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Cuando suena diciembre: la música navideña y lo que despierta en la comunidad

Tras la llegada de la navidad, un especial navideño que le pregunta a la ciudadanía qué música escucha en diciembre.

Foto: Susana Arcila Jiménez

Lo que ya sabemos cuando llega diciembre

Antioquia

Cada diciembre parece traer algo más que luces y compras. En la ciudad cambia el ritmo, cambian los gestos y cambian los sonidos. La música navideña aparece como una señal temprana: anuncia la temporada incluso antes de que el calendario lo confirme.

La ciencia ayuda a explicar por qué. Estudios sobre música y cerebro muestran que ciertas canciones activan zonas relacionadas con la memoria emocional —como el hipocampo— y con el procesamiento afectivo —como la amígdala—.

Cuando una canción se asocia a experiencias familiares o infantiles, el cerebro responde liberando dopamina, una sustancia ligada al placer y la sensación de recompensa.

Eso se traduce en algo cotidiano: nostalgia positiva. Un tipo de recuerdo que no entristece, sino que genera bienestar. En espacios urbanos, esa activación emocional suele reflejarse en comportamientos visibles: más sonrisas, más disposición a interactuar, más ritualidad compartida. Diciembre no solo se escucha, se siente distinto.

La ciudad como laboratorio emocional

El jueves 18 de diciembre, hacia las diez de la mañana, el centro de Medellín ya estaba en pleno movimiento. Desde la estación Parque Berrío del metro, el paisaje sonoro se desplegaba con fuerza: vendedores ambulantes, conversaciones cruzadas, palomas, buses y carros marcando el pulso de la ciudad.

Parque Berrío, uno de los lugares más emblemáticos de Medellín, concentraba esa mezcla de prisa y pausa que define el centro. Mientras muchos caminaban rápido, otros permanecían sentados, observando. Allí comenzó a confirmarse una intuición: la música navideña ya estaba instalada en la memoria colectiva, incluso sin estar sonando en voz alta.

Bastaba preguntar para que aparecieran las mismas canciones, una y otra vez.

Qué canciones activan la Navidad

Tutaina. Los peces en el río. Noche de paz. El burrito sabanero. Los nombres se repetían con naturalidad. Pero junto a los villancicos aparecía algo más amplio: la música de diciembre no se reduce a un solo género.

Muchas personas explican que en sus casas la Navidad empieza con villancicos, pero pronto se mezcla con música parrandera, tropical, canciones viejas que se escuchan cada año. No importa tanto el estilo como el efecto: la música anima, reúne, rompe silencios.

En varias familias no se pone una lista digital. Se prende la radio. Diciembre suena solo, y todos escuchan lo mismo.

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La música que recuerda el hogar

En los testimonios aparece un patrón claro: la música navideña casi siempre está ligada a alguien más. Padres, hermanos, abuelos, hijos. Una mujer recuerda su infancia en Palmira, en el Valle, escuchando los mismos villancicos que hoy siguen sonando. Otra persona evoca madrugar para las misas de gallo, hacer fila para comprar comida y encontrarse con los amigos.

Para otros, canciones como Tutaina están asociadas a infancias difíciles, a hogares humildes y familias numerosas. No recuerdan abundancia, sino compañía. Por eso esas canciones permanecen. Porque no hablan de lo que se tenía, sino de con quién se estaba.

La música activa la memoria autobiográfica: no trae solo la melodía, trae la escena completa.

Cuando la ciencia se cruza con la calle

Lo que dicen los estudios se refleja en la ciudad. Cuando suena una canción asociada a diciembre, muchas personas experimentan un cambio inmediato de ánimo. La música actúa como un gatillo emocional: despierta recuerdos, activa sensaciones y genera una percepción de bienestar.

El cerebro no distingue si el recuerdo ocurrió hace décadas. Reacciona como si estuviera pasando otra vez. Por eso diciembre parece repetirse año tras año sin agotarse. La emoción se renueva porque la memoria se reactiva.

Diciembre también suena a otros lugares

Al avanzar hacia las calles del Hueco y la estación San Antonio, la Navidad adopta otros acentos. Bajo el viaducto, entre carretillas de comercio informal, aparecen testimonios de personas que no nacieron en Medellín. Desde Venezuela llegan las gaitas: música rápida, festiva, profundamente ligada a las fiestas de fin de año.

Para quienes migraron, esas canciones cumplen la misma función que los villancicos locales: conectar con el hogar, aunque esté lejos. La música no elimina la distancia, pero la acompaña.

Aquí la pregunta cambia: ¿la música alegra o duele? La respuesta suele ser ambas cosas.

Comercio, calle y ritual urbano

En Junín y cerca del Palacio Nacional, los bafles de los comercios lanzan música decembrina sin pausa. Los vendedores coinciden en algo: la música cambia el ánimo de la gente. Hay más disposición a comprar, a conversar, a quedarse.

Diciembre no es solo una celebración íntima, es también un ritual urbano. La música marca horarios, acompaña recorridos y define el ritmo de la ciudad.

La música no se apaga el 31

Algunas personas confiesan que siguen escuchando música navideña incluso cuando diciembre termina. Porque les gusta. Porque los acompaña. Porque activa recuerdos felices. Para ellas, la Navidad no es una fecha cerrada, sino una emoción que se puede volver a visitar.

Cuando suena diciembre, la ciudad se reconoce

La caminata termina en el Parque Bolívar, con el calor del mediodía, el ruido del centro y múltiples versiones de la Navidad coexistiendo: villancicos, parrandas, gaitas, canciones viejas.

En Medellín, la música decembrina no suena igual para todos, pero cumple una función común: activar la memoria colectiva y fortalecer los lazos comunitarios. Porque cuando suena diciembre, la ciudad recuerda quién es, de dónde viene y con quién quiere estar.