción fue el punto de quiebre. En medio del agotamiento, emergió una pregunta que cambiaría su trayectoria: si podía diseñar sistemas para automatizar procesos complejos, ¿por qué no podía diseñar un sistema para automatizar una empresa?

Lo que siguió no fue un golpe de suerte, sino un proceso de años: certificaciones, mentorías con expertos en España y otros países de Latinoamérica, lecturas, pruebas, errores y un estudio profundo del comportamiento de los dueños y la estructura de las empresas tradicionales. Con el tiempo, destiló todo ese aprendizaje en una premisa distinta: los negocios no crecen porque el dueño trabaje más; crecen porque los sistemas están bien diseñados.

Ese cambio de enfoque dio origen a su programa *De Operario a Empresario*, un método que entrelaza ingeniería, procesos, cultura organizacional, ventas, finanzas, delegación y liderazgo estratégico. No es un programa motivacional ni una colección de frases inspiradoras: es arquitectura empresarial pura. La premisa es contundente: una empresa no es su producto, sino la máquina que permite entregarlo. Y si esa máquina no está diseñada, medida y optimizada, el dueño queda atrapado como pieza indispensable.

René insiste en que el corazón de cualquier negocio es el cliente y el problema que se resuelve, no el producto. Una vez definido eso con claridad, viene lo que él llama “la ingeniería del negocio”: marketing para atraer, ventas para convertir, operaciones para entregar valor, finanzas para sostener la estructura y cultura para asegurar que el equipo ejecute sin depender del dueño. Todo con procesos, indicadores e independencia operativa.

En sus consultorías, ha identificado errores recurrentes que frenan el crecimiento. Uno de los más dañinos es confundir “crecer” con “escalar”: vender más trabajando más horas no es escalabilidad, es agrandar la jaula. Otro error común es delegar sin procesos: contratar a alguien, darle un área y esperar milagros. Sin entrenamiento, indicadores ni roles definidos, la frustración es inevitable. También advierte sobre el peligro de “escalar el caos”, que ocurre cuando las empresas invierten en marketing y atraen más clientes sin haber resuelto su operación interna. La facturación sube, pero el estrés crece aún más rápido.

Skills Up Business, su consultora, nació precisamente para combatir esa realidad. Tras años trabajando con cámaras de comercio, aceleradoras y programas regionales, creó un modelo que enseña a los dueños a salir de la operación diaria y a construir empresas que funcionan sin ellos. Para René, esa libertad empresarial es personal: no significa ganar una cifra estándar, sino poder sostener el estilo de vida que se desea sin depender del trabajo operativo.

Entre sus casos más representativos está el de Jesús, dueño de un dealer de autos usados en Tucson, Arizona. Facturaba bien, pero todo dependía de él. Cuando intentó abrir una segunda sede, el modelo se derrumbó. Con el trabajo estructural adecuado —procesos, roles, métricas, cultura y delegación del 80% de la operación— su negocio dejó de apoyarse en su presencia y empezó a sostenerse en un sistema replicable. Más allá del éxito, lo transformador fue el cambio de mentalidad: Jesús dejó de verse como operario y empezó a pensar como verdadero empresario.

Como inversionista, René solo apuesta por negocios que pueden convertirse en sistemas. No invierte en ideas brillantes con dueños agotados, sino en estructuras que pueden delegarse y escalar, y en empresarios dispuestos a crecer internamente para que sus empresas también lo hagan. Su visión tiene un trasfondo social: cuando un dueño deja de operar y empieza a dirigir, libera tiempo, genera empleos de calidad y fortalece la economía local.

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Hoy, sus planes incluyen un club internacional de empresarios, participación en eventos en toda Latinoamérica y la comunidad latina en Estados Unidos, y el sueño de construir una “Universidad del Empresario”. Su mensaje final es siempre el mismo: una empresa crece en la medida en que crece la mentalidad del dueño. Y ese es, quizá, el legado más profundo que está dejando: un nuevo diseño mental para los empresarios que buscan libertad.

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