Diálogo con un sacerdote acusado de pederastia
El padre Nelson William Montes Lizarazo, de la arquidiócesis de Bogotá, responde por las denuncias de abuso sexual en su contra
El 28 de enero de 2020, 6AM Hoy por Hoy publicó el testimonio de Paola*, quien denunció al sacerdote Nelson William Montes Lizarazo, de la arquidiócesis de Bogotá, por abusos sexuales que comenzaron en diciembre de 1999 y se extendieron hasta 2005, cuando quedó en embarazo. Cuenta que lo conoció en el barrio Villa Andrea, localidad de Kennedy, donde Montes Lizarazo trabajó como seminarista y diácono. Guitarra en mano y con un carisma sin igual, según cuenta la denunciante, el prospecto de cura acercó a decenas de niños y adolescentes, entre ellos Paola, quien viniendo de una familia religiosa tenía la parroquia como su segundo hogar.
“No veíamos nada malo, pero buscaba la manera de estar a solas conmigo”, cuenta Paola. “La primera vez que tocó mis partes íntimas fue a mis 10 años”, y asegura que este tipo de abusos se dieron dos veces en la Navidad en que lo conoció. El seminarista partió y regresó a los tres años como diácono, y fue cuando por primera vez accedió carnalmente a Paola en la casa de su hermano en el barrio Patio Bonito, según su testimonio: “Estaba muy asustada, él supo manejar la situación, él me tapó la boca, y me dijo que lo que estaba pasando no estaba mal porque era un designio de Dios”. No le contó a nadie.
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La segunda vez, dice Paola, se dio en el Seminario Mayor de Bogotá. Le pidió que lo acompañara a recoger unas cosas pues ya estaba pronto a ordenarse. “Me entró al Seminario diciendo que yo era la sobrina, ingresé a su habitación y allí abusó por segunda vez de mí”. Cuenta la denunciante que tanto sacerdotes como seminaristas la vieron ingresar al Seminario con el diácono Montes Lizarazo.
Los abusos se repitieron una y otra vez, asegura Paola, hasta 2005 cuando quedó en embarazo. “Para mí fue terrible contarles a mis papás, pues era una niña de 15 años” según le contó a 6AM. Ambos enfrentaron la situación, la mamá de Paola se enfermó y los hermanos no tomaron la noticia muy bien. El sacerdote asumió su responsabilidad, registró a su hijo y siguió con su ministerio. “Estuvo presente los primeros días, pero comenzó a perderse, dejó de responder, se alejó. Cada vez que le pedía por algo para mi hijo, sacaba negativas y se perdía. Durante mucho tiempo fue intermitente hasta que se perdió, en 2007”.
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Sin poder ubicarlo, Paola acudió al ICBF y a varias comisarías, y de allí contactaron a la Arquidiócesis, sin tener suerte alguna. En 2008 la madre de Paola le escribió una carta al cardenal contándole la situación, pero el silencio fue respuesta suficiente para que Paola denunciara en la Fiscalía en 2012. “La primera Fiscal cerró el caso porque supuestamente había prescrito, fue al Tribunal, de nuevo a la Fiscalía y pasó lo mismo”. Paola dejó de insistir y siguió con su vida y la de su hijo.
En 2010 el padre Nelson William Montes Lizarazo recibió una carta de recomendación del cardenal Pedro Rubiano Sáenz para ejercer su ministerio en Venezuela. Allí estuvo hasta 2017, con el conocimiento y la autorización del actual cardenal y arzobispo de Bogotá, Rubén Salazar, quien lo mantuvo en el directorio de la Arquidiócesis como sacerdote en “Licencia Pastoral en la Diócesis de San Carlos, Venezuela”.
En mayo de 2018, tras la primera publicación de la investigación “Dejad que los niños vengan a mí”, Paola fue contactada por el padre Mauricio Uribe, juez del Tribunal Eclesiástico de Bogotá, conjuez de la Corte Constitucional entre los años 2014 y 2017 y capellán y decano de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Sergio Arboleda, quien la presionó y la intimidó para que no demandara a la Arquidiócesis de Bogotá, “Todos se quieren aprovechar. Yo te voy a decir: ya la Arquidiócesis tiene toda la artillería preparada para responder eso, si es que eso prospera”.
El padre Uribe fue más allá: “Entonces, yo no quiero que tú vayas a tener una frustración, porque aquí no la vas a tener, pero tu abogada -porque los abogados a veces se empeñan en un asunto y agravan más las cosas para salir después con el rabo entre las piernas-. No quiero que tú tampoco prolongues tu aflicción, tu dolor y tu sufrimiento en una situación en donde a veces los mismos abogados, creyendo que, porque ahora en la iglesia hay estos escándalos de pederastia o de abusos, van a sacar un provecho económico y van a pensar que la Arquidiócesis es la que tiene la culpa. La culpa la tiene este señor, que es quien debería responder, es al que hay que perseguirlo y localizarlo”.
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El juez del Tribunal Eclesiástico trató de persuadir a Paola de denunciar hasta con metáforas: “Pero ojo, no te dejes llevar -perdona que diga esta palabra que puede ser fuerte- por una especie de masoquismo, es decir, cuando uno se rasca una herida, por ponerte una metáfora, se puede convertir en una gangrena porque está uno rascándose la herida, pero tiene que sanar, tienes que tener una sanación”.
La reunión es reveladora porque no es un anecdotario. Sumado a estas presiones, el padre Uribe le leyó a Paola todo el expediente del padre Nelson William Montes, donde consta que fue suspendido del ministerio cuando conocieron el caso de esta mujer. Luego fue enviado a la casa El Rodeo de La Ceja, Antioquia, adonde envían a sacerdotes con todo tipo de problemas de varias diócesis del país. A su regreso, fue recomendado por la administración del cardenal Pedro Rubiano para ir a trabajar en la Diócesis de San Carlos en Venezuela.
El veterano sacerdote, sin embargo, presenta en la misma reunión una versión que contradice las cartas que está leyendo y en las que se confirma que el sacerdote trabajó 7 años en Venezuela autorizado por las autoridades eclesiásticas bogotanas, “Lo manejamos suspendiéndolo y, por tanto, fuera licencias ministeriales. Él intentó que lo recibiera el cardenal Rubiano -pues se sometió a un proceso de apoyo profesional y psicológico- como quedó en las constancias. Hizo sus gestiones manipuladoras, porque se fue a Venezuela, donde creo que tiene a su padre. Y allá hubo un benévolo obispo que no es que lo haya nombrado párroco, sino que le dejó unas cosas en las que pudiera ejercerla, me imagino, porque aquí no se haya esa constancia. Él se desapareció del 2011 o 2010, hasta el 2016 que retornó al final y en 2017 le abrimos investigación preliminar que culminó y ratificó la suspensión”.
El hecho es que la Arquidiócesis de Bogotá supo de este caso desde 2008, pero solo en 2018, el cardenal reabrió el caso y terminó con la dimisión del estado clerical, es decir, la expulsión del sacerdote de la Iglesia Católica. La Arquidiócesis, en comunicado a la opinión pública, informó hace tres semanas que se reabriría este caso para prestarle apoyo a Paola. A la fecha, no la han llamado.
Por su parte, el ahora exsacerdote aceptó hablar con 6AM, asegurando que nunca abusó de Paola porque siempre hubo una “relación de amor” que esperó para formalizar hasta que la menor cumpliera 14 años.