Cuarenta años después de la tragedia de Armero se siguen conociendo historias
El periodista Jorge Manrique presentan su libro “Armero, la furia de un volcán y el olvido de los hombres”.
Armero, la furia de un volcán y el olvido de los hombres
Conmemoración
El docente y periodista Jorge Manrique Grisales presenta su libro “Armero, la furia de un volcán y el olvido de los hombres” con el relato de los que vio y experimento minutos después que el barro borrara la población de Armero, Tolima, entre el 13 y 14 de noviembre de 1985. También incluye la historia de la actividad sísmica y eruptiva del volcán Arenas y lo que ha pasado en torno a la tragedia en las últimas cuatro décadas.
En la tarde del 13 de noviembre de 1985, una fina arenilla y partículas piroclásticas comenzaron a caer sobre el cielo gris de Armero. Los habitantes miraban en dirección al volcán Arenas del complejo Nevado del Ruiz con inquietud, sin imaginar que en cuestión de horas la historia del país cambiaría para siempre. En la noche, una fuerte explosión estremeció la región, y poco después comenzó el deslave mortal que, para la madrugada del 14 de noviembre, ya había sepultado a más de 25.000 personas bajo toneladas de lodo, piedras y escombros.
Armero, hasta entonces, era considerada la segunda población más importante del Tolima, símbolo de pujanza comercial y agricultura de algodón y sorgo.
Entre quienes recibieron la noticia aquella noche se encontraba Jorge Manrique Grisales, un joven periodista que apenas llevaba un año trabajando en el diario El Espectador. Estaba de turno la noche del miércoles 13 de noviembre cuando, pasadas las 10:00 p. m., un informe de Caracol Radio Manizales alertó sobre la interrupción repentina de la comunicación con la oficina de Telecom en Armero. Aquella desconexión, en medio de los rumores de una erupción, fue suficiente para que Manrique y un fotógrafo fueran enviados de inmediato hacia la capital de Caldas.
En diálogo con Caracol Radio, Jorge Manrique recuerda que, a medida que avanzaban por la carretera hacia el valle del Magdalena, “el olor a azufre se hacía cada vez más intenso y el aire era sofocante”. La temperatura subió de forma repentina, y la sensación de inquietud les daba a pensar que algo terrible había ocurrido.
Tras varios desvíos y horas de viaje, llegaron al amanecer del 14 de noviembre, hacia las 5:00 a. m., a una colina desde la cual esperaban divisar el pueblo. Pero lo único que se veía era una planicie oscura, silenciosa y sin forma. Al preguntar a algunas personas que llegaban a la colina qué había sucedido, escucharon una frase que quedó grabada: “Ahí quedaba Armero, pero se la llevó el barro.”
Cuarenta años después, con la madurez de la experiencia académica y periodística, Jorge Manrique Grisales volvió sobre aquel episodio para escribir una obra que rescata la memoria de la tragedia y denuncia el olvido institucional. Su libro, titulado “Armero, la furia de un volcán y el olvido de los hombres”, publicado bajo el sello de Mediapluma Editorial, es un homenaje a las víctimas y un llamado a no repetir los errores del pasado.
El libro, de 304 páginas, está estructurado en tres grandes capítulos que recorren la historia, el instante de la tragedia y las consecuencias que aún perduran. El primero narra la historia del volcán desde los tiempos de la colonia, describe la geografía del cañón y del río Lagunilla —los mismos que arrasaron la ciudad— y analiza cómo los conocimientos científicos de 1985 no fueron suficientes para salvar 25.000 vidas.
El segundo capítulo reconstruye minuto a minuto los sucesos del 13 de noviembre de 1985, con una precisión que permite comprender la cadena de decisiones, omisiones y advertencias ignoradas que llevaron a una de las tragedias naturales más dolorosas de la historia de Colombia.
El tercer apartado, profundamente humano, recoge las historias que aún viven cuarenta años después: la memoria de los sobrevivientes, las voces que siguen buscando a sus familiares y la reconstrucción simbólica de un pueblo que, pese a haber desaparecido físicamente, continúa vivo en el imaginario del país.
A través de su investigación, Manrique plantea una reflexión contundente que sirve como titulo: “Armero no solo fue arrasada por un volcán, sino también por el olvido de los hombres.” En sus páginas, el periodista denuncia cómo, en un país marcado por el centralismo y las malas decisiones, tanto Armero como Chinchiná fueron enterradas no solo por la avalancha, sino también por la indiferencia.
“Recordar a Armero es recordar nuestra responsabilidad colectiva con la memoria y la prevención”, escribe el autor. Su libro se convierte, así, en un testimonio necesario para que la tragedia del 13 de noviembre de 1985 no quede sepultada bajo la misma tierra que cubrió a miles de colombianos.