¿Cuál es el origen del beso? Qué revelan 21 millones de años de historia evolutiva
La amplitud del comportamiento respalda la hipótesis de un origen evolutivo más profundo de lo que se pensaba.
Beso monos, imagen de referencia (Getty Images). / mauinow1
El beso, más que un simple símbolo romántico, emerge como un fenómeno biológico complejo, de esta manera lo expone la investigación liderada por Matilda Brindle, bióloga evolutiva de la Universidad de Oxford.
El trabajo de la investigadora, desarrollado junto a un equipo británico multidisciplinario, analizó el comportamiento desde una perspectiva amplia que incluye estudios en primates, registros de fósiles microbianos y observaciones de campo.
Esta visión transversal se enfoca en entender cómo prácticas que hoy asociamos al afecto podrían tener raíces profundas en la historia evolutiva.
El estudio, divulgado en el ‘Journal of the Human Behavior and Evolution Society’, plantea por primera vez una definición evolutiva formal del beso, denominado como una interacción oral-oral carente de agresión y sin intercambio de alimento.
De esta forma, los autores pretenden establecer un marco que permita comparar comportamientos similares entre especies y contextos.
Brindle destacó que, aunque el beso ha sido tema recurrente en la literatura, la historia, la psicología y las artes, la biología evolutiva apenas había explorado su origen. Su propuesta abre un nuevo campo de estudio que invita a reconsiderar este gesto cotidiano desde la mirada de la ciencia.
¿Cuándo surgió el beso y qué especies lo practican?
El equipo de Oxford determinó que el beso surgió mucho antes de la aparición de los Homo sapiens, ubicando su origen entre 21,5 y 16,9 millones de años atrás.
Para llegar a esta conclusión, los investigadores emplearon métodos filogenéticos que permiten comparar comportamientos actuales con las relaciones genéticas entre especies.
En ese sentido, integraron registros de primates modernos y reconstrucciones evolutivas para rastrear cómo una conducta tan específica pudo haberse transmitido a lo largo del tiempo. Los resultados sorprendieron incluso a los propios científicos.
El beso no solo está presente entre gorilas, orangutanes, chimpancés, bonobos y babuinos, sino también entre animales que rara vez asociamos con este gesto, como las hormigas, peces, albatros e incluso osos polares.
Esta diversidad de especies sugiere que la conducta podría tener funciones adaptativas variadas, desde la comunicación hasta la cohesión social.
Adicionalmente, la amplitud del comportamiento respalda la hipótesis de un origen evolutivo más profundo de lo que se pensaba. Para los investigadores, es posible que el beso haya surgido en un ancestro común de los monos y simios afro-eurasiáticos, extendiéndose luego a linajes muy diferentes.
¿Qué dicen los estudios sobre neandertales y humanos?
El análisis abrió una nueva puerta para entender la relación íntima entre humanos y neandertales. Investigaciones anteriores mostraron que ambas especies compartieron microbios orales comensales, un indicio claro de intercambios de saliva.
Con estos datos, el equipo liderado por Brindle planteó una posibilidad sugestiva. Por ende, dijeron que durante los periodos de convivencia e hibridación, ambas especies pudieron besarse entre sí, añadiendo una dimensión más cercana y emocional a su interacción cotidiana.
Para Brindle, esta hipótesis ofrece una mirada más ‘romántica’ sobre el contacto entre humanos y neandertales, alejándose de narrativas centradas únicamente en la competencia o la violencia. No obstante, sus ventajas adaptativas todavía no están del todo claras.
Finalmente, cabe agregar que la investigadora sostuvo que es necesario que más científicos documenten besos en observaciones de campo, tanto en humanos como en otras especies, con el fin de comprender cuál fue su verdadero rol en la evolución del comportamiento social y qué funciones cumplió a lo largo del tiempo.