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“No hemos podido transformar el miedo en reconciliación”

El General en retiro Óscar Naranjo analiza protesta social en Colombia y la relaciona con los efectos positivos tras la firma del acuerdo con las Farc

“No hemos podido transformar el miedo en reconciliación”

“No hemos podido transformar el miedo en reconciliación”(Colprensa)

Como resulta evidente, la indignación ciudadana es un fenómeno global que ha ido llegando a cada país, se apoya en distintas razones y se expresa a través de la protesta social. El reto que tenemos al frente, más allá de atender las exigencias puntuales de los diferentes sectores, es tratar de identificar en el caso colombiano cuáles son el sentimiento y las emociones que movilizan a la ciudadanía. Para comenzar, uno podría afirmar que, después de 50 años de conflicto armado, que tristemente arrebató 260.000 vidas, el miedo se convirtió en el instrumento fundamental para alcanzar consensos políticos, al extremo que promocionarlo y propagarlo fue determinante para ganar elecciones. El miedo se impuso sobre la esperanza y la necesidad de multiplicar confianza entre nosotros.

A tres años de la firma del Acuerdo que puso fin al conflicto con las Farc, es posible empezar a concluir que el eje del miedo que producía el conflicto se desplazó a un nuevo centro de gravedad, porque, aunque no hemos logrado la Paz total, el fantasma de una guerrilla que nos acechaba y producía zozobra y terror ya no existe. La pregunta entonces consiste en identificar ¿A dónde se desplazó ese miedo? ya que por nuestra incapacidad de liderazgo no hemos podido transformarlo en una emoción vinculada a la reconciliación, para finalmente crear condiciones que nos lleven a perdonar.

Lo que ha aflorado en los últimos días con motivo de las marchas y manifestaciones de protesta, son exigencias y peticiones que hacen evidente el miedo que embarga a nuestros jóvenes frente a un proceso acelerado de cambio climático, que los lleva con rabia a concluir que el futuro de sus propias vidas está en peligro, sumado a su convicción de que el actual sistema educativo no colma sus expectativas y a la rabia que les produce el monstruo de la corrupción que se pasea sin control.

Y qué decir del miedo que arrastra la frustración de miles de trabajadores, que en un mundo laboral caracterizado por una alta informalidad proyecta la desesperanza de una vejez indigna y en la miseria.

De otra parte, irrumpe con fuerza el miedo que gravita alrededor de sectores de la población que en los últimos años abandonó su situación de pobreza, para constituir una clase media temerosa de perder acceso a bienes y servicios y reacciona con desconfianza frente al Gobierno y al Estado.

En fin, cada sector de la sociedad ha ido incubando sus propios miedos, entre ellos, el de no avanzar en la consolidación de la Paz. Porque si bien hemos vivido una polarización alrededor del Acuerdo que puso fin al conflicto, es evidente que hoy el común denominador que transmiten los ciudadanos, es que no están dispuestos a regresar a las fórmulas que conducen a la confrontación y la guerra.

Superar los miedos es pues un desafío impostergable y para comenzar es necesario escuchar con humildad, reconocer los desaciertos, ampliar los canales de expresión y construir un relato como nación que nos una alrededor de la convivencia y la Paz; una Paz que ha sido tan esquiva a nuestras vidas y a la historia de nuestra nación.

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