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EDITORIAL GUSTAVO GÓMEZ

Editorial Gustavo Gómez - Vergonzoso

Escuche el editorial de Gustavo Gómez aquí.

Tengo vergüenza. Mucha pena y gran tristeza; decepción en cantidades industriales. Lo que vimos el fin de semana en el partido del Unión Magdalena y Llaneros es la prueba reina de que el fútbol no puede estar en manos de los corruptos de siempre, de los mafiosos de marras, de los delincuentes habituales.

Hace unos días, a propósito de las decisiones de la Superintendencia de Industria frente a acuerdos soterrados entre equipos para entorpecer traslados de jugadores y vetarlos, el superintendente Barreto confirmó en los micrófonos de Caracol Radio mano dura.

Y hablamos entonces con Fernando Jaramillo, presidente de la Dimayor sobre la necesidad de tomar decisiones inmediatas en materia de hacer transparente la actividad del fútbol. Necesidad que, se ratificó este fin de semana como una obligación que ya no admite mora.

La Dimayor ha comprometido al Comité Disciplinario del Campeonato y a la Comisión Disciplinaria de la entidad para aclarar este episodio que es punta del enorme iceberg que amenaza con mandar a pique a nuestro fútbol.

El nombramiento de Jaramillo, un hombre serio, venido de la empresa privada, libre de las impurezas del fútbol de antes, fue una señal que no se puede quedar en tímido parpadeo. Él ya presentó un plan de modernización y transparencia, que contempla gobernabilidad, ascensos y descensos, derechos de televisión... y todo en consonancia con el fútbol que en otras latitudes ha demostrado efectividad y nitidez.

La gente honesta del fútbol tiene que ponerse de pie y dar la lucha para evitar que la gangrena siga avanzando. Y eso debe pasar en la próxima asamblea de la Dimayor, que es el 17.

Unión Magdalena asciende mientras el fútbol desciende a los infiernos. Eso no puede ser. Este es un sambenito que no estamos dispuestos a seguir cargando los colombianos.

El presidente de la Dimayor, a dar una lucha sin concesiones, so pena de que lo gradúen en ese lado oscuro donde no merece estar. El ministro del Deporte, a hacer lo suyo como representante de un gobierno que no puede cohonestar la podredumbre y debe mantener reflectores sobre las tinieblas. Los accionistas y representantes de los equipos, a exigir que la basura se reserve para las canecas y no que la vierta una minoría entre porterías. Los jugadores y sus asociaciones, a denunciar corruptelas y presiones a los deportistas para que no pasen cosas como la que vimos en el partido del sábado.

No hay peor corrupto que aquel que, no siéndolo, termina aceptando, bajando la cabeza, comulgando, escurriendo el bulto frente a los goles que marcan los inmorales.

Es que hemos llegado al punto en el que ya no se conforman con las jugadas por debajo de la mesa. No: ¡su descaro los llevó a escenificar la indecencia abiertamente, en el estadio, en las narices de un país que está harto de los olores fétidos!

El fútbol amañado no es fútbol. El fútbol de los acuerdos sombríos no es fútbol. El fútbol de los marcadores establecidos antes de los partidos no es fútbol. El fútbol manejado con cuerdas de titiritero no es fútbol. Ese fútbol no es fútbol; es mafia.

Y ya no soportamos más mafiosos en este país, que parece cultivarlos en todos los pisos térmicos. El deporte profesional y las respetables dimensiones de empresa que tiene no pueden terminar protagonizando la orgía que organizan las ratas. Simplemente no. Ese es el único partido que no podemos perder.

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