Ángel Olalla: árbitro de profesión; sacerdote de vocación
José Borda le cuenta esta simpática historia de un español que alterna entre el silbato y la sotana.
Por: José Borda
Los árbitros de fútbol tienen en la mayoría de países que combinar sus actividades arbitrales con otras labores, pero una de las que más causa curiosidad y llama la atención por estos días de recogimiento y reflexión por el COVID-19, es la que tiene Ángel Olalla, pues es sacerdote y pertenece a la Arquidiócesis de Burgos, en España.
Al padre Olalla, su pasión por el arbitraje le acompaña desde joven, cuando en el Seminario se organizaba la Liga Interparroquial de Fútbol, fue allí donde hizo sus primeros pinitos como árbitro. Tomó su afición tan en serio que se inscribió en el Colegio de Árbitros de su Comité Territorial y hoy día completa más de 30 años arbitrando, eso sí siempre que sus tareas pastorales se lo permiten, porque es Director Espiritual del Seminario de San José, consiliario del movimiento de Cursillos de Cristiandad y capellán del Burgos F.C.
Su situación en el referato es "especial", pues sólo arbitra en determinados campeonatos aficionados o de fútbol provincial principalmente, por ello y para sus designaciones siempre informa con antelación qué día está disponible.
Cuando arbitra, como todos saben que es cura, los entrenadores, especialmente, les advierten a los futbolistas para que en ese partido específico cuiden el vocabulario y no utilicen palabrotas, ni hagan blasfemias se dediquen a jugar y no cometan faltas dentro de las áreas porque a él no le tiembla “el alzacuello” para castigar el penalti; de hecho saben que el reverendo padre Olalla es muy estricto en el terreno de juego y no rebaja ese tipo de faltas, también, por momentos, incluso sermonea a los deportistas cuando cometen infracciones.
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Como todo árbitro ha recibido insultos por parte de los jugadores, claro, en menor cantidad, mientras que de los aficionados, particularmente, de los familiares de los jugadores si los recibe en cantidades alarmantes, hay mamás que lo increpan y le gritan que hace mejor labor en las parroquias dando misa; no obstante, él los perdona, incluso les pide a los que se portan mal que vayan a su parroquia y se confiesen.
En algunas ocasiones los jugadores que son creyentes le piden la bendición antes de empezar el partido, él aprovecha para dárselas, para motivarlos un poco y si tiene tiempo, para rezar incluso un Padrenuestro. Pitando y confesando se pasa la vida este árbitro y sacerdote español