Andrea Alfonzo - Larrain : la directora creativa que hackea cerebros ajenos (con permiso)
Es saber conectar y en eso, nadie lo hace como ella
Es saber conectar y en eso, nadie lo hace como ella
Andrea Alfonzo-Larrain no encaja del todo en una sola definición, y probablemente eso es justo lo que la hace tan buena en lo que hace. Nació en Caracas, tiene base en Miami, y opera en ese universo donde el diseño gráfico, la dirección creativa y la estrategia visual se cruzan como líneas en una libreta de bocetos.
En sus propias palabras, no es experta en nada, pero es curiosa sobre todo. Y si eso suena a defecto, ella misma se encarga de corregirte: “En este campo, eso no es una falla… es una función”. Porque Andrea no está aquí para saberlo todo. Está para saber quién sabe qué, cómo piensan, y cómo lograr que esas mentes se enciendan juntas en el momento justo.
Ella lo llama “prestar cerebros”. Literal. “Me siento con un creativo—un fotógrafo, un tipógrafo, un escenógrafo—y por un rato hablo su idioma. Entiendo su lógica, me meto en su proceso y lo integro al mío. Es como una especie de metamorfosis mental. Raro, pero muy útil en lo que hago.”
¡Y funciona!. Desde 2018, ha construido una carrera donde más que diseñar piezas, diseña sistemas de colaboración creativa. Ha trabajado como directora creativa en I AM Branding, desarrollando campañas que nacen desde cero, y que requieren no solo buen gusto, sino visión. ¿El secreto? Entender no solo qué quiere decir la marca, sino cómo decirlo con el tono visual correcto, la tipografía precisa, y si es necesario, una animación que lo eleve todo.
Después vino GUT, una de las agencias independientes más premiadas del mundo. Andrea entró como pasante, pero no cualquiera: se unió a equipos que trabajaban campañas para Google, Coca-Cola y Popeyes. No fue una más tomando notas en las reuniones; fue parte del proceso creativo, metida en sesiones diarias con mentes ganadoras en Cannes, empujando ideas que conectan culturalmente y funcionan en todos los formatos, desde social hasta OOH.
Casi al mismo tiempo, diseñaba para Sinclair Broadcast Group. Mientras trabajaba campañas para marcas como T-Mobile, también lideraba la renovación estética de la compañía: nuevos templates, nuevo look, nueva energía. Su rol no era simplemente gráfico. Era estratégico. Pensar cómo fluye una marca, cómo se mueve, cómo respira. Y ajustar los procesos internos para que el diseño no sea un cuello de botella, sino un motor.
Pero su radar creativo no termina en las agencias. Es como una especie de Wi-Fi humano con memoria infinita. “Soy un directorio ambulante (si leíste Rolex en vez de Rolodex, también está bien). Me acuerdo del tipo que conocí en un taller que hacía lettering con cepillos de dientes. Del diseñador sonoro obsesionado con el canto de las cigarras. Me acuerdo por qué importan. No solo armo equipos, armo ecosistemas.”
Y aunque suena caótico, Andrea lo disfruta. Es esa persona que conecta los puntos que nadie más ve, que absorbe caos y lo transforma en dirección. En ideas que se entienden, que emocionan, que funcionan. Quizás por eso ha sido reconocida con premios y nominaciones en Young Lions, Graphis, Young Ones y Top Dog. Pero si le preguntas, lo que más le importa no es el trofeo, sino la energía que se genera cuando las personas correctas trabajan juntas.
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Hoy, sigue metida en el mundo creativo, sí, pero siempre desde el borde, empujando hacia lo nuevo. Porque Andrea no diseña desde lo seguro. Diseña desde la posibilidad y aunque no se autodenomine experta, hay algo que tiene muy claro: en esta industria, lo que realmente importa no es solo saber diseñar.