Los pueblos anfibios que inspiraron la Cumbiana de Carlos Vives
Con una riqueza cultural incomparable y una pobreza material evidente, tres comunidades palafíticas de la Ciénaga Grande luchan por sobrevivir.
La Ciénaga Grande de Santa Marta es el aeropuerto de aves más importante del hemisferio occidental y el humedal más valioso de todos los países del Caribe. 14 municipios están en su zona de influencia, pero dos de ellos: Pueblo Viejo y Sitionuevo tienen allí la mitad de su área en un sistema único que conecta más de 100 ciénagas de todos los tamaños. Al menos 500 mil personas viven en su zona de influencia, pero una minoría habita casas construidas dentro del agua, en pueblos donde sufren las peores consecuencias del daño a esos ecosistemas. Son parajes de una belleza natural incomparable, gente alegre y hospitalaria con casi todas las necesidades básicas insatisfechas. Nicolás Samper, líder de Bocas de Aracataca, resumió lo que sufre su gente.
- Lea también: Los funerales de la Ciénaga Grande
Nicolás Samper, líder de Bocas de Aracataca
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La de Trojas de Cataca (jurisdicción de Pueblo Viejo) es una de las comunidades que se desplazó hace más de veinte años huyendo de la violencia paramilitar, pero retornaron sin garantías y sin reparación a sus casas soportadas en troncos. A sus líderes les preocupa la acumulación de sedimentos movidos por los ríos que está creando islotes en un pueblo que antes era ciento por ciento palafítico. Los científicos les dan la razón: cada litro de agua que entra a la ciénaga trae consigo un kilogramo de sedimentos. Escuche al líder comunitario Antonio Guerrero.
Líder comunitario Antonio Guerrero
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La Ciénaga Grande de Santa Marta tiene más de 500 mil hectáreas, un área que duplica el territorio del Quindío. No se trata de una sola laguna sino de un conjunto de casi cien conectadas por más de 700 kilómetros de caños y canales. Allí hay enormes contradicciones: las entidades del Estado piden que las comunidades se comprometan con la recuperación de la Ciénaga, pero esas mismas instituciones poco hacen por sacar a estos pueblos de la pobreza. Desde los años 90 han ejecutado iniciativas sociales, pero con impactos limitados. Una de ellas fue el Proyecto de Reconciliación con los Pueblos de la Ciénaga y otro que ejecutó recursos de la cooperación alemana. Todos hicieron inversión social buscando disminuir el impacto ambiental pero aún hay deudas pendientes. Este es el testimonio del líder comunal Wilmer García del poblado de Buenavista.
Líder comunal Wilmer García del poblado de Buenavista.
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La única posibilidad de acceso a Buenavista (corregimiento de Sitionuevo) es a bordo de una lancha, atravesando la Ciénaga. Sus habitantes llevan décadas esperando a que en una de ellas venga un médico o una enfermera. Son poblados que viven encima del agua, pero no tienen agua potable. Escuche a Rafael de la Cruz, líder de los pescadores.
Rafael de la Cruz, líder de los pescadores
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Algo similar denuncian los habitantes de Nueva Venecia. Su nombre se conoció en el país, sobre todo, por una sucesión de masacres e incursiones violentas cometidas por grupos paramilitares de principio de siglo. Ni antes, ni después de ello han tenido respuesta suficiente a sus necesidades. Escuche al líder comunitario Aníbal Rodríguez.
Líder comunitario Aníbal Rodríguez
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Las cifras de la calidad educativa en el Magdalena están entre las más bajas del país. Pero en estos pueblos, en medio de la Ciénaga, la situación ha sido todavía más precaria. Padres de familia como Valdir Rodríguez lamentan las condiciones en las que estudian sus hijos.
Valdir Rodríguez, padre de familia
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Sin sillas suficientes, sin ventilación, sin computadores, sin laboratorio de química y, con frecuencia, sin profesores. Doña Sandra Manjarrez dice que las cosas empeoraron después de la pandemia.
Sandra Manjarrez
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En este, como en otros pueblos palafíticos de la Ciénaga, sus habitantes claman por recuperar el agua que viene por los ríos que nacen en la Sierra Nevada. Denuncian que las obras de dragado son insuficientes y en ellas no involucran a las comunidades. Temen, como lo dice el líder Amed Gutiérrez, que una doble calzada y sus viaductos agraven los daños ambientales en la región.
Líder Amed Gutiérrez
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Amed reclama obras que frenen la rápida sedimentación que podría quitarle a Nueva Venecia su identidad palafítica. Este líder mira al cielo pidiendo ayuda, espera que eso nunca ocurra o por lo menos que él no esté vivo para ver su pueblo rodeado de tierra y arena.
Los otros padecimientos
* La preocupación por la seguridad en la zona es constante. Los líderes de los pescadores dicen que muchos de sus compañeros han sido atracados y sus motores robados en medio de la Ciénaga. Hace pocas semanas funcionarios del Invemar fueron intimidados y amarrados mientras los ladrones se llevaban su embarcación y con ella equipos tecnológicos que sólo sirven para monitoreo e investigación. “La ciénaga es una autopista de escape para la delincuencia”, dijo un habitante quien, cada vez que ha denunciado el problema, ha escuchado a las autoridades decir que no tienen embarcaciones aptas para navegar la región y vigilarla.
* Las quejas más frecuentes de quienes conocen la Ciénaga y la habitan se relacionan con la poca participación comunitaria en la definición de los proyectos, la escasa coordinación interinstitucional, la ausencia de un plan de manejo coordinado con indicadores serios de seguimiento y la poca transparencia en el uso de los escasos recursos que se invierten. Hace años que Minambiente no convoca al comité interinstitucional que se ocupaba de estos temas.
* Uno de los motivos de preocupación es la presencia creciente en el agua de restos de agroquímicos y fertilizantes que serían restos de la actividad agroindustrial de unas 70 mil hectáreas sembradas de palma africana y banano y de otras actividades agrícolas a lo largo de la cuenca del Magdalena.
* Hace 70 años había 5 grades bocas que comunicaban el mar con la ciénaga, ahora sólo queda una y eso limita la conexión natural de aguas dulces y saladas y, en consecuencia, afecta a las especies que necesitan de ambas. Incluso si nuevos viaductos restablecieran esos flujos, haría falta recuperar otras fuentes de agua selladas durante la construcción de la vía que lleva al sur del Magdalena que causó enormes daños a la naturaleza. Se trata de encontrar soluciones con las comunidades, no sólo de aplicar ingeniería y millonarios contratos de maquinaria dijeron expertos y habitantes de la zona.