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Las gallinas felices

El gallinero de los Kogui, donde sus gallinas no se estresan.

CRÓNICA: LAS GALLINAS FELICES

Santa Marta

Cintana es un sitio naturalmente mágico donde el río, la montaña, los árboles, los animales y los seres humanos parecieran hicieran parte de un cuento de un libro que se abre, cuando al llegar te quitas el calzado y siente los besos en tus pies de la tierra húmeda que te absorbe como un abrazo de madre.

Cruzando el río Manzanares, a 400 metros sobre el nivel del mar, el río ruge en un canto victorioso de los miles de litros de agua que caen de una catarata que todo el día y la noche frotan las enormes piedras en un permanente masaje sincronizando armoniosos sonidos con el silbido del viento y las aves.

Aquí existe un asentamiento Kogui donde la recepción a los visitantes es un kiosko de palma y donde el Mamo o autoridad indígena te recibe calurosamente para contarte los primeros capítulos de este cuento, mientras una gallina caderona y con el andar propio del rítmico andar femeninos se encarama en su pasarella cubierta por flores y matorrales.

Aquello llamó mi atención y pregunté al Mamo Mariano Noravita Mamatacan del por qué del rebaño de gallinas de varios colores que retozaban en el entorno del paisaje descrito, fue entonces cuando me dijo que esas gallinas hacen parte del proyecto de ‘Gallinas Felices’ y siguió narrando:

Gallinas Felices consiste en que no las obligamos a tener que poner huevo todos los días como ocurre en otros gallineros del sector, donde las encierran, les dan productos químicos para que sean ponedoras y lo que hacen es mantenerlas en un permanente estrés. Aquí pasa todo lo contrario, están libres todo el tiempo, se divierten y su estado de ánimo las mantiene vigorosas, contentas, alegres”.

El alimento de las gallinas lo proporciona el entorno, insectos, verduras, hierbas, tubérculos que se encuentran en este lugar.

El buen genio produce mejores huevos

Curiosamente y como una ley de compensación natural, al no presionar al gallinero para su cuota de huevo diario, ellas mismas a diferentes horas lo depositan cerca de la vivienda donde habita la familia Kogui. Dicen los que consumen este producto, que los huevos de las gallinas felices son de un sabor inigualable además del tamaño.

El líder Mamo considera que todo hace parte del ambiente armonioso espiritual que construyeron aquí en Cintana, donde la influencia de las buenas energías con las buenas prácticas de protección y cuidado a la naturaleza se alinea en el paralelo del amor, la comprensión, la gratitud, que renueva los pensamientos en un reinicio del espíritu con todo el entorno.

Aquí en esta montaña de café que permanentemente se embaraza con los frutos que brota la propia tierra el comportamiento de este gallinero es una muestra clara que los buenos tratos, la amabilidad y en términos generales la puesta en ejercicio del amor como fundamento de todos los procesos, se revierte de una manera tan sorprendente causando una extraña inclusión de los seres vivos sin los racionamientos e inteligencias de la que está dotado el ser humano.

Lejos de parecer esta nota un chiste, lo evidenciado por esta comunidad indígena en este mensaje reflejado en un grupo de femeninas gallinas nos sirve de semáforo para detenernos en lo valioso de la vida y la incalculable capacidad de amor que el creador deposito en cada uno de hijos.