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El fuego que no se apaga: la historia de Alexander Montaño

El empresario representó a Colombia en el Torneo Mundial de Asadores Ancestrales

Cortesía

En el patio de su infancia, en Samaniego, Nariño, el humo de los chorizos recién asados era un lenguaje. Alexander Montaño lo aprendió antes de dominar cualquier otro: el del fuego como memoria, el del carbón como herencia.

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Tenía nueve años cuando comenzó a ayudar a su madre a preparar los asados de las festividades del pueblo. No sabía entonces que ese gesto, repetido miles de veces, sería su punto de partida.

Con los años, la necesidad de buscar nuevas oportunidades lo llevó a Bogotá. En 2010, entró a trabajar en un restaurante mientras estudiaba, y la cocina —esa vieja conocida— volvió a encenderse en su vida. Fue ahí donde comprendió que asar no era solo cocinar: era contar una historia sobre la identidad y la pertenencia.

Cinco años después, abrió Plaza Santísimo, un restaurante que huele a leña y tradición.

En sus brasas se mezclan el pasado y la reinvención. Montaño suele decir que cada plato es un acto de memoria: “No invento sabores, los despierto”.

Durante la pandemia, cuando la distancia parecía apagarlo todo, él encendió un fuego distinto: el digital. Desde su cuenta @laplazacocina, comenzó a compartir técnicas, secretos y errores. Miles de personas, confinadas en sus casas, lo siguieron como quien busca calor. En poco tiempo, su comunidad creció, y con ella su influencia.

En 2022, su historia viajó más lejos. Representó a Colombia en el Torneo Mundial de Asadores Ancestrales y regresó con un segundo lugar que no era solo un premio, sino una validación de su manera de mirar el oficio. “El fuego nos iguala a todos”, dice.

Su marca, Señor Chicharrón, se ha convertido en un pequeño imperio del sabor popular, con varios locales y el reconocimiento de figuras gastronómicas. Pero lo que más lo enorgullece no son los premios ni los números, sino la comunidad que ha ayudado a construir alrededor de una idea sencilla: el fuego, como la tradición, se mantiene vivo cuando se comparte.