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¿La comida en aviones sabe mal? La ciencia explica cómo cambian los sentidos en el aire

Algunas comidas pueden generar una sensación de sabor distinta a cuando se prueban en tierra, ¿a qué se debe esto?

Hombre comiendo en avión

Montar en avión se ha convertido en una experiencia bastante común con el paso del tiempo, en los últimos años se ha evidenciado un crecimiento del tráfico aéreo mundial de pasajeros, llegando a superar el doble dígito durante los últimos cuatro años, hecho que no había sucedido antes.

Con la constante creciente de la demanda de pasajeros, las aerolíneas han encontrado un modelo de negocio interesante para generar ingresos, se trata de la comida a bordo de la aeronave, pues en tiempos de antaño los costos de un pasaje eran más elevados y estos incluían refrigerios y bebidas, dependiendo la distancia del recorrido.

Ahora, las compañías ‘low cost’ han creado sus campañas de marketing para poner a la venta comida en sus trayectos, aunque los precios de estas suelen ser bastante elevadas, algunos pasajeros no tienen ningún problema con disfrutar de algunos pasabocas a un costo mayor.

Aunque no todos los pasajeros acceden a esta posibilidad, todos aquellos que han abordado un vuelo largo, que sobrepase las siete horas de recorrido, recibirán por parte de la aerolínea la respectiva comida correspondiente a la hora, ya sea el desayuno, almuerzo o comida.

Es en este momento donde los comensales a bordo notan una peculiaridad a la hora de comer, y es que los alimentos no suelen tener el mismo sabor que cuando se prueban en tierra, esta premisa se ha convertido en tema de conversación entre viajeros, pues algunos otros opinan que el sabor se mantiene, pero entonces, ¿Cuál es la realidad?

La ciencia explica cómo cambian los sentidos en el aire

La realidad, fundamentada en la ciencia, es que las alteraciones no se producen en la comida sino en el olfato de los seres humanos, el cual es base principal del sentido del gusto; esto se debe a la presurización de la cabina del avión.

A la hora de abordar un avión, los tripulantes de cabina siguen una serie de protocolos para que el vuelo no tenga ningún imprevisto, entre este proceso está la presurización de la cabina, la cual permite mantener la presión atmosférica estable, independientemente de la presión del exterior.

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Ahora bien, tras la presurización, la cabina se torna mucho más seca que el exterior, lo que lleva a la resequedad en las fosas nasales, esto hace que se reduzca la sensibilidad al olfato y al gusto, además, debido a la falta de humedad en el ambiente, la boca se ve obligada a producir más saliva de lo normal.

Con la perdida de una parte del gusto y olfato, el sabor de algunas comidas se reduce en igual medida; esto se evidencia mejor en comidas con sabores intensos o picantes, pues la sequedad, la baja presión e incluso el ruido de los motores hacen que el 30% de las papilas gustativas se duerman durante el vuelo, por lo que el sabor salado y dulce se reduce entre 20% y 30%.

Otro factor clave es el estrés que puede tener una persona durante un vuelo, pues no todos los seres humanos reciben con amabilidad estar en el cielo durante varias horas, ya sea por vértigo o miedo, estas emociones pueden afectar la amígdala y el hipocampo, permitiendo que olores neutros se perciban como malos olores.

Para aquellas personas que sufren de miedo a la hora de estar en un avión, la recomendación es practicar técnicas de relajación, distraerse, revisar el itinerario del viaje, entre otras, de esta manera la ansiedad y el estrés será mucho menor y la comida será recibida por el cuerpo de una forma más agradable.