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“El amor es la necesidad de construir un nosotros en la conciencia de la vulnerabilidad”

Luis García Montero, poeta español, habló en Hora 20 de su amor por los libros, las bibliotecas y las revelaciones de su última publicación

“El amor es la necesidad de construir un nosotros en la conciencia de la vulnerabilidad”, García Monteros

El reconocido poeta, director del Instituto Cervantes y ensayista español, Luis García Montero habló con Diana Calderón y Nicolás Llano en Hora20 de su amor por los libros y la importancia de las bibliotecas, así como una mirada a su más reciente libro Un año y tres meses (Planeta) en el que relata a través de poemas el amor por su esposa, la fallecida escritora Almudena Grandes. En el que deja en evidencia temas como el cuidado, el nosotros y la felicidad en medio del dolor.

Diana Calderón: Luis, empecemos hablando por los libros... el domingo pasado celebrábamos el Día del Idioma, celebrábamos a los escritores... ¿qué son los libros y la poesía para usted? ¿qué significado tienen en su vida?

Luis García Montero: Para mí los libros son una vocación. A mis alumnos en la universidad siempre les hago pensar en las diferencias de tener un empleo y de tener una vocación. El empleo es muy importante, nos ayuda a ganar un salario a pagar las facturas a fin de mes, pero lo verdaderamente afortunado es tener una vocación, trabajar en aquello que te sirve para realizarte como persona, para encontrarle un sentido a la vida y para mí los libros han sido eso. Mi dedicación a la escritura a la enseñanza en la universidad ha sido la posibilidad de dedicarme a algo que me realiza como ciudadano porque yo creo que los libros nos ayudan a reivindicar una conciencia individual, una conciencia propia y a dialogar con lo colectivo, con las ilusiones colectivas.

DC: La biblioteca, usted escribía en El País el pasado 23 de abril, sobre ese espacio y lo que significa ¿qué dice la biblioteca de cada ser humano?

LGM: Pues yo creo que es una historia muy personal en un ámbito social. A mí me parece que la lectura es la mejor metáfora del contrato social moderno, del contrato de las sociedades democráticas donde los seres humanos se reúnen en un espacio público y proyectan sus ilusiones privadas y conviven. Yo creo que eso es la lectura, la imaginación y la sentimentalidad de un autor se pone en diálogo con la imaginación y la sentimentalidad de un lector y conforman un espacio público, un bien común donde se desarrollan los argumentos, los pensamientos y bueno, si la lectura es una metáfora para mí del contrato social, la biblioteca es la mejor escenificación de cómo cada experiencia individual y cada momento de la historia pertenece a un relato colectivo. Para mí las bibliotecas resumen perfectamente esa alianza de pasado, presente y futuro que hace que recibamos las mejores herencias del pasado y que esas herencias nos comprometan para avanzar, para hacer camino, para seguir adelante. Es el lugar de la imaginación, de la conciencia y de la comunidad.

Nicolás Llano: Hablemos de su último libro... ¿cómo fue el proceso de escribir estos poemas? pero, sobre todo, ¿a qué se enfrentó al momento de releerlos, de editarlos para su publicación? cuéntenos cómo fue todo ese proceso interior con la publicación de Un año y tres meses

LGM: Pues fue un libro que yo necesitaba escribir, aunque sabía que iba a ser muy difícil. Como explicaba antes, mi vocación tiene que ver con la poesía. Cuando yo tengo que preguntarme muy en serio ¿qué digo? cuando digo “soy yo” o preguntarme qué es lo que me pasa en mis relaciones con el mundo, pues tengo que acudir a la poesía. Con la pérdida de mi mujer, de Almudena, pues necesité preguntarme por el sentido que tenía la vida para intentar salir del vacío y acudí a la poesía porque los escritores sabemos que no basta con dar testimonios de una experiencia personal, no basta con decir qué dolor siento, qué amor siento, hay que trascender la coyuntura personal para llegar a una emoción que se convierta en una reflexión del ser humano, de la condición humana. Y la poesía me ha enseñado a pensar lo que para un ser humano significa la muerte y significa el amor, es la experiencia humana que uno puede heredar de Jorge Manrique y las coplas a la muerte de su padre o de Whitman o de los poetas más contemporáneos y a partir de esa experiencia de la poesía yo he intentado recuperar la serenidad y encontrarle sentido a la vida, celebrar lo que he tenido, porque si una pérdida duele es porque se ha tenido la suerte de tener algo valioso, y también comprender que el amor es una necesidad de construir un nosotros que no se basa en la fuerza ni en el predominio sino en la conciencia de la vulnerabilidad, la necesidad de cuidar y de ser cuidado y se puede incluso celebrar la oportunidad de cuidar a alguien.

DC: Cuando pienso en ese nombre de Almudena Grandes, pienso en lo increíble como su propio apellido, nos la hace recordar así su inmensidad y cuando lo oigo hablar, pues se me encharcan los ojos, pero al mismo tiempo me produce una gran sonrisa pensar que uno tiene la capacidad desde la poesía de poder reinventar ese valor de extrañar y de darle sentido y celebrar el sentido de cuidar y ser cuidados. Tras la ausencia de su esposa, hoy cuando se refiere, ya no se refiere a nosotros, ¿cómo es refiere a usted, sin ella?

LGM: Sí, llega un momento en el que el futuro era un nosotros y ese nosotros se deshace y hay que buscarle otra respuesta al futuro donde está el propio yo. La literatura ayuda a solucionar la perdida. Yo que tengo una hermandad muy grande con la poesía colombiana, por ejemplo, he recordado mucho los poemas de Piedad Bonnett, también escritos por una pérdida desgarradora y bueno, ahí está la mirada que nos hace salir del aislamiento individual y que nos hace comprendernos como seres humanos. Para eso es muy importante el amor, el amor a lo perdido y también su realización personal.

NL: Usted hace un tiempo decía en una entrevista que el año de la muerte de Almudena Grandes ha sido uno de los más felices de su vida, ¿cómo se encuentra la felicidad en medio del dolor y la tristeza?

LGM: Bueno, es un poema que yo escribí en diálogo con unos versos de Joan Margarit, un poeta catalán muy amigo nuestro que murió y que escribió sobre el último año de su vida. Se había encerrado en casa, había estado cuidado por la gente que quería y había conseguido hacer la paz, la paz en la vida, la paz por las cosas que más quería y había muerto en paz con él mismo y con el mundo, y él dijo “ahora tengo que reconocer que va a ser quizás el año más feliz de mi vida o uno de los más felices”. Yo quise plantearme si era posible que el que se quedaba en pie, porque cuando alguien en uno de nosotros muere, hay dos muertos.

La enfermedad de Almudena ocurrió en la pandemia, en el confinamiento cuando la gente moría en soledad, pues la suerte de yo haber podido cuidarla a ella y cumplir el amor en los cuidados, es también algo que tendré que agradecer de manera imborrable a la vida. Eso hace que pueda decir que ese año, ahora recordado más allá del dolor, tiene también un sentido de felicidad y de alegría.

DC: Usted decía que conoce la poesía colombiana y hablaba un poco de Piedad Bonnett, que desde el dolor también, desde el duelo, nos ha hecho pensar cómo las personas encontramos en la poesía ese proceso, ese refugio de irnos recuperando, de irnos encontrando y quiero insistirle un poco sobre eso, ¿por qué en la sociedad contemporánea no hay un interés sólido por la poesía?

LGM: Es verdad que la poesía no es un género mayoritario, pero tiene lectores y los lectores de poesía son muy fieles. Lo que sí pienso y me gusta recordarlo es que la poesía tiene muchas cosas que enseñarle al mundo de hoy. Vivimos demasiado rápido sin prestarle atención a las cosas que importan, haciendo del tiempo una mercancía de usar y tirar con fecha de caducidad y la poesía invita a la lentitud a mirar con lentitud las cosas, por ejemplo, qué nos pasan al interior del corazón. Y la poesía ha sido también un ejercicio que ha dialogado constantemente entre la intimidad y lo público. Hasta el propio dolor meditado sirve para hacer comunidad y para hacer una reflexión sobre la convivencia y en ese sentido la relaciones pudorosas entre lo privado y lo público, pues también son una buena lección en el mundo contemporáneo donde con las redes sociales, las relaciones entre lo privado y lo público pierden el pudor y la gente se acostumbra a decir lo que piensa sin pensar lo que dice. La poesía tiene su propio interés y va a permanecer, aunque no sea un género mayoritario, pero mientras viva el ser humano va a cumplir una función indispensable.

DC: Para cerrar ¿cómo es su proceso de escritura? ¿cómo es esa rutina?

LGM: Yo al empezar iba muy muy rápido porque quería encontrar mi propio mundo y mi mejor compañera era la basura, porque iba rompiendo todo lo que hacía y no me gustaba. Con el paso de los años la lentitud es una aliada porque uno quiere escribir cosas nuevas y no repetir lo que ya ha hecho. En ese sentido, suelo tener una libreta que me acompaña en mis viajes donde voy anotando lo que me ha parecido interesante, algo que he visto en la calle y que si lo interpreto puede darle un sentido no coyuntural a una anécdota o una inquietud. Tengo esa libreta donde voy apuntando posibilidades, donde hago los primeros borradores, corrijo versos; después los paso al ordenador y finalmente cuando los localizo en un libro pues hago la última corrección para no corregir mucho en el mismo libro y para que los poemas tengan su vida independiente y así establecer ese diálogo entre lo individual y lo colectivo que está en la raíz de la literatura y de la lectura. Es un proceso que va poco a poco, pero se trata de tomarse en serio lo que merece seriedad.