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Estudiantes de Buenavista lideran proyecto de huertas escolares que impulsa conciencia ambiental

Buenavista consolida modelo pedagógico con huertas escolares que transforman la educación y la seguridad alimentaria

Huerta escolar en Buenavista, ejemplo de innovación pedagógica y sostenibilidad

Buenavista

La Institución Educativa José María Silva Salazar se ha convertido en un referente regional gracias al proyecto de huertas escolares que, desde 2020, fortalece la seguridad alimentaria, fomenta el aprendizaje ambiental y promueve la sostenibilidad en el municipio de Buenavista.

El programa nació tras la pandemia con el objetivo de garantizar la alimentación de los estudiantes y, cinco años después, se ha consolidado como una estrategia que integra a niños, jóvenes, padres de familia y docentes. La huerta cuenta con varios espacios de cultivo: plantas aromáticas, semillas ancestralescomo habas, arracachas, rúgula, nabos y cilantro, además de un vivero escolar en el que se reutilizan las bolsas de leche del Programa de Alimentación Escolar (PAE). A ello se suma un sistema de lombricultura que produce humus, utilizado en la misma institución y vendido a la comunidad local.

“Lo más significativo es que los estudiantes llevan a sus casas lo que cultivan. Es un orgullo para ellos recoger lo que sembraron, cuidaron y vieron crecer. Esta experiencia ha beneficiado a los niños y también a sus familias”, explicó la docente Margot Barragán, líder del proyecto.

La producción de la huerta se destina en parte al restaurante escolar, mientras que otra se comercializa entre docentes y habitantes del municipio. Los recursos obtenidos se reinvierten en semillas y materiales, generando un círculo virtuoso que asegura la continuidad del programa.

El acompañamiento técnico de la Corporación Autónoma Regional (CAR) ha sido clave para el éxito de la iniciativa, con asesorías en compostaje, control de plagas con métodos orgánicos y rotación de cultivos. Asimismo, la administración municipal apoya a través del área de seguridad alimentaria, garantizando que el proceso no dependa únicamente de la institución.

La docente resaltó que el impacto de la huerta va más allá de la producción agrícola: “Los estudiantes han aprendido a trabajar en equipo, a ser disciplinados y responsables con el cuidado de la tierra. Esto ha mejorado su convivencia y ha fortalecido su conciencia ambiental. Muchos de ellos incluso han cambiado su proyecto de vida, pensando en estudiar agronomía o veterinaria para regresar al campo y contribuir al desarrollo sostenible”.

El proyecto también ha generado prácticas de economía circular: los residuos orgánicos del restaurante escolar se convierten en abono para las lombrices y las cáscaras de huevo, hojas secas y otros elementos se transforman en insumos para la preparación de la tierra. De igual manera, las bolsas plásticas del PAE son recicladas como insumos para el vivero, reduciendo de manera significativa la cantidad de desechos.