Editorial Gustavo Gómez: ¡Nos siguen desplumando!
“No hay cortina, por finos que sean sus hilos de seda, que pueda ocultar el derroche de un gobernante”, esto dice Gustavo Gómez en el editorial de 6AM Hoy por Hoy.
Editorial Gustavo Gómez: ¡Nos siguen desplumando!
Y, ojo: quien ordene los gastos suntuarios en Palacio de Nariño pone una parte noble de su cuerpo en el asador. Asador de $3.610.000 que hoy, años después de una compra declarada desierta en el gobierno anterior, se consigue, por caro, en paquete y medio.
El Departamento Administrativo de Presidencia de la República, que ordena las compras para presidencia y vicepresidencia, si sigue autorizando el desgreño, como dice Gabriel de las Casas, pasará de ser el Dapre a la “depre”.
La miopía de los gobernantes que no saben cómo se gasta la plata en su casa, se mide no en dioptrías sino en pulgadas. Y cuando pasan de 85, hay 27 y medio millones de razones para pensar que la seriedad es pura pantalla.
Los gastos en periplos diplomáticos a familiares que no hicieron carrera, pero viajan a las carreras, son un lance fundamental, una suerte en la arena, una Verónica para hacerle frente a la embestida de la opinión pública.
La pepa, la almendra del asunto, es que los gastos no sean desproporcionados o con mala intención. Sobre todo, si con una sola cajita de almendras terminan endulzando a los jefes de los periodistas para que procedan a recordarles que al poder hay que manejarlo con guantes de seda, como la seda de las cortinas.
Poder con mandíbulas que se cierran con fuerza alrededor del cuello de quien lo ronde como perro guardián de la transparencia. Y ya se sabe que, en materia de caninos, no hay mejor vida que la de las perreras de la Fiscalía.
Que levanten la mano los hijos de presidente que no se ha ido de paseo, cuando menos a conocer Caño Cristales, en los Black Hawk del Ejército, pagados por los contribuyentes para defender la patria y entretener a la prole palaciegas.
Algo de consuelo hay en confirmar que, cuando los gastos de los presidentes y sus familias se exceden, la opinión pública se calienta sobre la vitrocerámica. Hoy, aquí, o ayer en Panaca.
Al fin y al cabo, de izquierda, centro o derecha, ya sabemos que la política es una coreografía de babas en la que todo sale mejor si las lecciones las da Nerú, otro de esos expertos en vivir sabroso a costillas de 50 millones de pares de costillas.
Todo este rollo de las compras, sin embargo, es utilería y tramoya. Pan y circo para la comidilla de redes, que hace de un guijarro lanzado con cauchera, una detonación nuclear. Pero, si quieren, quedémonos todos flotando en la superficie del despilfarro, entre electrodomésticos y cobijas de alto turmequé, mientras nos despluman con la mermelada, las coimas a parlamentarios y los contratos que se entregan bien amarraditos. El verdadero debate es otro, el de esa corrupción que se pasea por todos los gobiernos, y el del efecto de las reformas y decisiones que cambian nuestras vidas no siempre para bien. A estar desplumados estamos acostumbrados en estas tierras donde todo tiene dueño.
A propósito de desplumar, de remate, Espinosa, usted que todo lo sabe, ahora que tuvimos Anthony Blinken en Colombia, ¿cómo se dice ganso en inglés?
“Ganso se dice ‘gus’”.
Los gansos del tocayo. Como se acostumbra a decir con esa mezcla de tristeza y resignación: ¡deje así!