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El cellista Simón Ablan celebra 20 años de trayectoria en la música

En tiempos de aceleración, su cello insiste en la profundidad y en la paciencia; en la sala de ensayo, en el aula, en el foso del ballet o en el cuarteto, ese sonido hondo que lo conquistó a los once años sigue creciendo y no parece tener techo

El cellista venezolano Simón Ablan celebra 20 años de trayectoria en la música

El cellista venezolano Simón Ablan celebra 20 años de trayectoria en la música

En Barquisimeto, una ciudad al occidente de Venezuela, donde el aire parece templarse en clave de sol, un niño de once años cruzó por primera vez las puertas del famoso Conservatorio Vicente Emilio Sojo. Lo guiaba su madre, y la curiosidad. “Nací en Barquisimeto, la ciudad musical de Venezuela. Desde muy joven, mi madre me inculcó el amor por la música, y a los 11 años me llevó por primera vez a ese lugar, para ingresar a la orquesta de iniciación y tomar clases de teoría musical”, recuerda hoy Simón Ablan, al cumplir dos décadas de vida artística. No sabía entonces qué instrumento elegir. Probó varios, tanteó sonidos, esperó la chispa. Llegó cuando entre sus brazos descansó un violonchelo: “Me cautivó por su sonido profundo y envolvente, además de la comodidad que sentía al tocarlo. Desde entonces, el cello se convirtió en mi gran pasión”.

Con el tiempo, ese flechazo se volvió oficio y destino. “Estudiar música, conocer la historia detrás de cada obra y trabajar con distintos repertorios y directores me hizo darme cuenta de que este era mi camino”, cuenta. No fue una epifanía aislada, sino una disciplina sostenida: el Conservatorio lo formó durante más de una década, de 2002 a 2013, y la Academia Latinoamericana de Violoncello lo llevó a seminarios internacionales y ensambles bajo la guía del maestro William Molina Cestari entre 2005 y 2008, una etapa decisiva para su técnica y su oído histórico.

A los 17 ya enseñaba. “Desarrollé un alto nivel técnico y control del instrumento, lo que me permitió comenzar a enseñar desde muy joven. A los 17 años ya me desempeñaba como profesor de violonchelo e instructor seccional de orquesta”, relata. Y esa vocación no se detuvo, entre 2013 y 2021 fue profesor de violonchelo y cuerdas bajas en el mismo conservatorio donde se formó como niño, con clases individuales y grupales, dirección de ensayos seccionales, preparación de estudiantes para festivales y audiciones, y evaluación continua del progreso. Allí aprendió que el escenario y el aula no son mundos opuestos, sino vasos comunicantes.

El impulso de compartir saberes terminó por revelar su norte. “Dentro de todas las áreas que abarca la música, disfruto mucho tocar en orquesta y, sobre todo, enseñar a mis alumnos. Siento que he encontrado mi verdadera vocación en la docencia, en transmitir mis conocimientos y ver cómo los jóvenes crecen musical y personalmente a través del cello”. Ese hilo pedagógico lo acompaña hoy en Estados Unidos: desde 2022 es profesor seccional de violonchelo en El Sistema Texas; en 2023 se sumó como profesor de violonchelo en los programas orquestales del distrito escolar de Katy (Katy ISD); y desde 2022 imparte clases privadas en Symphony Music Academy, donde prepara estudiantes para recitales y evaluaciones estandarizadas.

Su agenda no se reduce al aula. En 2024 se incorporó como cellista invitado del Texas Symphonic Ballet, aportando el pulso en vivo a producciones que piden precisión y sensibilidad, y ha sido invitado a tocar en Latinus Quartet, un ensamble de cámara que cruza repertorio clásico y latinoamericano en escenarios educativos y culturales de todo Texas. Ese mismo año, su interés por el impacto social de la música lo llevó a convertirse en becario del Teaching Artists Training Institute (TATI), una residencia que profundiza en pedagogía artística, compromiso comunitario y liderazgo educativo. “Creo que mi mayor diferencial es la pasión con la que hago cada cosa. Me gusta investigar sobre los compositores, entender el contexto histórico y emocional de cada obra, y buscar la mejor forma de interpretarla”, dice. “Esa conexión profunda con la música es lo que me inspira a seguir estudiando y mejorando cada día.”

La escena venezolana marcó sus primeras grandes experiencias orquestales. Tocó con la Orquesta Sinfónica Infantil Nacional de Venezuela en 2010 bajo la batuta de Sir Simon Rattle —un programa que unió a Gershwin, Ginastera y Mahler— y con la Orquesta Sinfónica Juvenil del Estado Lara en proyectos con Gustavo Dudamel, Joshua Dos Santos y Diego Matheuz, abordando desde la Segunda de Mahler y Los Planetas de Holst hasta el Triple Concierto de Beethoven y la Novena. También participó en 2013 en el Dvořák para violonchelo con William Molina y en 2014 en la Cantata Criolla de Estévez y Santa Cruz de Pacairigua de Castellanos, una ruta que afianzó su comprensión de la tradición y del repertorio sinfónico latinoamericano.

Ablan no concibe la interpretación sin contexto. Por eso su repertorio solista luce como una conversación entre escuelas y épocas: del lirismo decidido del Concierto en la menor de Saint-Saëns y la energía juvenil del Concierto n.º 1 de Kabalevsky al tono elegíaco del Concierto en mi menor de Elgar; del clasicismo depurado del Concierto en do mayor de Haydn al dramatismo romántico del Concierto n.º 1 en re menor de Lalo. Entre esos pilares, vuelve una y otra vez a la arquitectura íntima de las Suites para violonchelo de Bach —las primeras cuatro, en su caso—, territorio donde el instrumento se confiesa sin artificios.

La formación académica completó un perfil amplio. A la sólida base del conservatorio, se sumaron los seminarios de la Academia Latinoamericana de Violoncello —con docentes como William Molina, Philippe Tribot, Kristine Leitner y Jeanet Anthony— y un recorrido teórico que abarcó Lenguaje Musical I-IV y Armonía I-II. Ya en 2019, culminó la Licenciatura en Administración de Empresas en la Universidad Centro Occidental Lisandro Alvarado (UCLA), una perspectiva que hoy aplica al diseño de programas, organización de recitales y gestión de proyectos educativos.

Si hay una constante, es la docencia como misión. “Me defino como una persona dedicada, estudiosa y apasionada por la música, siempre en constante búsqueda de aprendizaje y crecimiento tanto personal como profesional”, afirma. Esa ética se palpa en su trabajo con jóvenes de todas las edades y niveles, en su método que combina técnica, historia y escucha atenta, y en la convicción de que cada clase abre caminos de autonomía y expresión. Hoy, además, su día a día entre Katy ISD, Symphony Music Academy y El Sistema Texas confirma que el ecosistema ideal del músico-educador se construye a varias manos: escuela, comunidad y escenario.

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Veinte años después de aquel niño frente al cello, el artista mira atrás sin nostalgia y adelante sin prisa. “Al principio no sabía qué instrumento elegir…”, recuerda, como quien vuelve a un punto de partida para medir el trayecto. La respuesta, ahora, suena clara: la música no fue un atajo ni un accidente, sino una elección repetida a diario. En estas dos décadas, Ablan hiló un lenguaje propio: uno que investiga antes de hablar, que enseña mientras interpreta, que pone al estudiante en el centro sin abandonar el rigor del repertorio.

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