Radio en vivo

Actualidad

Papa puso al tercer milenio bajo la protección de la virgen

Juan Pablo II puso hoy el tercer milenio bajo la protección de la Virgen María y le pidió que ayude a los hombres y mujeres de esta época para que resistan la seducción del mal y para que estén dispuestos, bajo cualquier sacrificio, a ser intrépidos testimonios de Cristo.


ROMA --- Juan Pablo II puso hoy el tercer milenio bajo la protección de la Virgen María y le pidió que ayude a los hombres y mujeres de esta época para que resistan la seducción del mal y para que estén dispuestos, bajo cualquier sacrificio, a ser intrépidos testimonios de Cristo.
Estas peticiones las hizo en el día en el que la Iglesia Católica celebra la Inmaculada Concepción, en el que renovó la tradicional ofrenda de flores ante el monumento a la Inmaculada levantado en la Plaza de España de Roma.
Ante unas 25.000 personas que abarrotaban la monumental plaza y sus aledaños, el Papa, que tenía la voz firme pero que en algunos momentos dio señales de cansancio, pidió a la Virgen que ayude a los hombres en la lucha contra el mal y a que se comprometan con el bien.
"Ayúdanos a avanzar en el nuevo milenio con la misma humildad que a Tí te hizo predilecta a los ojos de Dios. Que no se malogren los frutos de este Año Jubilar. En tus manos ponemos el futuro que nos espera, invocando para el mundo entero tu constante protección", afirmó Juan Pablo II en la plaza.
El pasado mes de octubre, con motivo de la traída de la imagen de la Virgen de Fátima que se venera en el santuario luso al Vaticano, el Papa, arrodillado en la plaza de San Pedro y ante decenas de miles de personas, consagró el tercer milenio a la Señora.
Hoy, durante el Angelus, el Papa también abogó ante María "para que nos ayude, hombres y mujeres del tercer milenio, a resistir a la seducción del mal, que reavive en nuestros corazones la fe, la esperanza y la caridad para que sepamos ser siempre, a costa de cualquier sacrificio, testimonios intrépidos de Cristo".
Juan Pablo II colocó bajo la columna que corona una imagen de la Inmaculada Concepción, ubicada frente a la embajada de España ante la Santa Sede, una cesta con varias docenas de rosas.
El monumento estaba cubierto con otros homenajes florales hechos a la Inmaculada por el Ayuntamiento de Roma, organismos de la Ciudad Eterna y los bomberos, quienes, como ya es tradición, colocan todos los años sobre el brazo de la Virgen una corona de flores, tras alcanzar llegar a la imagen mediante largas escaleras.
Tras el rezo y el homenaje, la coral española "Ultreia", de Pontevedra (Galicia, noroeste) cantó en honor del Papa una salve en gallego.
"Ultreia", que quiere decir "adelante", toma el nombre de un antiguo himno de peregrinación a Santiago de Compostela. Ha grabado discos de cantos gregorianos titulado "Cum Jubilo" y "Codex Calixtinus".
Antes de abandonar la plaza, el Papa saludó al vicepresidente primero del Gobierno español, Mariano Rajoy; al secretario de Estado para las relaciones con las Cortes, Alberto Fernández Díaz; allí presentes, así como al embajador de España cerca de la Santa Sede, Carlos Abella, y a todos los miembros de la legación española.
La tradición de la ofrenda de flores se remonta a 1857, tres años después de la definición dogmática de la Concepción Inmaculada de María, bajo el pontificado de Pío IX.
El monumento a la Inmaculada fue erigido por voluntad del beato Pío IX, que lo bendijo el 8 de septiembre de 1857.
Como lugar de la ubicación se eligió la plaza de España, que toma el nombre de una de las naciones más devotas de la Virgen y que durante siglos se preocupó para obtener de un papa la definición dogmática de este misterio mariano.
Tras la ofrenda, Juan Pablo II se trasladó a la basílica de Santa María La Mayor -muy ligada a los españoles y en la que por la mañana el cardenal Furno ofició una misa por España- para escuchar, con motivo del Año Jubilar el Himno Akathisto.
El Himno Akathisto fue cantado en griego, paleoeslavo, húngaro, ucraniano, rumano y árabe. Al acto acudieron representantes de las iglesias bizantinas católicas.
El Akathisto, del griego a-kathistos, sin sentarse, es un canto de súplica y de alabanzas para conmemorar el misterio de la Encarnación.
Se llama acatisto porque durante su canto se tiene que permanecer en pie.
Se trata de un poema de 24 estrofas. Las impares tienen 20 versos y cada uno comienza con el Kaire, alégrate. Las pares tienen ocho y se refieren a las diferentes escenas del Evangelio relacionadas con la Virgen María y con Cristo y concluyen siempre con el Aleluya.
Su autor se desconoce, aunque hay quien lo atribuye a Romanos el Melodioso, nacido a finales del siglo V y muerto entre el 555-565.