Ana Juanola: La arquitecta de historias que conecta emociones con precisión quirúrgica
El mundo de la producción audiovisual se ha beneficiado del talento de esta productora mexicana
El mundo de la producción audiovisual se ha beneficiado del talento de esta productora mexicana
Su carrera, forjada entre su natal México, Estados Unidos y un puñado de idiomas, se distingue por una combinación poco común de sensibilidad artística, rigor organizativo y una visión humana que impregna cada proyecto. Más que una productora, Ana Juanola se ha convertido en una traductora de emociones complejas al lenguaje cinematográfico, una arquitecta que diseña historias desde sus cimientos hasta su realización tangible.
Raíces creativas: entre la estructura y la emoción
“Ser productora es una mezcla del mundo en el que crecí: estructura, introspección personal, búsqueda creativa y resolución de problemas”, afirma Ana, y no es una frase decorativa. Creció entre arquitectos, ingenieros, psicólogos y diseñadores. Su infancia estuvo marcada por tardes de cine con sus abuelos, visitas a Blockbuster con sus hermanas y noches leyendo bajo las sábanas. La narrativa fue, desde siempre, su hogar.
En un principio, pensó estudiar psicología. Le interesaban las emociones, los mecanismos de la mente. Pero con el tiempo comprendió que las películas también exploran esas capas humanas. “En el cine, tienes el poder y la responsabilidad de manejar las emociones del público. Eso me fascinó”, confiesa. Fue entonces cuando el cine dejó de ser solo una pasión y se convirtió en un destino.
Educación sin fronteras
Ana no solo cruzó disciplinas, también cruzó continentes. Su formación comenzó en The Edron Academy, donde obtuvo el Diploma del Bachillerato Internacional (IB) y 9 diplomas IGCSE. A temprana edad fue becada parcialmente por el National Student Leadership Conference (NSLC) en Estados Unidos, en áreas de Periodismo, Cine y Artes Mediáticas, una experiencia que anticiparía su vocación global. Además también hizo estudios de idioma en el Ecole des Roches, Francia, y obtuvo el nivel B1 en francés.
Más tarde, ingresó a la prestigiosa Tisch School of the Arts de NYU, donde se graduó con una Licenciatura en Cine y Televisión, con especialización en Producción y un minor en Psicología. Esta combinación le permitió consolidar no solo una técnica sólida, sino una comprensión aguda del comportamiento humano, esencial para el trabajo detrás de cámara.
El arte de hacer que las cosas pasen
Para Juanola, la magia del cine está en la preproducción. “Es como armar un rompecabezas”, explica. Le apasiona ese momento en el que una idea se vuelve plan, en el que se conectan recursos, locaciones, permisos, talentos, cronogramas. “El productor tiene que saber cuándo intervenir y cuándo dar espacio. Es una mezcla entre estrategia, realismo y sensibilidad”, sostiene.
Habla cuatro idiomas fluidamente, lo que le permite dirigir equipos internacionales y conectar con públicos diversos. “Cada lengua es una manera de entender el mundo. Me permite crear contenidos más inclusivos y auténticos.” Su enfoque no es solo técnico. Es también ético. En un entorno tan competitivo como el cine, Ana apuesta por el respeto al proceso creativo. “Cada director pone una parte de su corazón en su historia. Hay que cuidar eso. Pero también aceptar que la perfección no existe. Hay que saber cerrar un proyecto, aunque duela.”
Logros que hablan de propósito, no solo de éxito
Uno de los proyectos más significativos en la carrera de Ana Juanola ha sido Magdalena, Te Amo, un cortometraje dirigido por Andrea Calao. Desde el primer momento, Ana sintió una conexión profunda con la historia, que exploraba la identidad latina, la experiencia femenina y la resiliencia en contextos de vulnerabilidad. Aunque en un inicio su agenda le impedía asumir el rol de productora, la directora cambió las fechas del rodaje para poder contar con ella. La preproducción fue larga y desafiante, con un elenco compuesto en su mayoría por trabajadoras sexuales reales, lo que implicaba un alto nivel de responsabilidad ética y emocional. Durante la filmación, enfrentaron todo tipo de obstáculos, pero el equipo —en su mayoría mujeres— supo adaptarse y salir adelante. “Muchas veces solo se muestra el resultado final, pero es importante hablar de lo que cuesta llegar ahí”, dice Ana. El resultado fue un cortometraje poderoso y conmovedor que aún recorre festivales internacionales y que, hasta la fecha, considera uno de los proyectos que más orgullo le han dado.
En otra etapa de su carrera, Ana participó en la producción del comercial Creativity Cannot Be Crushed para Samsung Galaxy. Se trató de una campaña de alto perfil que debía completarse en tiempo récord. Este proyecto puso a prueba su capacidad para liderar equipos bajo presión extrema y tomar decisiones con rapidez y claridad. A pesar del calendario ajustado, el resultado fue impecable y dejó una marca importante en su portafolio como productora de proyectos comerciales de gran escala.
Otro momento clave fue su trabajo en la serie Oscuro Deseo, producida por Netflix. Esta experiencia le permitió trabajar directamente bajo la supervisión de productores ejecutivos, lo que le dio acceso privilegiado a los procesos y dinámicas internas de una producción internacional. Observó de cerca cómo interactúan los distintos departamentos en una serie global y cómo se articula el flujo de trabajo para mantener la coherencia y eficiencia de una producción de gran envergadura. “Fue una especie de maestría práctica, aprendí más de lo que imaginé en muy poco tiempo”, afirma.
Más recientemente, Ana produjo el comercial Nuestro Campo para Oppo, grabado en México. Este proyecto fue especial por múltiples razones: no solo le permitió volver a su país natal, sino que se trataba de una historia que abordaba temas de comunidad, colaboración e identidad cultural. “Grabar en México siempre es emocional para mí. Es reconectar con mis raíces, con una parte de mí que está muy viva”, confiesa. El equipo estuvo compuesto por profesionales tanto locales como extranjeros, y Ana disfrutó profundamente poder compartir la riqueza de su tierra con colegas internacionales.
Finalmente, un logro que representa su espíritu emprendedor es la fundación de su propia productora. Empezar una empresa desde cero en una industria tan demandante no es tarea fácil, pero Ana lo ve como un paso natural y necesario para tener mayor autonomía creativa. Su objetivo con esta productora es claro: desarrollar proyectos con propósito, que cuenten historias que importen, que provoquen algo en el espectador y que den espacio a voces que muchas veces quedan fuera del radar de la industria.
Una brújula emocional que guía su carrera
Ana se define como una persona profundamente sensible, y lejos de verlo como una debilidad, lo considera su mejor herramienta profesional. “Me permite conectar con historias y personas. Me comprometo con los proyectos hasta el final.” Además, su capacidad de adaptación —forjada al haber vivido en distintos países, con diferentes culturas— ha sido clave para navegar una industria cambiante. “Desde el COVID, la huelga de guionistas, hasta los incendios en Los Ángeles y el impacto de la IA, el cine se ha transformado. Ser flexible es vital.”
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Para la mexicana, producir no es solo coordinar o ejecutar. Es un acto creativo y emocional. Es construir puentes entre mundos y personas. Es darle forma a lo intangible. “Crear, para bien o mal, es un privilegio. El cine tiene el poder de transformar emociones en experiencia compartida. Y si logras que alguien sienta algo durante 20 minutos o dos horas, ya hiciste algo mágico.”