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Editorial Gustavo Gómez: Metro por encima...¡de la mesa!

Preguntar no cuesta nada. Pero una cosa es que uno pregunte en un almacén cuánto puede valer una pinta para la fiesta del 24 con mejor camisa y otra, muy diferente, que quien pegunte sea el presidente de la república a los chinos que construyen el metro, para que conviertan en subterránea parte de la primera línea.

Editorial Gustavo Gómez: Metro por encima...¡de la mesa!

Más cuando se les hace la consulta en ausencia de la alcaldesa Claudia López, a quien dejaron a metros de las inquietudes presidenciales sobre el metro.

Preguntar es preguntar. Cierto. Pero que a estas alturas del partido el presidente quiera volver a caminar lo caminado, tendrá un costo cuyo valor exacto solo conoceremos en enero. Los chinos harán lo que les digan. O mejor: lo que les paguen. Pero, como dicen, “el palo no está para cucharas”.

El presidente, como ha confirmado desde Egipto, sigue enviado al mundo señales de que aquello de sacar de la tierra petróleo, primer producto de exportación, no es con nosotros. El peso corre libre en la pista de la depreciación, mientras el dólar parece dedicado al alpinismo. El mismo presidente ha dicho que necesitaremos recursos generosos para la oleada invernal que todo lo está destruyendo.

Después del aturdimiento decembrino, nos encontraremos de frente con la desaceleración de las economías, la inflación, la inestabilidad de los precios, salarios que no alcanzan, los desastres de la guerra en Europa, que no termina, y, poco más allá, los efectos de una reforma tributaria que vamos a sentir, porque las reformas solo las aplauden quienes las proponen cuando el Congreso las aprueba. Después de ese éxtasis político, vienen las dolorosas realidades del bolsillo.

La alcaldesa de Bogotá, haciendo de tripas corazón para no entrar, espada en mano, a la arena con su nuevo mejor amigo presidente, ha dicho que él solo está preguntando. Pero nosotros también tenemos el derecho de preguntarle al presidente si es que esto es una reedición de lo que ya es cruel costumbre nacional: pagar muchas veces los estudios y varias veces el valor de las obras.

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¿Cuánto puede valernos este viraje? ¿La quinta parte de una reforma tributaria, la cuarta, la tercera? ¿De qué parte de nuestros dineros saldrán esos recursos y qué dejará de atender el gobierno para enterrar el metro? Es decir, para subterranizarlo, porque lo que se busca es hacerlo subterráneo. Pero si se hace mal, lo vamos a enterrar. Y bien profundo.

La alcaldesa dice que, si el presidente le hace cambios al metro de Bogotá, tiene que pagarlos. No, alcaldesa. Esos cambios los pagaremos todos, porque los presidentes no son ricos botaratas: son gerentes que administran e invierten los capitales de los colombianos.

Bien puedan seguir preguntando, pero, para ganar tiempo, vayan también contestando, y enterándonos a todos de que es lo que está pasando. Eso no se puede hacer de manera subterránea, sino bien por encima, no necesariamente de la Caracas, pero sí de la mesa.