Lagunas de páramo: el reino desconocido de las miniaturas
Poco conoce la ciencia de estos humedales donde confluyen especies de entre 5 a 7 milímetros encargadas de mantener la vida en equilibrio
Entre las piedras a 30 metros de profundidad en los raudales del río Orinoco ó a 3.500 metros sobre el nivel del mar, arriba, en las heladas lagunas del páramo de Chingaza, las esponjas son las más enigmáticas de las especies de agua dulce que puedan existir en el país.
Se tiene conocimiento de su poder filtrador y el hecho de que son refugio para microorganismos. Pero de las esponjas de páramo, así como de lagunas que las albergan en la alta montaña, es muy poco lo que se sabe.
Así lo reconoce Carlos Lasso, investigador senior del Instituto Alexander von Humboldt, especialista en ecosistemas y especies de agua dulce.
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Las investigaciones de Lasso en páramos como Chingaza encontraron que las esponjas de páramo tienen una relación especial con las algas para beneficiarse mutuamente (se conoce como simbiosis) lo que les permite hacer fotosíntesis y, de paso, beneficiar también a las lagunas donde están presentes. “Su presencia nos habla del estado de la conservación de estos ecosistemas altoandinos”, dice el experto.
Las lagunas de páramo, de las que se estima que existen miles en el país, aunque no se tiene certeza del número, se formaron hace millones de años y, dado su aislamiento, mantienen su biodiversidad intacta y prácticamente desconocida.
“Quizás hemos estudiado más las plantas acuáticas, pero, por ejemplo, encontramos en estas lagunas (bien sea de origen glaciar, tectónico o volcánico), invertebrados de medio centímetro, que pueden pasar gran parte de su vida como larvas; o grandes cantidades de insectos acuáticos como libélulas y escarabajos”, dice el experto.
Pero en las lagunas de páramo también hay grupos desconocidos para la gente como moluscos, tal cual como en el mar, pero en tamaño reducido: almejas y mejillones de entre 7 y 8 milímetros, muy parecidos, de acuerdo con Lasso, a los que existen en humedales subterráneos en las cavernas andinas.
En estos humedales, arriba de los 2.500 metros, también se encuentran pequeños crustáceos, de menos de un centímetro, como ciertos cangrejos de los que Lasso reporta que existen al menos tres especies únicas en el país.
Las lagunas de páramo o altoandinas forman parte del patrimonio natural de Colombia porque están consideradas como humedales dado el servicio que prestan como captadoras y almacenadoras del agua que alimenta a 17 millones de personas en todo el país.
Y si bien la supervivencia de todas esas personas depende del agua de los páramos, Lasso reconoce que es mayor el desconocimiento que se tiene de la biodiversidad acuática. “Estamos haciendo las primeras investigaciones desde el Instituto Humboldt, desde hace unos años y también hay estudios de la Universidad de Los Andes y otras organizaciones y entidades académicas, cercanas a sistemas como la laguna de Tota, las lagunas de Chingaza y la de la Cocha”.