Pelucas, maquillaje y barbas, tacones o zapatillas, glamur y vulgaridad. En la creciente cultura del "vogue" en México cada uno se expresa como quiere en unas batallas de baile con poses y movimientos que desafían el género y la discriminación del colectivo LGBT.
"En México, la publicidad y los medios solo representan un cierto tipo de cuerpo: lo blanco y lo rico. En el 'vogue' hay toda un estética que celebra la diversidad de los cuerpos: morenos, torcidos, gordos. Todos tenemos una cabida", dice a Efe Omar Feliciano, alias "Franka Polari".
Con altibajos, el "vogue" se extendió con los años por varios países hasta llegar a México, un país con 1.310 asesinatos de gays, lesbianas y trans desde 1995 a mayo de 2016.
"Es un espacio de autodescubrimiento y validación, de reinventar la relación con mi cuerpo y encontrar un espacio de camaradería que me permitió dar el paso hacia la transición", explica Siobhan Guerrero, investigadora en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
La escena "voguera" se divide por casas. En México hay cinco y cada una tiene al menos una "madre" o un "padre", el líder o lideresa del grupo que, como en una familia, enseña a sus "hijos" la cultura y el baile.
El baile combina "gatos", pasos para avanzar por el escenario, "patos", rápidas patadas en cuclillas, veloces movimientos de manos y en el suelo, y unas espectaculares caídas con una pierna doblada.
"Se requiere entrenamiento, condición física, creatividad, seguridad y fuerza. En las casas damos fuerza a los hijos. A veces la gente no viene empoderada, sino cabizbaja", explica Zebra, bailarín y estudiante de comunicación de 22 años.
Los contendientes lucen vestidos y maquillajes variopintos, de lo casual a lo excéntrico. Uno lleva una falda y un cuello de tul con volantes, como un arlequín, y unos guantes que simulan patas de cangrejo.
El movimiento y su lucha van para largo. En 10 años, Bryan Cárdenas anhela que el "vogue" haya acabado "con los roles de género" y la represión hacia "lo gay, lo latino y lo pobre".