Así trabajan “Los mecánicos de los huesos” en Bogotá
Fracturas, esquinces y desgarres son algunas de las dolencias que atienden estos sobanderos.

Hace más de 50 años en el barrio San Bernardo, centro de Bogotá, se instalaron los sobanderos curando fracturas, esguinces y todo lo que tiene que ver con los huesos.
El negro Palindo, negro Ismael, El Caldense, Mercho y Chicho son algunos de los sobanderos que están ubicados en siete locales de la avenida Caracas con calle sexta, tienen más de 50 años de tradición, antes atendían cerca a las instalaciones de Medicina Legal y los secretos del oficio pasaron de generación en generación.
Uno de los primeros que llegó a la zona fue Tito Torres conocido como el negro Palomo, fue él quien “nos enseñó todo y le dio altura al oficio” dicen los sobanderos. “El oficio consiste en saber qué son los huesos y dónde están ubicados para repararlos sin necesidad de enyesar”, explica Carlos Andrés, hijo del negro Palindo y quien tomó las riendas del negocio.
Esguinces, fracturas, desgarres, tendinitis, síndrome del túnel del carpio y escoliosis son algunas de las dolencias que atienden estos hombres quienes con masajes y cremas tratan de curar a los pacientes. Cuentan que las mujeres se quejan menos en los procedimientos, que “los hombres lloran más”, dice Alberto Suárez otro sobandero.
Cada sesión, según la dolencia, cuesta entre 20.000 y 10.000 pesos, la terapia puede durar entre 10 y 20 minutos, al día cada local atiende entre 5 y 10 personas, los clientes más frecuentes son los motociclistas y deportistas, cuentan quienes trabajan en el oficio.
“Es la segunda vez que vengo, me ha funcionado la terapia, la primera vez me caí de la moto y me lastime una costilla que acá me la cuadraron, ahora vengo para que me arreglen la muñeca porque me volví a caer”, contó entre gestos de dolor un paciente atendido por Carlos Andrés.
Para los procedimientos se utilizan cremas y aceites, fríos o calientes, para controlar la recuperación de los tejidos, también se utiliza la ‘chuchuguaza” o pomada verde que se combina con aceites calientes para mermar el dolor.
“Lo más bonito de este oficio es ver que llegan pacientes cojeando o retorciéndose del dolor y salen caminando bien del negocio, eso le da una satisfacción a uno”, concluye el heredero del Negro Palindo.
Preguntamos por qué se hace llamar Negro Palindo y responde: “porque lindo Palindo”.