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Santiago Torrijos, el abogado colombiano que cruza fronteras, ideas y principios

La globalización también ha transformado la manera de ejercer el derecho

La globalización también ha transformado la manera de ejercer el derecho

Santiago Torrijos representa una nueva generación de abogados: rigurosos, estratégicos, conscientes de su entorno y, sobre todo, profundamente humanos. A sus 31 años, ha vivido lo que muchos colegas apenas comienzan a imaginar: ha estudiado en tres países, trabajado en algunas de las firmas más reconocidas de Colombia y Estados Unidos, y ha sido parte de casos que han marcado la historia reciente, tanto en la prensa como en los tribunales.

“Para mí, los logros no se miden en premios ni en cargos. Se miden en la responsabilidad que uno asume con cada cliente, en cada llamada, incluso en cada silencio. El derecho no es solo un sistema de normas; es un compromiso moral con la verdad, con la justicia y con la dignidad humana”, afirma Santiago. Su forma de hablar revela no solo una profunda formación académica, sino también una claridad ética poco común.

Su historia comienza en la Universidad de Los Andes, donde se graduó como el número uno de su promoción entre 113 estudiantes de Derecho. Recibió la distinción Cum Laude, un reconocimiento reservado para quienes se destacan tanto por su rendimiento académico como por su actitud crítica, ética y comprometida con la sociedad. “Esa etapa fue dura, pero formativa. Estudiar en Los Andes me obligó a dar lo mejor de mí. De hecho, recuerdo que colaboré en la defensa de mi propia madre en un caso legal al tiempo que estudiaba. Sin duda, lo ocurrido me preparó para asumir retos mayores, incluso fuera del país”, recuerda.

Y esos retos llegaron pronto. Santiago decidió ampliar su formación en dos sistemas jurídicos completamente distintos. Primero, cursó una maestría en Criminología, Delincuencia y Victimología en la Universidad Internacional de Valencia, en España. “Fue una experiencia reveladora, porque me permitió entender el derecho penal desde una mirada más humana, más cercana a las víctimas y a los contextos sociales que generan la criminalidad”, explica. Posteriormente, se trasladó a Washington D.C. para estudiar en Georgetown Law, una de las escuelas de derecho más prestigiosas del mundo. Allí no solo recibió una formación de élite, sino que fue distinguido con el Premio Excelencia para el Futuro y con la inclusión en la Dean’s List, una mención reservada para estudiantes de rendimiento excepcional.

Lejos de limitarse al ámbito académico, Torrijos ha sabido convertir su conocimiento en práctica concreta. A los 31 años ya ha escrito y publicado dos libros sobre derecho, lo que demuestra no solo su dominio del tema, sino también su compromiso con la divulgación jurídica. “Escribir es otra forma de litigar. Uno argumenta, analiza, propone soluciones. Y al final, lo que importa es dejar algo que pueda servir a otros, que contribuya al debate legal”, comenta con naturalidad.

En su trayectoria profesional ha pasado por escenarios jurídicos exigentes y de alto perfil. En Colombia trabajó en Mario Iguarán Abogados Asociados, firma liderada por el exfiscal general de la Nación. Esa experiencia le permitió conocer desde adentro las dinámicas del sistema penal colombiano y establecer vínculos clave con profesionales del más alto nivel. Su carrera internacional despegó con fuerza cuando se unió a Lauro & Singer, una firma estadounidense dirigida por John Lauro, abogado personal del expresidente Donald Trump. Allí participó en casos de enorme relevancia mediática y jurídica, entre ellos la defensa de Trump por el caso del 6 de enero de 2021. “Fue una experiencia muy intensa, no solo por la complejidad legal del caso, sino por el peso político y mediático que implicaba. Estar ahí fue un aprendizaje invaluable”, asegura.

Actualmente, Santiago forma parte de la firma Fridman Fels & Soto, también en Estados Unidos, liderada por tres exfiscales federales de prestigio: Dan Fridman, Adam Fels y Alejandro Soto. Desde allí ha trabajado en casos que involucran investigaciones simultáneas por parte de la SEC (Securities Exchange Commission) y el Departamento de Justicia, lo cual requiere no solo conocimiento técnico, sino también una gran capacidad para colaborar activamente con los socios durante el diseño de estrategias jurídicas transnacionales. “Cada caso exige entender no solo las leyes, sino también las culturas legales de ambos países. Es un trabajo interdisciplinario, en el que lo humano, lo técnico y lo jurídico se cruzan todo el tiempo”, explica.

A pesar de haber participado en litigios de alto impacto, Santiago señala como uno de los momentos más significativos de su carrera un episodio mucho más íntimo. “Un domingo cualquiera, recibí una llamada de un cliente que estaba al borde del suicidio. Era un árbitro de fútbol de reconocimiento internacional. Solo por haber contestado ese teléfono, logramos evitar una tragedia. Ese día entendí que ser abogado no es solo ganar juicios; a veces, es estar ahí cuando nadie más está. Es sostener a alguien cuando todo se viene abajo”.

Entre sus clientes figuran fiscales, empresarios petroleros, constructores, líderes en criptomonedas, árbitros internacionales, artistas de renombre, deportistas y hasta nominados al Premio Nobel. En el mundo académico ha tenido mentores como el magistrado John Facciola y el profesor canadiense Kent Roach, cuyas enseñanzas lo han marcado profundamente. “He tenido la suerte de aprender de grandes maestros. Pero también he tenido la dicha de no olvidar de dónde vengo”.

Cuando se le pregunta por el futuro, Santiago no duda: quiere consolidarse como uno de los abogados líderes en temas legales transnacionales entre Estados Unidos y América Latina. También busca fortalecer su rol como académico, autor y coordinador de redes intelectuales en torno al derecho penal y la ética jurídica. Pero más allá de los títulos y cargos, su meta es seguir siendo él mismo. “Quiero seguir siendo ese Santiago que monta a caballo en el Caquetá, que vende queso en las fincas, que reconstruye y pinta colegios en el Golfo de Morrosquillo. Ese que sus amigos dicen que es tímido, aunque en la sala de audiencias eso no se note. Porque al final, lo que uno lleva al estrado no es solo un expediente: es su historia, su carácter y su compromiso con la justicia”.