Fútbol en la ciudad del crimen
El periodista Ezequiel Fernández Moores escribió esta nota en Canchallena sobre el oásis de paz que generó un equipo, Indios de ciudad Juárez y el fútbol, en uno de los sitios más peligrosos del mundo y donde más matan personas por la violencia que genera el narcotráfico. Como decíamos en Colombia en aquellas épocas, a los sicarios también les gusta el fútbol.

El periodista Ezequiel Fernández Moores escribió esta nota en “Canchallena” sobre el oásis de paz que generó un equipo, Indios de ciudad Juárez y el fútbol, en uno de los sitios más peligrosos del mundo y donde más matan personas por la violencia que genera el narcotráfico. Como decíamos en Colombia en aquellas épocas, a los sicarios también les gusta el fútbol
Del descenso a casi campeón. De jugar entre las balas a la desaparición. Indios, de Ciudad Juárez, no ganó durante 29 fechas seguidas, el peor registro en la historia del fútbol mexicano. El Estadio Olímpico Benito Juárez, sin embargo, fue un oasis, uno de los pocos lugares seguros en la ciudad. Ese mismo año del descenso, 2010, el drama, en realidad, estaba afuera de la cancha. Ciudad Juárez se convirtió en la ciudad más violenta del mundo. Sufrió 3951 homicidios, a razón de más de diez por día para una ciudad de 1,3 millones de habitantes y dominada por los carteles del narcotráfico. Indios ya no figura en la nueva temporada del fútbol profesional que comenzará dentro de diez días en México. Su historia, sin embargo, tal vez ayude a comprender, a través del fútbol, a un país que asiste hoy a denuncias masivas de votos comprados, fraudes y violencia escondida tras la última elección que devolvió el poder al histórico Partido Revolucionario Institucional (PRI). El periodista estadounidense Robert Andrew Powell estaba sin trabajo, casa ni dinero cuando a fines de 2009 vuela de su Miami natal a El Paso. La ciudad del estado de Texas es la segunda con mayor seguridad de Estados Unidos. Cruzando el río Bravo está Juárez, "la Ciudad del Crimen", como la llaman algunos textos. El cadáver ensangrentado en la portada del tabloide PM da la bienvenida a Powell. El homicidio sucedió en la misma estación de servicio en la que pocas horas antes se había lavado las manos. Ve otra vez la imagen en el noticiero nocturno de Canal 44. Sólo allí repara en la identidad de la víctima: Pedro Picasso, entrenador juvenil de Indios. Nadie en el plantel parece particularmente impresionado al día siguiente. Powell acompaña a Indios a su primer partido en el campeonato. Derrota 4-0 contra Monterrey, la hermana rica de Juárez en el norte de México. Antes del partido, Pepe Treviño, DT de Indios, se entera del asesinato del hermano de Julio "Maleno" Frías, goleador histórico e ídolo de los juarenses. El fútbol salvó a Maleno de un duro pasado en el barrio de Colonia Altavista. A su hermano, asesinado a balazos en un duelo entre pandillas, no. Treviño espera a que se juegue el partido para comunicar a Maleno que su hermano ha muerto. Es uno de los 217 muertos de enero. La mayoría de ellos víctimas de "La Línea", supuesto brazo ejecutor del poderoso Cartel de Juárez. "Stay on the line", dicen en Ciudad Juárez. No hay que pasarse de la línea. La campaña de Indios, dice por entonces Francisco Ibarra, patrón y presidente del club, es "una misión social". "Cuando se habla de Indios -dice Ibarra- es el único momento en que Ciudad Juárez no aparece asociada a las palabras homicidio o narcotráfico". Indios jugará dentro de unos minutos contra San Luis. El video "motivador" del DT Treviño muestra a los jugadores escenas de la violencia cotidiana en Juárez. Niños asesinados al salir de la escuela. Policías muertos. Titulares que chorrean sangre. No hay modo. Indios vuelve a perder. Tampoco funcionan la Virgen de Guadalupe ni la clásica arenga de Al Pacino en el filme Un domingo cualquiera . Indios pierde y vuelve a perder. La estada en una concentración cinco estrellas, un lujo para el equipo más pobre del campeonato, termina en una humillante derrota 7-1 contra Atlas. La gente sigue alentando a Indios hasta el final del campeonato. También la barra brava llamada "El Kartel". Todos habían ido al estadio el 25 de mayo de 2008 a celebrar el ascenso a Primera y el desfile del equipo del Aeropuerto Abraham González a la iglesia de San Lorenzo, pese a que los narcos habían amenazado con el fin de semana más sangriento en la historia de Juárez. Y todos celebraron también el inédito avance a semifinales del Clausura 2009, cuando el equipo, con el argentino Ezequiel Maggiolo en sus filas, quedó a un paso del título. Fue la última gran alegría. En 2010 se produce el descenso. Y a fines de 2011, la Federación mexicana anuncia la desafiliación de Indios por impagos. Ibarra, acusado de fraude por el gobierno mexicano, se declara abandonado y cuenta que el plantel vivió "historias de terror" y que una docena de jugadores sufrieron extorsiones. Unos años antes, el colombiano Andrés Chivita había sacado de Juárez a su esposa e hija, a través de la policía, apenas recibió una amenaza antes de un partido en Pachuca. Otro día, circuló la falsa información de que el arquero Cirilo Saucedo había sido decapitado. A Saucedo, en realidad, lo habían bajado de su Audi A4 en una de las principales avenidas de la ciudad a punta de metralleta. A partir de su caso, los jugadores cambiaron sus autos lujosos por otros que ni siquiera tenían aire acondicionado. Edwin Hernández quedó paralizado cuando acribillaron a una persona que circulaba a metros de él. "Es casi una ciudad en estado de sitio. No leemos los diarios para no entrar en pánico", dijo Maggiolo hace un tiempo a Olé, después de enviar a su familia a Buenos Aires, antes de dejar también él al club. Los pocos jugadores que se quedan hasta el final sufren otro tipo de violencia. Mónica Villarreal, esposa del jugador Juan Augusto Gómez, contó en febrero pasado a la revista Proceso que el propio Ibarra envió matones para obligar a los futbolistas que dejaran las viviendas que algunos de ellos ya le habían comprado o canjeado a cambio de sueldos adeudados. "Sé que tienen los medios para dañarme y hacer que parezca una cifra más (de muertos) en Juárez." Un caso más en los 10.000 asesinatos de los cinco últimos años, de los cuales el 97 por ciento sigue sin ser resuelto. La mujer contó que Ibarra llegó a cobrarles boleto para ir al estadio a las esposas e hijos de los jugadores y sugirió que Ibarra "lavaba dinero". Un importante periodista desde Juárez me vincula a Ibarra con el Cartel de Juárez y con el gobierno local del PRI a través de contratos de construcción y empresas de radio y TV vinculadas a su vez con la poderosa Televisa. "No me cites -me pide- y elimina este correo. Es que en el estado de Chihuahua -ironizó el poeta Alfredo Espinosa- existe la libertad de expresión como existe el suicidio." El periodista Powell escribió la increíble historia de Indios en Ciudad Juárez en uno de los mejores libros deportivos del año: "This love is not for cowards. Salvation and soccer in Ciudad Juárez" (Este amor no es para cobardes. Salvación y fútbol en Ciudad Juárez). Powell pasó nueve meses en Juárez. Siguió a Indios a casi todos lados. Dentro del vestuario y también en fiestas sociales de jugadores y del presidente Ibarra. Se cansó de contar muertos en calles, restaurantes y locales nocturnos. Se animó a afirmar que los asesinatos de mujeres, los recordados femicidios de Ciudad Juárez de los años 90, sólo se inscriben en la violencia naturalizada de la ciudad, sin cuestiones de género. Un día siguió mirando un partido por TV y tomando cerveza mientras a metros suyo mataban gente. Al día siguiente participó inclusive de una carrera callejera que recorrió charcos de sangre. Powell se había vuelto indiferente ante la violencia. Cuenta que amó al pueblo de Juárez. Pero que advirtió que debía dejar la ciudad. Este año escribió artículos hasta en The New York Times por la desaparición de Indios. "La Ciudad del Crimen", como la llamó en su libro Charles Bowden, "es un cementerio", con fosas clandestinas que años después descubren a nuevos muertos, según dice un sicario al periodista. Bowden habla de "muertos sucios", gente pobre expulsada a la frontera, explotada y que termina en manos del poder narco y muriendo "en su ley". Una violencia que -según escribe Inocencio Reyes- se agravó tras "la guerra con anteojeras" que lanzó al narcotráfico el presidente saliente Felipe Calderón y que lleva ya 60.000 muertes en todo el país. Sin Indios, sin fútbol grande en la ciudad, Juárez disminuyó en lo que va de 2012 a casi un tercio la tasa de homicidios. Los restaurantes están llenos y la gente está en las calles, se jactan hoy sus autoridades políticas. Mi fuente, un periodista que ha recibido distinciones internacionales por su trabajo sobre Juárez, me advierte que la violencia volverá a surgir porque "la guerra al narcotráfico no ha atacado al lavado de dinero que financia las organizaciones criminales y que convierte en millonarios a empresarios y políticos". Mi fuente descree de ciertas interpretaciones del libro de Powell sobre el oasis que significó Indios en el año más violento de Ciudad Juárez. Indios, eso sí, sirvió, me dice, para vender una cara amable en medio de la sangre. Acaso cesaba la violencia cuando jugaba. "Pero porque a los sicarios, como me dijo un vocero de la policía, también les gusta el fútbol."




