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Pardo: “Una guerra activa 50 años, es una guerra perdida”

Charla con Rafael Pardo Rueda sobre su nuevo libro, “La guerra sin fin”, que plantea herramientas para redefinir la lucha contra las drogas.

Pardo: “Una guerra activa 50 años, es una guerra perdida”

Pardo: “Una guerra activa 50 años, es una guerra perdida”(Colprensa / Archivo)

Hay gente que vive rodeada de libros. Y otra que rodea a sus libros. Los libros que rodean a veces acosan. Los que uno rodea son seres amados. Cientos de esos amores secretos tiene Rafael Pardo Rueda en su biblioteca privada. Allí me recibió, horas antes de presentar su libro “La guerra sin fin”. Pardo, que ha librado sus propias batallas en la política y por la salud, sigue pariendo libros en medio de libros. Suelta palabras precisas y sortea con éxito un proceso de recuperación que es prueba de esa terquedad con que nos aferramos a la vida, a los hijos, a las ideas, a los amores. Charla radial para oír por escrito con un nada peligroso señor de la guerra.

¿Está perdida la guerra contra las drogas?

Sí, está perdida. Una guerra activa después de 50 años, es una guerra perdida. A pesar de los esfuerzos y de las batallas ganadas, nada definitivo se ha logrado.

Usted afirma en “La guerra sin fin” que no hay país que haya hecho lo que Colombia frente a las drogas ilícitas: “ninguno ha tenido más éxitos y más fracasos”. Cuando uno tiene tantos éxitos como fracasos, ¿es que no ha avanzado?

Estamos en la misma situación que naciones como Afganistán, que es hoy el productor número uno de opio para Europa, cerca del 80 por ciento. Y nosotros producimos entre el 70 y el 80 por ciento de la coca. En ambos países, aunque con situaciones diferentes, se han vivido procesos de militarización. Aclarando, eso sí, que Afganistán es una especie de protectorado de los Estados Unidos y han tenido años en que invierten allí alrededor de 9 mil millones de dólares en la guerra. La producción de opio es hoy infinitamente superior a cuando el país estaba dominado por los talibanes y, como le digo, es la nación más militarizada del mundo. Ni por las curvas controlan el opio. Sucede algo similar aquí con la coca desde comienzos del Plan Colombia: militarización, justificada en parte para evitar el control y manejo guerrillero del negocio de la coca en el Catatumbo, Caquetá, Guaviare, sur del Meta, Putumayo, Tumaco y amplias zonas del Pacífico. Y tampoco hemos controlado los cultivos de coca.

¿Qué tanta responsabilidad les corresponde a los militares en el fiasco de la guerra contra las drogas en Colombia?

La responsabilidad es más amplia. En épocas de la extradición, la cosa marchaba. Luego se involucró de lleno la Policía, después los militares y en medio de todo operó la fumigación. Pero ninguna cosa ha funcionado. Los cultivos aumentan, pero también la efectividad de las incautaciones y ese es un logro de la Fuerza Pública.

¿Sin desconocer fenómenos de corrupción?

Baste decir que Tumaco está como está y hay 9.000 uniformados.

¿Fumigar o no fumigar con glifosato?

Es altamente ineficiente, porque la resiembra llega al 50 por ciento y, una y otra vez, hay que fumigar las mismas hectáreas para tener un resultado. 

¿Es más efectiva la erradicación manual?

Tampoco. Hay que pensar es en la sustitución de cultivos como parte de la estrategia.

Usted afirma que hay que plantear una efectiva política de sustitución y enseguida plantea varios puntos de la manera como debería hacerse. Cuando uno tiene tantas sugerencias y reparos, ¿esa política es un estruendoso fracaso?

No. Lo que sí es cierto es que con Duque la sustitución está en crisis, argumentando el gobierno que no hay recursos. ¡Cómo se va a combatir el auge de la coca sino es con plata!

¿El aumento de los cultivos de coca es una herencia de los gobiernos de Juan Manuel Santos?

Puede ser. En 2013 no estaba cerrado el capítulo de la lucha contra los cultivos ilícitos y las Farc, al abandonar ciertas zonas, daban la impresión de que eso se traduciría en una solución, pero no fue así.

¿Pecó Santos de ingenuo?

No. La primera advertencia de que Santos no era ingenuo fue plantear una solución al problema de las drogas a través de la sustitución. ¡Nada de ingenuidad en querer alejar a la gente de la idea de sembrar coca por necesidad y ofrecerle alternativas legales!

¿El gobierno Duque tiene recursos para invertir en sustitución, pero no voluntad política?

No puedo afirmarlo.

Las batallas perdidas en esta lucha, ¿las pierde Colombia sola o Colombia y los Estados Unidos?

La batalla contra el narcoterrorismo se ganó, pero hoy hay más coca que nunca. Tanto Colombia como Estados Unidos han perdido la guerra contra las drogas.

¿Cuál es el presidente que usted considera ha tenido un rol ejemplar en esta guerra?

Dos: Virgilio Barco y César Gaviria. Barco enfrentó el narcoterrorismo con decisión y Gaviria desmontó los carteles de la droga.

Aborda usted la esquizofrenia en el libro; no como una situación mental del consumidor, sino como una situación social. ¿En qué consiste?

Consiste en que hay un cierto número de ciudades y estados en donde la marihuana es legal, pero no se ocupan del suministro. Es decir, dejan en manos de las mafias ese aspecto de la cadena. Desde que visité Holanda, en 1977, ya existían los célebres coffee shops, para fumar legalmente marihuana, pero no se hacían (ni hacen) preguntas sobre cómo llega allí el producto. Se hacen los de la vista gorda.

¿Qué probó usted en los coffee shop holandeses?

¡Café!

¿Cuál es su concepto del consumidor?

Es una víctima del enfoque punitivo.

¿El castigo es un fracaso más?

Sí, y podría enumerarle incluso las nueve anomalías que observo en el paradigma actual del fenómeno. Acabamos de cumplir 110 años de la Convención del Opio en China, esto es, de la instauración del régimen internacional de prohibición de drogas, y seguimos en las mismas. El derrotero más sonoro de los últimos tiempos lo fijó el presidente Richard Nixon: él declaró la guerra contra las drogas y cada día se consumen más.

Bajémonos un momento del tema. Usted está, como dicen, “enterito” y con las ideas bien ordenadas en la cabeza. Cuénteme, en términos de salud, ¿qué fue lo que le pasó?

Me hicieron dos operaciones, la primera en Houston y la segunda en Bogotá, porque tenía necesidad de un reemplazo de aorta. En la primera operación quedé con una cuerda vocal jodida, pero me dicen que es temporal. Me reconstruyeron una parte de la aorta, la ascendente, que sale del corazón y llega hasta el intestino. La aorta descendente no la tocaron hasta la segunda operación, que fue seis semanas después. Ahí me dio un infarto cerebral durante la operación.

¿Es cierto que estuvo muerto por un momento?

No sé. ¡No vi ninguna luz!

¿Cómo se siente?

Recuperado. Me falta un poco de voz por la pérdida de la cuerda y por el accidente cerebrovascular, pero voy para adelante

Supongo que hace terapias, y veo aquí varios libros de discursos famosos. ¿Parte de la terapia es leerlos en voz alta?

Tengo terapia medio tiempo, de lunes a viernes, hasta la una de la tarde. Lo de los libros es porque me distraigo leyendo discursos que han cambiado la historia de Colombia. Tengo el propósito de recopilarlos y comentarlos en un libro, y en esas estoy.

¿Quién ha sido nuestro mejor orador?

Gaitán.

Dicen que anda metido con el M-19… ¿Otro libro?

¡Otro! Ya lo escribí. A propósito de los 30 años de ese proceso de paz, Planeta me pidió un texto que es bien interesante, dividido en tres grandes partes: la primera, diferencias entre ese proceso y el de las Farc; la segunda, el detalle del proceso de principio a fin; y, la tercera, entrevistas a los ex militantes que han mantenido vigencia todo este tiempo: Antonio Navarro, Everth Bustamante, Carlos Alonso Lucio, Vera Grave, Otty Patiño… me falta Gustavo Petro.

¿Y eso?

Es muy incumplido.

Como usted sí es cumplido y juicioso, le pregunto: a quién le va mejor en la guerra con las drogas, ¿a usted o a Colombia?

Tan bien me ha ido a mí con las legales como mal al país con las ilegales.

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