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Expedición Páramo conversó con algunas de las personas que protegen este ecosistema, el que más alberga especies de frailejones en Colombia

Estos héroes han dedicado su vida a cuidar el páramo que alberga más especies de frailejones en el planeta: Guantiva-La Rusia

Estos héroes han dedicado su vida a cuidar el páramo que alberga más especies de frailejones en el planeta: Guantiva-La Rusia(Caracol Radio)

Germán Grimaldos: de ingeniero electromecánico a guardián del páramo

Germán Grimaldos / Caracol Radio

Nació hace 60 años en Belén (Boyacá), uno de los 23 municipios que conforman las 119.000 hectáreas del páramo Guantiva-La Rusia. Aunque de pequeño recorrió varias zonas del complejo, repletas de lagunas, frailejones y colibríes, su despertar ambiental lo tuvo cuando terminaba la universidad.

“Todo empezó hacia 1994 por cosas de la vida, cuando trabajé en un proyecto con varios amigos sobre energía eólica en el páramo y el cual me serviría para graduarme en ingeniería electromecánica en la UPTC. Sin embargo, el Ecofondo (cofinanciador de proyectos ambientales) nos dijo que no era viable en las tierras paramunas”.

Grimaldos y sus amigos cambiaron radicalmente la temática del proyecto: ahora trabajarían sobre el consumo de agua de los habitantes del páramo. “Eso me permitió recorrer gran parte de Guantiva-La Rusia, en especial los terrenos de Duitama y Tutazá, y así enamorarme profundamente de su biodiversidad y las comunidades”.

La zona de Pan de Azúcar-El Consuelo, que cubre más de 28.000 hectáreas, se convirtió en su principal campo de estudio. “Allí nace el río Salgueras, el cual le suministra agua a cerca de 10.000 habitantes de Belén y Tutazá. Además, está área declarada como Parque Natural Regional en 2012, alberga lagunas que fueron sagradas para los muiscas como El Chaleco y las lagunetas de Montecolorado”.

Desde ese momento, Germán dejó a un lado las matemáticas de la ingeniería electromecánica para convertirse en uno de los guardianes de Guantiva-La Rusia. Primero conformó un el ‘Grupo de trabajo en páramos’, integrado por cerca de 60 habitantes de la zona.

“En los inicios de la década del 2000, la Alcaldía de Belén nos ofreció un contrato para trabajar en la reforestación ecológica de algunas zonas afectadas por los cultivos. Así conocí al Polylepis quadrijuga, árbol más conocido como colorado o siete cueros”.

Este árbol, único de la cordillera Oriental, con un tallo rojizo cubierto por cascarillas que se desprenden con el viento, se aferró con fuerza en el alma y corazón de este boyacense padre de dos hijos.

“Con ayuda de varios amigos y gente de la comunidad, empezamos a recoger las semillas de este árbol para propagarlas en el páramo. Polylepis quadrijuga, que alcanza tamaños de 20 metros, es el único árbol de gran porte que habita en los ecosistemas de páramo”, dice Grimaldos.

El renacer del árbol de colorados en Guantiva-La Rusia no fue fácil. Según Germán, muchos campesinos lo sacaron corriendo de la zona cuando ponía las cercas, que a su vez derrumbaban con machete. “Fue un proceso duro pero bonito en el que ya llevamos más de 20 años”.

En 2006, Corpoboyacá decidió apoyar este proyecto de reforestación. “Construimos varios viveros de alta montaña para propagar los árboles de colorados. Además, sensibilizamos a la gente que tenía animales en los páramos para que nos ayudara a reforestar”.

El trabajo ambiental comunitario de este boyacense dio grandes frutos en la microcuenca de los Colorados. “En los años 90, esta zona contaba con más de 60 vacas o ovejas, animales que ya no son parte del panorama gracias al cambio de los campesinos. Logramos consolidar el relicto más grande de árboles colorados en el departamento y tal vez en el país, superior a las ocho hectáreas; en la zona hay otros parches que suman las 16 hectáreas”.

Por su lucha ambiental, desde 2017 Carlos fue designado por Corpoboyacá como guardapáramo de Guantiva-La Rusia, un trabajo que enfoca en conservar el agua, los frailejones y los bosques colorados.

“Mi misión es garantizar que la población del futuro pueda gozar de agua y un buen aire. Hablo con las comunidades para que participen en los diferentes proyectos ambientales y sigan reforestando con especies nativas el territorio”.

Además de guardapáramo, Carlos hace parte del Comité Local de Áreas Protegidas (Colap), una unión comunitaria que busca proteger al páramo del Consuelo de todas las amenazas lideradas por el hombre.

“La problemática más grande en el ecosistema es la agricultura y la ganadería. Sin embargo, lo que necesitan las comunidades para disminuir estos impactos son alternativas para hacer una reconvención productiva sostenible que beneficie tanto a las personas paramunas como a la biodiversidad”.

Andrea Acosta: la joven guardiana de Guantiva-La Rusia

Andrea Acosta

Desde este año, los 36 complejos de páramos colombianos, ecosistemas que suman más de 2,9 millones de hectáreas, tienen sus propios embajadores: jóvenes entre los 18 y 28 años de las regiones que se encargan de velar por el cuidado y la conservación de estos emporios hídricos.

En su recorrido por Guantiva-La Rusia, el equipo periodístico de la Expedición Páramo conversó con varios de estos embajadores paramunos, una iniciativa liderada por la Fundación Bavaria y la marca Agua Zalva en alianza con la Universidad EAN, Colombia Joven, Parques Nacionales Naturales y el Ministerio de Ambiente.

Andrea Acosta nació hace 23 años en Susacón, donde desde muy pequeña sintió una gran curiosidad por la naturaleza paramuna. “Mi pueblo hace parte de los 23 municipios de Boyacá y Santander que conforman el páramo Guantiva-La Rusia, ecosistema que alberga más de 139 especies de aves. Estos animales fueron los primeros que me maravillaron”.

En sus últimos años de colegio, esta boyacense comprendió que no quería estudiar una carrera en donde permaneciera la mayor parte del tiempo encerrada en un salón frío de cuatro paredes. “A mí me gusta estar en el campo observando y recorriendo los ecosistemas. Por eso tomé la decisión de estudiar biología, un sueño que cumplí en la UPTC de Tunja”.

En la capital de Boyacá, Andrea se enfocó en estudiar las plantas de páramo, en especial los musgos que absorben el agua de las altas montañas. “En los últimos semestres decidí hacer algo por las tierras paramunas de mi municipio con los jóvenes de la zona, las cuales se han visto afectadas por la producción agropecuaria y la aplicación de químicos”.

Este año, cuando regresó al municipio que la vio nacer y crecer, la joven conformó el grupo ‘Jóvenes por Susacón’, 33 niños y adolescentes que están dedicados a la educación ambiental. “El primer paso fue reconocer el territorio para así identificar las principales problemáticas que afectan el páramo Guantiva-La Rusia, además de sus potencialidades ambientales”.

Estos jóvenes han realizado varias jornadas de recolección de residuos sólidos por el páramo, en donde han evidenciado una seria problemática ambiental. “En una de esas jornadas vimos montañas totalmente desnudas para la siembra de papa, además de una alta proliferación de envases de plaguicidas e insecticidas. La vereda del Desaguadero, en Susacón, está bastante afectada”.

En esos recorridos, Andrea y los demás miembros del grupo también han visitado tesoros ambientales que pocos colombianos conocen. “Contamos con tres lagunas que le dan vida a varios ríos que surten de agua a las poblaciones de Soatá, Sativa y Susacón, una zona repleta de frailejones y aves como colibríes”.

Además de liderar al grupo de jóvenes ambientales en su pueblo, Andrea fue seleccionada como embajadora del páramo Guantiva-La Rusia, un trabajo que está enfocado en sembrar conciencia ambiental en las comunidades del territorio.

“Son pocos los colombianos que conocen este tesoro natural. Por eso, uno de mis principales objetivos como embajadora del páramo es mostrar toda su biodiversidad y las problemáticas que lo están afectando. Tengo pensado realizar campañas y proyectos con las comunidades para protegerlo y recuperarlo, y que así se mantenga vivo y hermoso a lo largo del tiempo”.

Fernando López: un futuro abogado enfocado en el páramo

Fernando López

Su amor por los páramos empezó desde que tiene uso de razón, ya que nació y se crió en una finca ubicada a más de 3.400 metros sobre el nivel del mar en Güicán, municipio que hace parte del complejo Sierra Nevada del Cocuy, Güicán y Chita.

“Crecer en medio de las tierras paramunas me fue generando un inmenso amor por el territorio, su biodiversidad y las comunidades campesinas que allí habitan. De pequeño, cuando veía los frailejones y el bosque de encenillos, soñaba con dedicarme a la defensa de estos ecosistemas”.

El cóndor de los Andes fue uno de los primeros seres del páramo que lo maravilló y a su vez le generó una gran preocupación. “En el Cocuy fueron reintroducidos varios cóndores andinos, una presencia que me motivó a leer e investigar sobre la especie. A pesar de su importancia, esta ave emblemática está cada vez más cercana a la extinción”.

A medida que iba creciendo, Fernando contrastaba la explosión de agua que veía en el páramo con la carencia del líquido vital en otras regiones del país, como La Guajira. “Todo eso fue llenándome de motivos para dedicarme de lleno a la defensa ambiental, tanto en la parte académica como en varios voluntariados”.

En 2017, este boyacense tomó la decisión de estudiar derecho para poder defender la biodiversidad y darle voz a las comunidades. Se mudó a Tunja para empezar su vida universitaria, aunque cada ocho días visita a sus padres en la finca paramuna de Güicán.

“Un año después ingresé al Movimiento Ambientalista Colombiano, una fundación que cuenta con voluntarios en todo el país que nos encargamos de sembrar la semilla de la educación ambiental. He podido ir a La Guajira en dos ocasiones para brindarles nuevas alternativas de adaptación al cambio climático a las comunidades indígenas”.

Su sueño es convertirse en un abogado ambiental enfocado en conservar los ecosistemas del país, principalmente en los páramos, pero con la participación activa de las comunidades que allí habitan.

“Los campesinos tienen derecho a estar en los páramos. Por eso, mi objetivo es entender la relación del hombre con la naturaleza pero sin vulnerar los derechos de las comunidades, además de llevarles nuevas alternativas para que puedan producir de una forma sostenible”.

Desde hace pocos meses, Fernando trabaja como embajador del complejo Sierra Nevada del Cocuy, Güicán y Chita, con el cual pretende que los colombianos se enamoren de este territorio boyacense.

“Quiero llevar el mensaje que dentro de este páramo hay muchas familias campesinas que no lo están destruyendo. Mi ideal es capacitar a las comunidades para que hagan una reconvención productiva y siembren más árboles nativos alrededor de los nacimientos de agua. Todos podemos trabajar de manera asociada para conservar estos tesoros hídricos del país”.

Julián Barbosa: creador de reservas naturales paramunas

Julián Barbosa

Aunque nació en Bogotá, Julián Barbosa se crió en una zona rural del municipio de Duitama que hace parte del páramo Guantiva-La Rusia, 119.000 hectáreas donde habita la mayor cantidad de especies de frailejones en todo el país.

“Las tierras donde pasé toda mi niñez y adolescencia, más de 200 hectáreas, han pasado de generación en generación en mi familia. Este predio se vio bastante afectado hace muchos años por la gran cantidad de vacas y cabras que degradaron las tierras paramunas”.

Cuando su bisabuelo falleció, los terrenos les fueron heredados a las nuevas generaciones, quienes empezaron a restaurar la zona para consolidar una reserva natural donde se pudieran consolidar actividades productivas sostenibles.

“La reserva, llamada ‘Páramo de los Agüeros y Pan de Azúcar’, es un territorio en el que me metí de lleno desde que estaba en quinto semestre de administración y gestión ambiental. Con varios compañeros de la universidad empezamos a restaurar la zona por medio de siembras de árboles nativos, además de consolidar un plan de manejo ambiental”.

Según Julián, esta reserva hace parte de un territorio de suma importancia para el suministro de agua de la región. “70% del agua de Duitama proviene de esta zona, por lo cual su conservación es vital para los boyacenses”.

En los Agüeros y Pan de Azúcar, este joven de 36 años trabaja con las comunidades de las veredas en diferentes proyectos, como viveros de alta montaña, sistemas de polinización de abejas, actividades agropecuarias sostenibles y el ecoturismo.

“Con el fin de contar con recursos económicos, con la familia creamos la Corporación Tibairá, que se encarga de hacer contactos con entidades como la Gobernación de Boyacá, Corpoboyacá y Colciencias para participar en convocatorias y suscribir convenios. Esto nos ha permitido dar marcha a proyectos para potencializar el cultivo de agraz, una planta del páramo, y la apicultura”.

Sumado a esto, la familia de Julián constituyó la empresa ‘Elixir del páramo’, que se encarga de comercializar lo que se produce sosteniblemente en la reserva, como la miel, polen, agraz y plantas nativas medicinales como árnica, valeriana y romero.

“Llevamos cinco años participando en el proyecto Productos Verdes de Corpoboyacá y Corpochivor, del cual también se benefician las familias campesinas que trabajan en la reserva. Somos un laboratorio que busca darle una mano amiga al páramo y beneficiar a la comunidad”.

Varias comunidades de Boyacá se han beneficiado con cerca de 350 colmenas entregadas por la corporación familiar para que produzcan miel y polen. “Lo más bonito es que en este proyecto participamos varios miembros de la familia”.

Julián ya tiene en la mira consolidar un nuevo espacio ambiental. Se trata de la reserva natural de las Hadas, ubicada en la vereda La Quinta-Santana, un predio del empresario Armando Gutiérrez que le encargó al joven emprendedor.

“Queremos darle un manejo sostenible a este predio de 12 hectáreas, el cual empezó a consolidarse en 2017. Actualmente, realizamos talleres de ecocreación con niños y jóvenes en el sitio, donde el artista Jose Ismael Manco les enseña a pintar obras inspiradas en animales del páramo como el cóndor, puma y danta. El ideal es consolidar un espacio ecoturístico donde las personas puedan hospedarse y recorrer los senderos de bosque altoandino”.

La reserva natural de las Hadas, que cuenta con infraestructuras similares a iglúes pero cubiertos por vegetación, espera abrir sus puertas en aproximadamente dos meses.

“Sus paredes fueron hechas en fibra de vidrio y todo funciona con energía solar. Es la primera construcción de este tipo en una zona de páramo en Boyacá; muchas personas la comparan con las casas de los hobbits del Señor de los Anillos”.

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