Ucrania, Gaza y Afganistán: tensiones sin bandera en Olímpicos de París 2024
Las tensiones geopolíticas inevitablemente tocarán el deporte y el Comité Olímpico Internacional deberá manejar cada situación para evitar problemas diplomáticos.
El contexto de tensiones internacionales y las cuestiones geopolíticas se invitan inevitablemente a los Juegos Olímpicos de París (26 julio-11 agosto): de Ucrania a Afganistán pasando por Gaza, el Comité Olímpico Internacional (COI) tendrá que gestionar asuntos especialmente delicados.
Ucrania/Rusia: dos años de conflicto
Después de los Juegos Olímpicos de Tokio, disputados en 2021, y de la cita invernal de Pekín-2022, donde los rusos compitieron bajo bandera neutral como sanción por los escándalos de dopaje en su país, los Juegos de París-2024 parecían los destinados para el regreso de esta potencia deportiva con sus símbolos nacionales.
Pero poco después de la ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos de Invierno en China, Rusia invadió Ucrania con el apoyo de Bielorrusia, el 24 de febrero de 2022, provocando una ola de indignación internacional, especialmente fuerte en Europa, que tuvo una repercusión inmediata en el mundo deportivo.
Los himnos, banderas y representantes oficiales de Rusia y Bielorrusia fueron vetados de las competiciones internacionales y los eventos previstos allí fueron desprogramados. El Comité Olímpico Ruso fue además suspendido por el COI el pasado octubre por haber puesto bajo su autoridad a las organizaciones deportivas de cuatro regiones ucranianas ocupadas.
El dilema se planteaba sobre todo ante qué hacer con los deportistas, que no decidieron esa invasión y que teóricamente se deben ver protegidos por la “no discriminación” contemplada en la Carta Olímpica.
El COI les excluyó en un primer momento de los eventos deportivos mundiales por su propia seguridad, antes de ir organizando un regreso progresivo a partir de marzo de 2023, hasta autorizar finalmente en diciembre su presencia en los Juegos mediante una fórmula específica.
Esa autorización se ve acompañada de una serie de condiciones: los rusos y bielorrusos solo pueden competir a título individual, bajo bandera neutral, no podrán desfilar en la ceremonia de apertura en el río Sena y se someterán a un doble control. Las federaciones internacionales concernidas y luego el COI deberán determinar que “no han apoyado activamente la guerra en Ucrania” y que no están bajo contrato con el Ejército o con agencias de seguridad.
Desde el inicio de la invasión, Ucrania reclama una exclusión pura y global de los rusos, aunque a mediados de 2023 ya dejó de amenazar con un boicot a París-2024, lo que supuso un alivio para el COI, que temía una perspectiva catastrófica.
La coexistencia de las delegaciones parece por lo tanto posible, aunque se presenta muy limitada en número: “según el escenario más probable”, en estimaciones realizadas a mediados de marzo por la instancia olímpica, 36 rusos y 22 bielorrusos deberían poder clasificarse.
Israel/Gaza: mantener la neutralidad
Al contrario que en el caso ucraniano, el COI se ha esforzado en mantenerse al margen de la guerra entre Israel y Hamás, cobijándose detrás de su postura de una “solución de dos Estados”. Los Comités Olímpicos Nacionales (CON) israelí y palestino coexisten desde 1995, en la época del proceso de paz de Oslo.
Israel no ha violado por ahora ninguna tregua olímpica y su Comité Olímpico nacional no se ha anexionado ninguna organización deportiva palestina.
Sin embargo, sus bombardeos, lanzados como represalia después del sangriento ataque del 7 de octubre perpetrado por Hamás, destruyeron las sedes de las principales instituciones deportivas palestinas y mataron a personalidades del mundo olímpico, entre ellas al entrenador del equipo de fútbol.
En ningún momento los palestinos u otros Estados árabes han amenazado con boicotear las competiciones si los israelíes participan en ellas, dejando al COI adoptar un doble enfoque: la atención a la seguridad de las delegaciones, como en cada edición olímpica desde la toma de rehenes por parte de un comando palestino en la que murieron 11 deportistas israelíes en los Juegos de Múnich-1972, y apoyarse en su sistema de “plazas de universalidad” para garantizar la presencia de representantes palestinos, aunque tengan problemas para superar las fases de clasificación clásicas.
Afganistán: presiones discretas
El regreso de los talibanes al poder en Kabul, a mediados de 2021, puso a las instancias deportivas ante un dilema: ¿cómo ayudar a los deportistas y sus entornos en el país cuando restricciones como la práctica femenina violentan los principios olímpicos más elementales?
Desde finales de 2022, el COI optó por dosificar diálogo y presiones, exigiendo a las autoridades afganas que garanticen “el acceso al deporte con total seguridad para las mujeres y las niñas”, suministrando una ayuda financiera directa a las deportistas y reservándose la posibilidad de actuar en todo momento contra el Comité Olímpico Afgano, por ejemplo no acreditando a ningún directivo para la cita de París.
A mediados de marzo, la instancia olímpica aseguró “poner todo en marcha” para contar con un equipo afgano “que respete la paridad hombres-mujeres” en los Juegos Olímpicos de París-2024. Después de “un cierto número de conversaciones” con las deportistas afganas, el COI “no cree que aislar a la comunidad deportiva afgana en este momento sea el enfoque adecuado”, según explicó a la prensa James MacLeod, su director de Solidaridad Olímpica.